No hubo espectador que no obedeciera a Mika dando brincos de entusiasmo mientras el confeti caía del cielo
La mezcla enriquecida de Mika (Beirut, Líbano, 18 de agosto de 1983) entusiasmó la noche del lunes 19 de abril a todo un público dispuesto a disfrutar, tanto como él, de una de sus actuaciones más «memorables».
El artista casi al final del espectáculo dijo:
«Este es uno de mis mejores conciertos, de los que me recuerdan por qué hago esto»
Los fans, agradecidos, le devolvieron el cumplido con impresionantes aplausos.
Porque Mika es una combinación explosiva en todos los aspectos. De padre americano y madre libanesa, se crió en París huyendo con su familia de la guerra del Líbano y a los nueve años se instaló con ellos en Londres. Desde el punto de vista musical, también la mezcolanza le caracteriza. De formación clásica, de niño recibió clases de canto de una profesora rusa de ópera y a los 15 años ya era contratenor. Se formó en la Royal College of Music londinense- es un virtuoso del piano- y su éxito en el pop, tras ser rechazado por las discográficas que le acusaban de imitar a Freddie Mercury, se fraguaría en la red a través de MySpace, donde 500.000 personas escuchaban su conocido Grace Kelly (el tema en el que se mofa de las críticas asegurando que puede ser Freddie o cualquiera que otros quieran) antes de firmar contrato.
UN ARTISTA COMPLETO
Pues bien, con esos antecedentes, dos discos en el mercado (‘Life in Cartoon Motion’-2007- y ‘The Boy Who Knew too Much’ -2009-) y numerosos premios musicales, Mika demostró en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid por qué es uno de los artistas actuales más completo. Su energía inagotable le hace bailar, cantar maravillosamente -con una técnica vocal que llega a un rango de tres octavas y media y explotada en su característico falsete- tocar el piano, divertirse y transmitir como pocos en directo.
Los espectadores del recinto de Madrid lo comprobaron durante casi dos horas de espectáculo, iniciado a la manera de 2001 Odisea en el espacio- con Mika llegado del cielo y disfrazado de astronauta-, y finalizado en un mundo colorista. Relax, Take It Easy, el primer tema de la noche-, ya puso a bailar a todos los asistentes, y su «Buenas noches Madrid, hoy voy a hablar solo en español» entabló una comunicación con el público inmediata.
BAILES FRENÉTICOS
Vestido con una especie de frac/chaqué gris (que luego iría cambiando por otras prendas similares, desde una camiseta de rayas rojas y blancas con cola a otra chaquetilla con manchones fosforescentes) y siempre en zapatillas, instaló en el escenario una maleta de la que iría sacando capas, paraguas y todo tipo de artilugios a lo largo de la actuación. En Big Girl, You Are Beautiful, dos enormes piernas hinchables de mujer – con tacones- coparon la palestra. Stuck In The Middle dio paso a una imitación con su voz de «el mejor solo de trompeta», a Dr. John y a la preciosa balada Any Other World. Luego, al piano, anticipaba: «Voy a contaros la historia de un amigo. Se llama Billy» (el tema Billy Brown), mientras un enorme triángulo rosa con el nombre de Billy en amarillo acompañaba a su música. Y de ahí, a un dragón gigante, a unos bailes frenéticos, al tema «Over My Shoulder» (en el que canta casi como de ópera) o a los coros del público en la canción «I See You».
Con Rain, luciendo pantalón negro y chaqué blanco, se llevó la gran ovación. «Es mi canción favorita», comentaban algunos fans, y el Blame It On The Girls con palmas flamencas continuó la efervescencia.
UN GUIÑO A ESPAÑA
Tras «la lluvia» de aplausos presentó a toda su banda- genial, acorde con el artista- que consiguió un sonido impresionante, una calidad musical y vocal dignas de mención e interpretó la preciosa Happy Ending. Tras un guiño a España con una procesión colorista a lo «Agatha Ruiz de la Prada» (que muchos no entendieron), pasó a «disparar» a todos sus músicos- con suicidio incluido- para pedir, tendido en el suelo, que todos los asistentes saltaran con él al ritmo de We are Golden. No hubo espectador que no obedeciera a Mika dando brincos de entusiasmo mientras el confeti caía del cielo. Una balada más al piano, una batería con cubos de basura, y la apoteosis final: Grace Kelly y Lollypop.
Mika dio y recibió. Sus miles de fans- que habían pagado entre 30 y 42 euros por la entrada- le filmaron y fotografiaron con sus cámaras y no le llamaron «Torero» de milagro. Pero el comentario general tras la velada fue unánime: qué conciertazo. En Madrid, Mika se ganó el sueldo.