El día que murió John Lennon

La noche del 8 de diciembre de 1980, cuando John Lennon y su esposa Yoko Ono regresaban a su apartamento en el Edificio Dakota de Nueva York, un joven de 25 años salió de entre las sombras y disparó a quemarropa. Cuatro de los cinco disparos que efectuó Mark David Chapman impactaron en la espalda del músico, que falleció apenas veinte minutos más tarde en un hospital. Treinta años después, John Lennon ostenta la categoría de mito en el imaginario colectivo, y su asesino, condenado a cadena perpetua, sigue en prisión solicitando la revisión de su libertad condicional.

El por qué Mark David Chapman disparó a John Lennon sigue siendo una incógnita a día de hoy. Tratándose de un enfermo mental, se podría comprender que, tras disparar a Lennon aquel 8 de diciembre de 1980, Chapman se sentara tranquilamente en la acera a la espera de la llegada de la Policía, o que una de las razones que esgrimió en su momento para justificar sus acciones fuera: «El sabía dónde iban los patos en invierno y yo necesitaba saberlo».

Con esa frase Mark David Chapman hacía referencia al libro ‘El guardián entre el centeno’, de J.D. Salinger, una novela considerada clave en la historia de la literatura estadounidense del siglo XX y que el asesino calificó de «un libro extraordinario que contiene muchas respuestas». Era, en definitiva, una de las mayores obsesiones de Mark David Chapman. Las otras eran los Beatles y el hombre al que asesinaría.

Pero ¿quién era John Lennon por aquel entonces? Lennon había sido uno de los fundadores clave de los Beatles más de dos décadas atrás, con su banda The Quarrymen. A ella se incorporaron Paul McCartney y George Harrison tan sólo un par de años antes de rebautizarse como The Beatles. Ringo Starr, el último del cuarteto conocido, llegaría en 1962.

Compositor y vocalista de la banda, fue junto a McCartney el responsable de algunas de las canciones más recordadas de los Beatles. Y, al mismo tiempo, uno de los principales culpables de la ruptura del grupo en 1970.

Un 10 de abril de ese año fue cuando Paul McCartney le contó al mundo la separación de la banda alegando diferencias «personales» y «empresariales». La mayoría de ellas eran con John Lennon, que ya un año antes había anunciado a los integrantes del grupo sus intenciones de dejarlo.

El músico había perdido el interés por los Beatles ya en 1965, cuando en una entrevista afirmaba: «Podríamos haber puesto cuatro figuras de cera sobre el escenario y la gente hubiera seguido igual de satisfecha. Los Beatles ya no tienen nada que ver con la música». Desde entonces, John Lennon se dedicó a sus trabajos de música experimental con su mujer, Yoko Ono, y declaró abiertamente no sentirse identificado con el último disco de los Beatles, de 1970.

Las versiones de quién fue el responsable de la ruptura de los Beatles varían: Se culpa a Yoko Ono, a McCartney y a Lennon por separado o a las malas relaciones entre ellos tres. Lo cierto es que ya antes del año 70 todos trabajaban en sus propias carreras en solitario.

Si los Beatles le habían convertido en un icono popular, su activismo político le convirtió en un símbolo social. Entre finales de los 60 y principio de los 70 Lennon se implicó en distintas causas cívicas, tanto con conciertos, como con donaciones o declaraciones.

‘Give Peace a Chance’ o ‘Power to the People’ fueron dos composiciones de Lennon que se convirtieron en himnos contra la Guerra de Vietnam y la segregación racial en Estados Unidos. Un conflicto que provocó incluso que el Gobierno de este país, dirigido entonces por Richard Nixon, tratara de deportarlo del país.

Habían sido algunas de las declaraciones incendiarias de Lennon las que habían sembrado en la mente enferma de Mark David Chapman la semilla del odio. Fan de los Beatles desde que tenía 14 años, no logró entender que Lennon renegara de ellos y especialmente de su relación con McCartney, con quien mantuvo duros intercambios de declaraciones a través de los medios varios años después de la separación del grupo.

Como ferviente cristiano evangélico, Chapman tampoco permaneció ajeno al torbellino de críticas que había desatado Lennon en 1966, cuando, durante una conversación con un periodista, consideró que los Beatles eran «más famosos que Jesucristo». Una ola de rechazo surgió entre los sectores más conservadores de Estados Unidos y miles de discos de los Beatles fueron literalmente lanzados a la hoguera.

Tras muchos años idolatrando a John Lennon, de pronto el gran héroe de Mark David Chapman se tornó en villano y en su cabeza empezó a rondar la idea de asesinarle. Víctima de los malos tratos en su infancia y con un largo historial de crisis psicológicas, es un misterio en qué punto toma la determinación de acabar con la vida del músico, pero lo cierto es que se decidió a hacerlo. Y lo consiguió.

Ya en octubre de 1980, Chapman había intentado asesinarlo, aunque desistió y regresó a su hogar. No obstante, el 6 de diciembre volvió a volar hasta Nueva York. La mañana del 8 de diciembre, antes de salir del hotel, Chapman dejó una copia de ‘El Guardián entre el Centeno’ y en sus páginas de cortesía escribió: «Esta es mi declaración».

Pasó todo el día frente a las puertas del Edificio Dakota, al lado de Central Park, donde vivía Lennon. En esas horas estuvo hablando con los fans del músico que a diario acudían allí e incluso se cruzó con John Lennon, al que le pidió que le firmara una copia de su último álbum, ‘Double Fantasy’. En aquel momento, se replanteó su objetivo inicial, pero finalmente decidió esperar al músico hasta su regreso para asesinarle.

En el juicio posterior al que se sometió el propio Mark David Chapman se negó a que su abogado alegara una enfermedad mental y fue condenado a cadena perpetua, con posibilidad de revisión a los 20 años. Las seis veces que ha pedido la revisión de su condena, le ha sido denegada por razones de seguridad, tanto del resto de los ciudadanos como de él mismo.

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