Ludovico Einaudi amansa a los madrileños en Los Veranos de la Villa

Ludovico Einaudi amansa a los madrileños en Los Veranos de la Villa

El compositor y pianista italiano Ludovico Einaudi durante el concierto que ha ofrecido en el escenario Puerta del Ángel, en Madrid, dentro de la programación de los Veranos de la Villa. EFE

EFE/Archivo

El verano es un periodo para relajarse, desconectar, reflexionar con uno mismo y recargar fuerzas para volver al trabajo, y Ludovico Einaudi se ha revelado como una ayuda perfecta en este sentido, gracias al introspectivo concierto que esta noche ha ofrecido en Madrid en Los Veranos de la Villa.

Con sus melodías sencillas y nada ostentosas, pero hipnotizadoras y penetrantes, este reinventor de la música clásica ha amansado a los cerca de 2.000 madrileños convocados, y los ha liberado de los ajetreos de una ciudad que no descansa ni en el periodo estival.

Einaudi y su piano han despegado fuerte, con el tema principal de su último disco, «Nightbook», que ha sumido en el silencio y la meditación a los presentes, hasta derivar en un conmovedor tramo final, con una perfecta sincronía entre los instrumentos de cuerda y la percusión.

Dando las gracias tras la buena acogida por parte del público, el piano de este gran compositor moderno ha vuelto a la carga con «In principio», un tema más relajado que el anterior, que ha enlazado directamente con «Indaco», donde han regresado el violín, la viola y el chelo.

Había dudas sobre la acústica de un escenario al aire libre como el de Puerta del Ángel, pero han quedado pulverizadas con «The crane game», el siguiente tema del repertorio, cuya melodía pausada y cíclica, pero que en ningún caso cae en el tedio o en la repetición, ha cautivado a los presentes.

Después, Einaudi ha unido las teclas de su piano con el xilófono para «The tower», una composición cuyas notas agarran con fuerza al espectador y le arrastran a un viaje a interior, del que uno es sacado repentinamente con los golpes de tambor de su intenso desenlace.

Un desenlace que ha generado silbidos y ovaciones de los presentes, quienes incluso se han levantado de las butacas, acabando con la relajación y tranquilidad que segundos antes caracterizaba su comportamiento.

Una luz morada enfocando exclusivamente a Einaudi ha creado una atmósfera idónea y embriagadora para el primer y bellísimo solo de piano que el artista ha entregado a sus seguidores, juntando dos temas que han vuelto a calmar los ánimos y traído la paz al recinto.

La iluminación ha cambiado a un tono verdoso para ambientar «Bye bye mon amour», un manjar para los sentidos que, como toda despedida amorosa, tiene su parte de placer y su punto de dolor, esto último reflejado en un rabioso cambio de cariz, acentuado por unos acertadísimos arreglos electrónicos.

Con el público plenamente concentrado y sin mover la mirada ni un solo centímetro del piano de Einaudi, ha llegado «Reverie», que ha supuesto el regreso al escenario de los instrumentos de viento, en una composición que ha vuelto a sumir al público en la introspección más absoluta.

Pero esas reflexiones internas se han visto súbitamente interrumpidas con «Nightbook», que ha sacudido a los presentes en una versión más potente que la del comienzo de la actuación, gracias a una mayor presencia de la percusión y del viento.

El piano ha recuperado el protagonismo absoluto en «Eros», donde el resto de instrumentos se han ido incorporando sutilmente, hasta desembocar en un emotivo momento final en el que el escenario se ha ido tiñendo de rojo poco a poco, generando una gran ovación y unos de los aplausos más largos de la noche.

El siguiente tema ha supuesto una ruptura con el resto del repertorio, ya que, durante unos minutos, el piano ha cedido su liderazgo a la electrónica y a la percusión, que han precedido a una espectacular entrada del bajo, la cual ha constatado que la música de Einaudi está, no un paso, sino diez más allá de la música clásica convencional.

Así, demostrada la influencia del pop y del rock en sus composiciones, Einaudi ha presentado a su banda, que ha interpretado algunos fragmentos de «Lady Labyrinth».

Para acabar, el artista italiano se ha despedido de sus compañeros y, cuando todos los presentes creían que abandonaría el escenario, se ha sentado a solas con su piano y ha regalado a los presentes uno de sus grandes éxitos, «Divenire», completando una generosa actuación de casi dos horas.

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