El lenguaje actual -sostiene Rodilla- es el teatro musical. Son historias con música, como lo es la zarzuela'
El enorme y valioso patrimonio de la zarzuela abunda en gratas sorpresas. ‘El Relámpago’ de Francisco Asenjo Barbieri ha retornado al Teatro de la Zarzuela siglo y medio después de su estreno y sólo en versión de concierto. La calidad de su partitura, la belleza y variedad de sus números vocales y la frescura y autenticidad que aún conserva han sido todo un acontecimiento. Un notable sin paliativos y una señal inequívoca de que a poco que se dedique atención a nuestro género musical autóctono, su vigencia y valor resultan incontestables.
El teatro musical español ha sufrido en los dos últimos siglos un permanente oprobio de representaciones chapuceras, producciones rácanas, programaciones repetitivas a cual más rutinaria, un público poco crítico y nada exigente, y una infundada inquina de las capas cultas, que en esto como en lo demás no han conseguido tener una visión ecuánime de nuestras virtudes y defectos colectivos. El género está sepultado bajo montañas de rutina y pereza. Necesita una limpieza urgente, como La Gioconda de Madrid, para mostrar sus muchísimos tesoros; necesita restauradores, talentos, oficio, innovaciones, mejoras, adaptaciones, podas y siembras, todo lo que ha permitido a su hermana la ópera burlar una decadencia que parecía irreversible.
La falta de presupuesto ha obligado al Teatro de la Zarzuela a presentarnos ‘El Relámpago’ en versión concierto, sin decorados ni escenografía, sin figurines ni figurantes. Eso ha permitido una poda enérgica de un libreto malo, un desbroce de las partes habladas, -casi siempre antiguallas tediosas y manidas que alejan al público nuevo-, y un abordaje de la partitura y las partes vocales con el imprescindible andamiaje de una buena orquesta y unas buenas voces a las órdenes de una adecuada batuta, algo que tan a menudo brilla por su ausencia en las actuales producciones.
Así que este ‘El Relámpago’ ha quedado reducido a dos horas de música coherentes, agradables y repletas de ecos del belcantismo italiano de la época, los rossini, donizetti y bellini que se estrenaban por entonces. Un auténtico placer que hubieran disfrutado muchos de los que se han sentido marginados en la caprichosa y fallida modernez de ‘The life and death de Marina Abramovic’ que el Teatro Real está ofreciendo a bombo y platillo. Lejos de nosotros enfrentar ambos espectáculos. Sin embargo, consideramos complementarias las óperas vanguardistas y las zarzuelas clásicas, el bel canto y el género chico, y sólo pedimos un poco más de equilibrio en los respectivos tratamientos. Si la zarzuela ha seguido derroteros segundones y mediocres también puede ser porque desde el principio se la vetó en el Teatro Real y porque siempre se la consideró oficialmente inferior sin serlo.
José Miguel Rodilla, director artístico y titular de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia, en esta su primera presencia en el templo zarzuelístico realiza una sobria pero efectiva, y rigurosa aunque inspirada dirección musical. Excelente resulta su adaptación de la obra a esta versión de concierto, quizás el acierto sobre el que pivotan todos los demás. Satisfecho por esta «recuperación del patrimonio», Rodilla no cree, sin embargo, (según declaraba a la agencia Efe) que este sea el momento de vivificación del género porque «los compositores contemporáneos van por otro camino» y sólo alguno, como Manuel Moreno Buendía, de 80 años, han querido contribuir con alguna obra. Pero «el lenguaje actual -sostiene- es el teatro musical. Son historias con música, como lo es la zarzuela».
La Orquesta de la Comunidad de Madrid estuvo precisa y habría estado impecable con un poco menos de contención y algo más de brío. La partitura no contiene momentos de especial lucimiento individual salvo un bonito diálogo del fagot con el personaje Jorge en el tercer acto, la romanza ‘Volver a ver un día’.
Ha bastado recurrir a cuatro buenos cantantes españoles, tres de ellos con gran experiencia operística, para que la calidad y la cantidad de los números musicales de esta zarzuela casi nos deje atónitos. Dúos, tercetos y cuartetos se prodigan con variedad y gracia; las dos sopranos y los dos tenores pueden lucirse en preciosas romanzas y virtuosas intervenciones; y todo ello es realzado por el protagonismo de un coro con intervenciones geniales, con números llenos de gracia que el público coreó ya desde su estreno.
Los cuatro intérpretes mejoraron conforme avanzaba la representación. Yolanda Auyanet es ya una experimentada soprano que ha trabajado en numerosas óperas desde que debutara con 23 años, y que ya hizo en este teatro una reciente Luisa Fernanda en el papel de la duquesa Carolina. Su do de pecho final colaboró grandemente a la satisfacción del público. Más larga carrera tiene incluso Ana María Sánchez, que ha interpretado 40 papeles diferentes en los escenarios operísticos. Su Enriqueta sólo pecó de no hacerse entender con una adecuada vocalización, defecto compartido con la otra soprano. Ambas protagonizaron dúos de gran belleza. José Luis Sola fue quizás el mejor de la noche, y su voz de tenor lírico recordaba a Juan Diego Flórez, mejorando lo presente, problemas de dicción y algunas vacilaciones. Ya hizo en la temporada pasada ‘La página en blanco’ en el Teatro Real, aunque en aquella partitura fuera imposible apreciar sus méritos. En este teatro intervino en la temporada 2008-2009 en el espectáculo Una noche de zarzuela. Finalmente, Lorenzo Moncloa, que desde muy joven colabora con todas las compañías privadas dedicadas al género lírico, y fue tenor invitado a los eventos para la Conmemoración del 2 de mayo dirigidos por La fura del Baus, suplió su poca potencia vocal con grandes dotes de maestro de ceremonias y contribuyó no poco con ello al éxito colectivo. Buen ejemplo de tenor cómico.
Una de las aportaciones más encomiables de esta zarzuela, que debemos decir que se inspiró directamente en una ‘opera comique’ francesa trasladando el argumento a Cuba y sustituyendo religiosidad por enredo amoroso, es la aportación del coro, algo que muy recientemente la competencia valoraba con la programación de C(h)oeurs en el Teatro Real. El coro de tenores abre y cierra la pieza, y brilla con la célebre habanera «Ay que guto, que plasé!» colocada entre el segundo y el tercer acto.
Fueron muchos los momentos felices en el concierto, que no decayó en ningún momento. El público llenaba la platea y se mostró satisfecho tirando a entusiasmado. El director de la orquesta levantó la partitura en alto en medio de una ovación. Barbieri siempre destacó ‘El Relámpago’ en el conjunto de su producción y su coro de ‘negritos’ ha pasado a la pequeña historia. El argumento es lo de menos. Es una obra que partiendo de la ‘opéra-comique’ francesa y asimilando con brillantez lo mejor delo ‘belcantismo’ italiano, enlaza con los ritmos antillanos en una zarzuela de la época isabelina. Un regalo.
VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 7
Dirección musical: 7
Libreto: 5
Partitura: 8
Voces e Interpretación: 7
El Relámpago
Zarzuela en tres actos
Música de Francisco Asenjo Barbieri
Libro de Francisco Campodón
Estrenada el 15 de Octubre de 1857
Dos únicas funciones, 14 y 15 de abril
Dirección musical, José Miguel Rodilla
ORQUESTA DE LA COMUNIDAD DE MADRID
Titular del Teatro de la Zarzuela
CORO DEL TEATRO DE LA ZARZUELA
Director: Antonio Fauró
Reparto
Clara – Yolanda Auyanet
Enriqueta – Ana María Sánchez
león – José Luis Sola
Jorge – Lorenzo Moncloa