Almas perdidas en Copenhague

Una visita a un festival de ópera creativo y original

Una velada musical en las ruinas de una antigua fortaleza en un islote desierto

Mercedes de Luis

El Festival de Ópera de Copenhague. Olviden el lujo, olviden los trajes de gala, los vestidos negros de pedrería y brillantes, dejen en el armario para mejor ocasión sus delicadas corbatas. Tal vez para el Teatro Real de Madrid, tal vez para la Ópera de Berlín. Bienvenidos a Copenhague, pónganse cómodos, no levanten el tono de voz y disfruten de la música. Pero por lo que pueda pasar, dejen en el respaldo de la silla un chubasquero. El festival tiene ya varios años de existencia y este año ha destacado en la programación ‘De fortabte sjæle på Trekroner’ (Las almas perdidas de la fortaleza de las Tres Coronas), una velada que incluye viaje marítimo al brumoso y frío islote que se yergue en la boca de la bahía de la ciudad, una incursión a los pasadizos de la fortaleza militar en ruinas. Trekroner, literalmente Tres Coronas, antigua base de operaciones nazi y al término de la Gran Guerra, prisión de los vencidos. Un cuento de almas atormentadas en los crueles misterios de la existencia.

Un escenario natural para una representación que busca involucrar a la audiencia. Herman Hesse en El Lobo Estepario, ponía algo así como Solo para Locos a la entrada del Teatro Mágico; pues aquí también la entrada del público tenía el siguiente letrero: ‘Cualquier acceso a la Fortaleza de Las Tres Coronas será bajo su propio riesgo’. (También una recomendación más práctica: llevar ropa cálida y buen calzado. La ópera no es aconsejable para personas con dificultad de movimiento).

Hacia las nueve de la noche de una jornada veraniega, una barca recibe a los espectadores, en el recinto portuario de nyhavn (o puerto nuevo) de Copenhague. Los directores artísticos, Morten K.Roesen y Anne Sophie Gertz, jovenes daneses con ilusión por su trabajo, pretenden que esta ópera ofrezca un repertorio lírico excepcional pero además se han propuesto que el público monte en esa barca, para surcar el intenso azul del mar hasta la isla de Las Tres Coronas y presenciar el fabuloso espectáculo, no en el interior de un teatro al uso, sino en los pasadizos de una fortaleza derruida.

Nosotros espectadores y nosotros cantantes, nosotros somos la ópera. ¿Qué le responde el caníbal al explorador? «Eres parte de mi menú»: exactamente, el público debe ser parte de la ópera. Según Anne Sophie Gretz, todas las sensaciones despertadas en alta mar: misterio, silencio sepulcral, anochecer…conforman una provocación buscada a modo de calentamiento. Los cantantes quieren convertirnos en sus cómplices.

En la isla el público es conducido a través de pasadizos oscuros a diferentes salas, débilmente iluminadas con candiles. En cada habitación se representa una escena. El repertorio es interpretado por  tres cantantes, dos hombres y una mujer. Se incluye un tema tradicional escandinavo de Jon Asgeirsson y Rosa Gudmundsdòttir, Visur Vatnsenda Rósu. Esta canción ha sido versionada también por Bjork, al parecer es un balada folk islandesa. Imaginen este tema si pueden, en la voz de Regina mientras camina por la oscuridad de unas ruinas de piedra.

Sobre la ambientación: rescatemos de las leyendas de vampiros y de fantasmas de la ópera, el sentido de vivir en la oscuridad, alejados de la sociedad y tendremos la esencia de esta ópera. Y sobre todo, recordemos una vez más el argumento: Una historia de amor donde un doctor chiflado arde en deseos por la bella cantante (Regina), mientras que el cantante tenor hace las veces de salvador de la dulce muchacha.

Más allá de la historia romántica y pasional, hay espacio para una experiencia peculiar, durante el descenso al sótano mientras una de las cantantes interpreta la canción danesa  Solen er så rød mor, «El sol es tan rojo, madre», sin duda el momento que personalmente destacaría. En esa profundidad remota se ha instalado una luz rojiza y el público debe arremolinarse en torno a la luz, como si se tratara de algún ritual religioso.  Suena aproximadamente así:

En palabras de Morten K. Roesen, aquella bajada a los infiernos de Trekronen, «era como un intermedio en la ópera, para dejar un poco la parte del canto y experimentar las dimensiones de la fortaleza». Salir a la superficie y volver a embarcar rumbo a la civilización sin duda supuso una tranquilidad para nuestras almas perdidas.

Regina Unnur, una islandesa educada en la Academia de Canto de Reykjavic y en Conservatorio Real de Copenhague, nos dice: ‘Fue muy interesante llegar a involucrarse en este proyecto, tan diferente a lo que sería cantar en un teatro normal. Sí, tenía mis reparos antes de visitar la vieja fortaleza, pero después de haber comprobado la acústica del lugar, las preocupaciones desaparecieron. Por supuesto que no es el sitio más limpio del mundo, tienes que estar dispuesta a ensuciarte las manos. Al final nos las arreglamos para sacar el trabajo adelante. Me encantó la experiencia de acercar la música a la gente para que sintieran que casi eran parte de la trama, en vez de simples espectadores. La gente parecía disfrutar la experiencia con los cinco sentidos.

Morten K.Roesen y Anne Sophie Gretz explican por qué eligieron como escenario natural la fortaleza: ‘Es simple, se trata de encontrar un lugar en concreto y dejar que te hable. De manera automática recibes una respuesta creativa, pero tienes que ser flexible y saber cómo adaptarte. La fortaleza nos pareció un emplazamiento interesante para desarrollar una ópera ya que está alejado del concepto de escenario clásico. Nos permite apreciar la voz como un sonido nuevo, gracias al cambio de contexto. Tradicionalmente uno escucha desde cierta distancia, cómodamente sentado en el escenario en un teatro o una sala, pero no aquí, donde vigilan mudas las lúgubres salas y oscuros pasadizos de la fortaleza.

‘En cierta manera -prosiguen- puedes decir que este tipo de ópera genera una experiencia de democracia, donde los cantantes se mezclan con los espectadores y pasan respirando al lado unos de otros. Esa naturalidad resulta asombrosa, porque te permite ver muy de cerca los rostros de los artistas y sus expresiones. En un momento de la obra, los espectadores descienden al infierno de estos locos personajes, unos y otros son incapaces de distanciarse de lo que están experimentando. Todo se desarrolla justo en frente de ellos. La idea era, y supongo que así lo experimentan los espectadores, que la historia involucre al público. “¿Podréis escapar, correréis el mismo destino que los personajes? Como espectador viajas a la isla a bordo del barco que te conduce en mitad de la oscuridad nocturna, surcando el mar abierto, sin saber lo qué sucederá… Y llegas a una isla donde encuentras a gente tarada que parece un poquito inestable mentalmente.  Para acentuar esta locura elegimos un repertorio lírico que añadiera un toque a esa atmósfera de pasadizos y habitaciones destartaladas de la vieja fortaleza. También elegimos arias y duetos que no fueran acorde con el escenario, para dar una dimensión extra a la experiencia’.

Copenhagen Opera Festival 2012

(Ver programa completo y toda la información)

De fortabte sjæle på Trekroner
The Lost Souls of The Three Crowns Sea Fortress
Las almas perdidas de la Isla de las Tres Coronas
6 representaciones del 31 de julio al 6 de agosto de 2012

Concepto y producción artística: Morten K. Roesen/Anne Sophie Gertz
Escenografía e iluminación: Nikolaus Webern

Elenco: Regína Unnur Ólafsdóttir, Nana Bugge Rasmussen, Martin Hatlo, Tobias Ørum, Live Berger Brekke, Nikolaj Roesen, Maja Clementsen Hansen, Katrine Elise Leth Nielsen.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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