Se trata de exculpar de todo a la alcaldesa Botella y 'cebar' un chivo expiatorio, papel para el que el vicealcalde Villanueva tiene bastantes papeletas
El ataque es desaforado y lo protagoniza el diario que más se ha beneficiado, en todos los ámbitos y de todas formas, de la privilegiada relación de su director con el matrimonio Aznar, el ex presidente balear Jaume Matas y casi todos los organismos controlados por el PP.
Afirma el rotativo de Pedrojota Ramírez que Miguel Ángel Villanueva, vicealcalde de Madrid, mintió sobre su relación con el organizador de la macrofiesta de Halloween en el Madrid Arena, que terminó con la muerte de cuatro jóvenes.
Según desvela ‘El Mundo’ este 11 de noviembre de 2012, fue el propio Villanueva quien casó a José María Flores, hermano de Miguel Ángel, administrador y propietario de Diviertt, la empresa que está detrás de la ‘Thriller Music Park‘ celebrada en la noche de las Ánimas.
El vicealcalde de Madrid fue muy criticado en su primera declaración tras la tragedia, por aparecer enseguida a adr explicaciones y asumir, casi como si s ela creyera, la versión sobre aforo que le había facilitado Flores.
A pesar de haber negado una relación estrecha con Miguel Ángel Flores, dice el periódico de Pedrojota que se ha demostrado lo contrario, ya que el oficio del matrimonio de su hermano sólo pudo ser solicitado por el interesado.
Los datos parecen claros, aunque no las conclusiones que se extraen. Todo huele, un poco, a una maniobra a varias bandas, destinada a exculpar de todo a la alcaldesa Botella y ‘cebar‘ un chivo expiatorio, papel para el que el vicealcalde Villanueva tiene bastantes papeletas.
LO QUE REVELA EL INFORME POLICIAL
Todo ídnica que el momento crotico, en el que confluyeron todos los elementos para provocar la tragedia, ocurrió exactamente a las 04,07 de la madrugada del 1 de noviembre de 2012.
Justo en ese instante fuera del Madrid Arena, donde el alcohol a mansalva ya está haciendo de las suyas, se corre la voz de que Aoki va a empezar a tocar.
Cientos de personas, según el atestado (que evita dar cifras de aforo real, porque esa prueba pericial está aún por acabar), saltan los tornos de entrada, sin tique, y corren hacia el interior del pabellón; el control de acceso se revela insuficiente y todo se desborda.
Los ‘asaltantes‘ toman el pasillo hacia uno de los vomitorios habilitados (hay nueve en total, pero sólo dos abiertos) y las víctimas se topan allí con los que se han colado, a la carrera, y con quienes bajan apresurados para no perderse a Aoki por las dos escaleras que comunican el anfiteatro superior con el corredor.
Se juntan dos corrientes opuestas de unas cien personas. Katia, Belén, Teresa, Rocío y Cristina, caen al suelo y, en un efecto dominó a la inversa, las sepultan decenas de jóvenes.
Los tres o cuatro vigilantes de esa zona se ven desbordados ante la avalancha humana.
Uno de ellos rompe de un golpe la puerta de la sala de dopaje que está justo al lado y se ve el fogonazo de otro petardo.
La gente grita, desesperada. Son las 4.07 horas, y un chico realiza la primera llamada al 112:
«Hola, llamo desde el Madrid Arena. Se ha producido una avalancha. Hay gente en el suelo, y varios vigilantes están reanimando a unas jóvenes…».