2013 puede empezar feliz con esta pequeña ayuda mozartiana
Siempre ha sido y será un desafío peligroso para una compañía de danza bailar a Mozart u otros grandes de la música clásica. Porque cuando el autor y la pieza en cuestión son tan unánimemente alabados, es fácil que la coreografía puesta en marcha en el escenario no esté a su altura, quede pobre o más a menudo recargada, quiera ser original o aún peor psicoanalizar la partitura. Mark Morris demuestra que una enorme experiencia de tres décadas le ha puesto a salvo de veleidades personalistas y arrogancias intelectuales. Sólo pretende acompañar, traducir y representar tres composiciones pianísticas mozartianas con la mayor reverencia, fidelidad, rigor y estoicismo posible, sin adornos ni florituras, sin envoltorios llamativos. Estas Danzas Mozartianas del Mark Morris Dance Group estrenadas ayer en el Teatro Real son un monumento de belleza y discrección, de armonía y talento. Sólo transmiten placidez, felicidad, hermosura. Son un oasis para el alma. Un lujo msin parangón para despedir la nochevieja o recibir el nuevo año.
Ocho parejas de bailarines. Ellas son las protagonistas de la primera pieza; ellos, los de la segunda. Todos juntos bailan la pieza final. Las tres coreografías son coherentes entre sí; forman una cajita con otra cajita dentro que a su vez contiene la más delicada de las tres. La coreografía va desplegándose de forma ascendente, como consiguen los grandes espectáculos, que te transportane volandas hasta el final en un crescendo sin interrupciones. Los tiempos son perfectos, la duración, exacta; las pausas, medidas.
El escenógrafo no pretende descubrir ninguna viena, pero su parquedad inmóvil no es la prosaica y vacía de tantos espectáculos de danza, con la tramoya a la vista y nada más. El escenario está rigurosamente vestido de negro en sus laterales con tres discretas hendiduras a cada lado. Y el proscenio ocupado por un gran panel vestido de pinceladas gigantes: tres en la primera pieza, quizás nueve en la segunda, seis en la tercera. Sobre ellas y la escena actúa una iluminación compleja hasta parecer simple, que va modificando el color del espectáculo y de las pinceladas en acertada sinestesia.
Las coreografías son de una textualidad muy lograda. Su representación de la partitura mediante el movimiento de los cuerpos es de una sincronicidad, agudeza, perspicacia y a veces ironía, fascinantes. Hay salidas y entradas del escenario desfilando marcialmente al son de las notas de Mozart, de auténtica antología. Hay escalas y arpegios representados en las evoluciones del cuerpo de baile, memorables. El vestuario mantiene la tónica general de discrección y sutil elegancia: ya es bastante, pues no pretende deslumbrar sino ser mero comparsa de una música y una danza en una hermandad medular.
Mark Morris siempre ha trabajado con música en directo. Ciertamente, cuando la música ocupa un papel tan protagonista, es absolutamente imprescindible. Y un directo mal interpretado, arruinará con toda seguridad el conjunto. Un matrimonio de destacados pianistas desgranan tan excelsas melodías con una fidelidad opaca y anónima que al final deslumbra. La orquesta titular en formación reducida bajo la dirección del maestro Jane Glover completa una ejecución -sobresaliente por sí misma- de ambos conciertos – el 11 y el 27- flanqueando a la sonata a cuatro manos Kegel-448, en un tríptico que demuestra cuidadosa elección y perfecto encaje por parte del creador de este redondo ‘Mozart Dances’. Fue un placer añadido contemplar a la señora Glover reinar sobre el espectáculo con exquisitos modales femeninos que son aún una rareza en los estrados orquestales.
Poco más necesitamos añadir. El teatro estaba casi lleno y el boca a boca seguro que lo llenará en las cinco funciones siguientes. Nadie salió corriendo como empieza a ser frecuente ver en los estrenos del Real. Los aplausos fueron prolognados, encendidos y unánimes como pocas veces en esta sala y para todos por igual, bailarines, pianistas y orquesta, directora y coreógrafo. El ‘Mark Morris Dance Group’ no destaca a sus bailarines principales así que no hablaremos de ellos. Esta coreografía tiene seis años ya pero resistirá lo que quiera. No hemos visto con música de Mozart nada mejor. ¡Feliz año 2013!
Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 9
Concepto: 9
Coreografía: 8
Danza: 8
Música: 9
Escenografía: 8
Iluminación: 8
Vestuario: 7
Producción: 9
Teatro Real
MOZART DANCES
Mark Morris Dance Group
http://markmorrisdancegroup.org/
Diciembre: 30 y 31 (19.00 h), Enero: 2, 3, 4 y 5 (20.00 h)
Coreógrafo Mark Morris
Escenógrafo Howard Hodgkin
Figurinista Martin Pakledinaz
Iluminador James F. Ingalls
Bailarines: Chelsea Lynn Acree, Samuel Black, Rita Donahue, Domingo Estrada Jr., Lesley Garrison, Lauren Grant, Brian Lawson*, Aaron Loux, Laurel Lynch, Stacy Martorana, Dallas McMurray, Amber Star Merkens, Maile Okamura, Spencer Ramirez, Billy Smith, Noah Vinson, Nicholas Wagner*, Jenn Weddel, Michelle Yard (*aprendiz).
Música Wolfgang A. Mozart (1756-1791)
Parte I
‘Eleven’
Concierto para piano y orquesta nº 11 en Fa mayor, K. 413
– Allegro
– Larghetto
– Tempo di minuetto
‘Double’
Sonata para dos pianos en Re mayor, K. 448*
– Allegro con spirito
– Andante
– Allegro molto
Parte II
‘Twenty-seven’
Concierto para piano y orquesta nº 27 en Si bemol mayor, K. 595
– Allegro
– Larghetto
– Allegro
EMANUEL AX, YOKO NOZAKI*, pianistas
ORQUESTA TITULAR DEL TEATRO REAL
(Orquesta Sinfónica de Madrid)
JANE GLOVER, directora musical
Duración aproximada: Parte I (Eleven y Double): 55 min.; Pausa de 20 min. Parte II (Twenty-seven): 35 min.
Obra encargada por el Festival New Crowned Hope de Viena, el Barbican Centre de Londres y el Lincoln Center for the Performing Arts de Nueva York.
Estrenada el 17 de agosto de 2006 en el New York State Theater, Lincoln Center for the Performing Arts de Nueva York.