La ópera de siempre y el séptimo arte de hoy en una síntesis progresista
Mientras la turba manipulada por los ricos burgueses emergentes asaltaba la Bastilla y daba inicio a la Revolución Francesa, Wolfgang Amadeus Mozart escribía una partitura celestial para un guión ocurrente y divertido. Será la inmortal ‘Così fan tutte ossia La scuola degli amanti’ (Así hacen todas o La escuela de los amantes) , de la que ayer se estrenó en el Teatro Real una producción destacable, entre las mejores de este teatro en dos décadas. El director de escena Michael Haneke no pudo presenciar la vibrante acogida de su propuesta porque hoy recibirá en Los Ángeles alguno de los cinco premios Oscar a los que está nominado. Fue una de esas grandes noches inolvidables y apenas quedan entradas para las nueve representaciones programadas. La precisión de una buena película al servicio de una de una ópera inmortal.
Michael Haneke llevaba varias semanas en Madrid demostrando que su fama cinematográfica no es baladí. Con buen criterio, no quiso adelantar su visión y concepción de lo que preparaba para no condicionar los ánimos y las plumas, como tan frecuente es en la crítica de espectáculos. De su trabajo se filtraba una seriedad minuciosa. Y el resultado ha sido excelente. Pocas veces este gigantesco escenario ha deslumbrado de forma tan intensa al levantarse el telón. El cineasta austriaco superpone un gran salón actual con enormes divanes blancos, sólida biblioteca de libros de arte, gran mural de estilo moderno y tema dieciochesco, y panorámicos ventanales a una fabulosa terraza palaciega de un inconfundible palacio barroco en el Nápoles donde la acción se ambienta. Con igual fusión de épocas, los elegantes invitados que llegan a la fiesta aúnan ropajes versallescos y esmóquines y alta costura de nuestra actuales élites. La síntesis de buen historicismo y mejor actualización está servida. Sin más aditamentos, en su elegante discreción, aportará la ambientación perfecta para el tono ambiguo de esta pieza, su sutil ironía, su fino humor, su decadente trama.
El director de escena se apoya en un equipo que no podemos por menos que calificar de fabuloso. La iluminación de los cielos napolitanos y de la terraza y los salones de la hipotética mansión a lo largo de la jornada en la que se desarrolla la acción es en sí misma una delicada e intimista película cuya contemplación no queda atrás de la música que estamos escuchando. Y diciendo eso, qué más podríamos. Los figurines son candidatos al Oscar teatral de la especialidad si es que existiera (el atuendo de don Alfonso es sensacional) , y el ‘casting’ del nutrido grupo de actores que secunda a los protagonistas, así como su movimiento y expresividad en escena, incorpora esos enormes logros que la industria cinematográfica ha conseguido y cuya emulación está dado lugar a una edad de oro en los escenarios.
La batuta virtual de Michael Haneke armoniza el conjunto expandiendo una pericia visual, una minuciosidad exigente y una capacidad narrativa penetrante que demuestra haber aprovechado como pocos su ya densa carrera cinematográfica. Personajes reales, ambientación sugerente y acción comprimida en una jornada. Todos aciertos. Como acierto es utilizar al completo el gigantesco escenario, llenarlo hasta rebosar, algo que muchos escenógrafos no se atreven a hacer y algo importante de lo que nos privan.
Y junto a su batuta virtual, la batuta real de Sylvain Cambreling colaboró a la perfección en la armonía esencial del conjunto de factores que construyen un espectáculo magistral. A menudo en el mágico mundo del espectáculo en vivo y en directo hay piezas en la compleja suma que tienen menor nivel, que no encajan, que distorsionan, que distraen. No será aquí. Cambreling realizó un impoluto trabajo de dirección orquestal y el conjunto orquestal sonó como tenía que sonar. El tiempo se detenía y la orquesta se recreaba, y las tres horas de la representación (sin contar el intermedio) se alargaron un tanto, sobre todo en el primer acto, casi quince minutos. ‘A menudo existe el cliché de que hay que hacer los recitativos muy deprisa, que el texto pase lo más rápido posible, para llegar a las partes orquestadas. Esto es un error, porque los ‘tempi’ están perfectamente compuestos. Así que lo que no hay que hacer de ningún modo es correr’, responde el director que añade: ‘Haneke es un realizador muy meticuloso y perfeccionista, prepara cada escena con un ‘storyboard’, como si hiciera una película. Marca los movimientos de los cantantes hasta el más mínimo detalle, contando paso a paso. Pero en lo relativo a la música, soy yo quien marco los ‘tempi’ y el ritmo de los recitativos. Estos últimos son lo más difícil desde el punto de vista teatral, pero Mozart los dejó muy bien definidos, muy marcados’. Todo muy cierto. Pero a Del Ponte en su mejor libreto se le engatilló el final y el desenlace del simulacro, la infidelidad femenina reprobada y sin embargo justificada, la varonil superioridad asegurada aunque cuestionada, y el final feliz a pesar de todo, se embarullan en veinte minutos conclusivos un tanto confusos que no podían adelantarse en tanto a los convencionalismos de la época.
‘Lo que busca Haneke, que es muy realista, -continúa Cambreling en un análisis que compartimos contra lo que suele pasarnos con otros directores musicales- es que todo sea plausible, y eso lo consigue a través de los detalles. De ahí que se haya contado también con cantantes jóvenes –las pruebas de selección fueron muy largas y exigentes–, para que sobre la escena resultaran atractivos, modernos, ideales’. Es otro de los grandísimos aciertos de la propuesta, su veracidad en un género en el que es frecuente que el físico de los cantantes no coincida con el personaje. El reparto canta bien y actúa mejor todavía: pocas veces hemos visto tan bordadas interpretaciones teatrales en escenarios operísticos y es de suponer que el mérito se daba también a este director de escena, que sólo ha montado dos óperas y que dice que no quiere montar más. Disentimos, no obstante, en un aspecto importante de su montaje: quitarles a medio camino del primer acto el disfraz de rústicos albaneses a los dos protagonistas que quieren probar la fidelidad de sus novias. Aunque casi todos conozcamos la trama no deja de complicar su exposición. Junto a ello, el gigantesco mueble bar iluminado es un hallazgo de contraposición a la luz natural pero adquiere excesivo protagonismo. Los aportes de los candelabros con velas no por más habituales son menos bellos. No nos gustó tanto sin embargo los tocados que con el mismo recurso y a modo de cornamentas metafóricas van a lucir en un momento dado los dos arrogantes novios.
No tenemos ningún reparo al reparto, sólo elogios y agradecimiento. La soprano alemana Anett Fritsch triunfó claramente con su Fiordiligi y y el tenor argentino Juan Francisco Gatell fue creciendo en su Ferrando hasta merecerse las aclamaciones que recibió y más si hubiera. La mezzosoprano Paola Gardina secundó a su hermana con una Dorabella precisa, y el bajo-barítono alemán Andreas Wolf irrumpió en su Guglielmo con un poderío enorme que debió atenuar para no avasallar a su amigo Ferrando. Un cuarteto magnífico de jóvenes cantantes que mostraron futuro al género en el perfil más contenido al que divas y divos se ven impelidos en los nuevos horizontes operísticos.
La Despina de la soprano sueca Kerstin Avemo fue creciendo conforme el personaje vence una aparición un tanto imprecisa, el único fallo del vestuario en nuestra humilde opinión. Hizo una gran interpretación de su personaje, esa camarera lista que ve el mundo como lo ha impuesto el sentido práctico en nuestros días, y por eso se entiende tan bien con ese Don Alfonso tan realista y tan flemático que interpreta el bajo barítono británico William Shimell.
‘Così fan tutte’ es la última ópera del trío que nos dejaron Da Ponte y Mozart, tras Don Giovanni y Le nozze di Figaro. Cambreling opina que es también la más moderna y la que resulta más difícil tanto para las cantantes como para el director. Tiene 18 ensembles y 12 arias, es la más larga, la que exige un mayor virtuosismo. Se puede considerar una obra de cámara con mucho texto. Se presenta sin cortes, lo cual es una novedad, y exige un gran esfuerzo y concentración por parte de los artistas. “Sonreír entre lágrimas” explica Chejov lo que le inspiraba Mozart. ‘Siempre manifiesta una gran humanidad, un gran amor por los seres humanos y por sus debilidades. Su mirada puede ser irónica, nunca agria, y es capaz de mantener la distancia en sus aspectos trágicos. La ligereza y el humor dan lugar a una música que nos hace sonreír porque entraña una gran lucidez sobre la condición humana’ añade Cambreling.
El Teatro Real rezumaba esa expectación optimista de las grandes noches. El público se mostró reservado durante la función con apenas tres o cuatro irrupciodes con aplausos, dos con explícita preferencia para la Fritsch, pero al caer el telón mostró unánime entusiasmo, rostros satisfechos y signos indudables de haber asistido a algo emocionante. Haneke invitó al cine a Mozart. Y a Mozart, le encantó: cómo iba a ser de otra forma.
Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 8
Libreto: 8
Partitura: 9
Dirección musical: 8
Dirección artística: 9
Voces: 7
Orquesta: 8
Coros: 7
Interpretación: 8
Escenografía: 8
Producción: 8
Teatro Real
COSÌ FAN TUTTE
Wolfgang Amadé Mozart (1756-1791)
Dramma giocoso en dos actos
Libreto de Lorenzo Da Ponte
Nueva producción del Teatro Real, coproducción con De Munt /La Monnaie de Bruselas
Director musical: Sylvain Cambreling (23, 26, 28, 2, 4, 6, 9), Till Drömann (12, 15, 17)
Director de escena Michael Haneke
Escenógrafo Christoph Kanter
Figurinista Moidele Bickel
Colaboradora de la figurinista Dorothée Uhrmacher
Iluminador Urs Schönebaum
Director del coro Andrés Máspero
Asistentes del director de escena Wolfgang Schilly, Marcelo Buscaino, Catalina Molina
Maestros repetidores Arnaud Arbet, Riccardo Bini
Casting de actores Luis San Narciso
Reparto
Fiordiligi Anett Fritsch
Dorabella Paola Gardina
Guglielmo Andreas Wolf
Ferrando Juan Francisco Gatell
Despina Kerstin Avemo
Don Alfonso William Shimell
Clave Continuo Eugène Michelangeli
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Coro Intermezzo y Orquesta Sinfónica de Madrid)
Duración aproximada
Acto I: 1 hora y 30 min.
Pausa de 25 min.
Acto II: 1 hora y 30 min.
Fechas
23, 26, 28 de febrero
2, 4, 6, 9, 12, 15, 17 de marzo de 2013
19.00 horas; domingos, 18.00 horas.