Norma, una nada casta diva

La coproducción naufraga por su costado escénico en su llegada al Teatro Real

Norma, una nada casta diva
Norma, de Bellini - Teatro Real

La gran sacerdotisa druida, hija del jefe de una tribu gala innominada, y mujer de doble vida, pues ha sido amante durante años del general de los ocupantes romanos con el que ha tenidos dos hijos, es uno de los grandes personajes femeninos de la historia de la ópera, repleta de personajes femeninos inusitados. Desde 1914 no se programaba este título emblemático en el Teatro Real. Una coproducción española en manos italianas que sufre de una desangelada puesta en escena.

Dirán que es la obra maestra de Vincenzo Bellini (1801-1835) pero algunos preferimos sin la menor duda I Puritani. Sin duda es un ejemplo de la máxima altura del belcantismo, con sus largas melodías dramáticas, muy ornamentadas y emotivas, pero el argumento es más demencial que la media, y la trama se va espesando hasta dificultar una atenta escucha de su magnífico contenido vocal. Aburre un poco y por eso necesita una puesta en escena de alto nivel. Desgraciadamente, la de Davide Livermore -que fue cantante lírico durante 22 años antes de reciclarse como director de escena en 2001-, estrenada en Valencia hace año y medio, es de las más deficientes de las últimas temporadas y ello lastra de manera muy seria el espectáculo, por mucho que se diga que lo más importante en la ópera son las voces, afirmación que como todas las rotundas, puede y debe ser matizada: buenos directores artísticos han salvado no pocas veces partituras discutibles, mediocremente dirigidas con repartos flojos.

No es el caso esta vez. La escenografía se centra en un mamotreto móvil, con un altar en lo alto al que se asciende por empinadas gradas, con una cueva en su base, de formas enrrevesadas y grotescas que recuerdan inmediatamente a los basamentos de donde surgen los ‘ninots’ de las Fallas. Ni realista ni surrealista ni hiperrealista: resulta muy feo. Los figurines colaboran enormemente a la desagradable presencia escénica, inspirados marcadamente en la inocografía de las historietas de Astérix el Galo, aparecidas en 1959 en la revista Pilote. La iluminación resulta inapropiada y en los períodos en que domina el rojo crudo resulta hasta desagradable. Los vídeos son confusos y el efecto de las proyecciones a gran escala de los protagonistas resulta redundante, y en el caso de Pollione francamente de mal gusto, convertido el intérprete en una especie de galán conquistador de serie B cinematográfica. El conjunto resulta chirriante en un coso operístico, como si la estética desacertada -¿chabacana, hortera, bullanguera?, ¿de musical pop, de espectáculo televisivo?- se hubiera adoptado como provocación premeditada. Pero no, la propuesta iba en serio y por eso resulta incluso más lamentable.

Para colmo de males, las evoluciones sin sustancia de un grupo de danzantes contribuyen al desbarajuste estético no menos que un protagonismo insistente de los hijos de la sacerdotisa en escenas forzadas. Danzantes semidesnudos, niños correteando, postes metálicos a modo de árboles, todos elementos muy vistos ya en mil representaciones sin aportar novedad alguna.

Se trataba del segundo título que el Palau de les Arts valenciano produce con el Teatro Real de Madrid después del éxito de L’elisir d’amore, de Donizetti. Fue en 2013 (ver nuestra reseña) y por obra y gracia de un equipo artístico bien diferente, con el director de escena Damiano Michieletto al frente. Y el resultado no podía ser más desigual. Notable, entonces; suspenso, ahora. Hay que retrotraerse a un par de fiascos de la época del fallecido Gérard Mortier para encontrar algo semejante.

La presencia en el Real de la coproducción servía además de confirmación y reválida al equipo italiano que se ha hecho cargo del Palau de les Arts de Valencia, no sólo el turinés Livermore como director artístico, sino también el milanés Roberto Abbado como director musical. El sobrino del reverenciado Claudio, fallecido hace dos años, había dirigido ya en el Real de la misma manera -pulcra, esmerada, prudente- un Rigoletto en 2009. Tampoco tuvo problemas esta vez y tampoco se arrriesgó en demasía.

Era la noche de estreno del segundo reparto, que a menudo depara sorpresas agradables y que esta vez sin ninguna duda estará al menos a la altura del primero. El trío protagonista supo elevarse sobre un escenario desabrido, sobre una interpretación actoral muy floja, y cantar notablemente esta exigente ópera. La hermosa y potente voz de la soprano Angela Meade destacó especialmente. El tenor Roberto Aronica la secundó correctamente y la mezzoprano Veronica Simeoni supo dar el contrapunto de doncella de apariencia frágil y principios firmes que es Adalgisa. Junto a ellos tuvo una gran actuación el bajo-barítono español Simón Orfila (muy apreciado en sus numerosas presencias en este teatro) en el papel de Oroveso, el jefe de los galos y padre de Norma.

Como comenta Francesco Izzo en el programa de mano, ‘en muchas óperas hay un momento específico que todos esperamos. En Norma no cabe duda de que ese momento es la plegaria de la protagonista en el primer acto, «Casta diva». Su atractivo no resulta difícil de entender: se trata de una melodía memorable cantada sobre un acompañamiento de tresillos arrulladores, un lento ascenso hacia un clímax, una sutil intervención del coro coronada por melismas de la solista, una repetición de la melodía con un texto distinto (melodía que puede adornarse si la intérprete así lo desea) y una cadencia final que asciende hasta un Si bemol y después desciende cromáticamente, provocando deleite vocal y suspense antes de la resolución final. «Casta diva», junto con otros pasajes de Norma y melodías de otras de sus óperas, desde «Prendi, l’anel ti dono», de La sonnambula, hasta «Qui la voce sua soave», de I puritani, es belliniano por antonomasia. Como comentó Verdi en 1898: «Son largas, largas, largas melodías, como nadie ha escrito antes que él».

Pues bien, Angela Meade estuvo a la altura del desafío, que sonó sublime con esa implicación enorme del coro que Bellini compuso. Los cuatro dúos de la ópera supieron diferentes: el primero, de Norma y Pollione, un tanto anómalo, pero el que enfrenta largamente en el segundo acto a Norma con Adalgisa sin embargo fue totalmente convincente, diríamos que rotundo.

Norma es la octava ópera de Bellini y un título mítico para los aficionados, aunque ocupe el lugar 35 entre las más representadas. Como explica Izzo, ‘una exploración de conflictos individuales y colectivos que cuestiona de forma significativa los límites de la ópera italiana convencional de aquel momento. Norma es, en muchos sentidos, una obra experimental, y el resultado de un proceso creativo extremadamente complejo e inusualmente extenso’. Fue un fiasco en su estreno en 1831 pero pronto se convirtió en parte del canon del género.

En la velada del viernes pasado al público no pareció preocuparle la puesta en escena y se prodigó algo más de lo ritual en aplausos a los cantantes. Una producción con la que cuesta llegar al aprobado alto en el balance final.

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 6
Dirección musical: 7
Dirección artística: 5
Voces: 7
Orquesta: 7
Coro: 8
Escenografía: 5
Producción: 5
Programa de mano: 8
Documentación a los medios: 8

Teatro Real
NORMA
Vincenzo Bellini (1801-1835)
Tragedia lírica en dos actos
Libreto de Felice Romani
Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con el Palau de les Arts de Valencia y la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO)
Fechas: 20, 21, 23, 24, 26, 28, 29, 30, 31 de octubre – 1, 2 , 4 de noviembre.

    EQUIPO ARTÍSTICO
Director musical – Roberto Abbado
Director de escena – Davide Livermore
Escenografía – Giò Forma (Florian Boje)
Figurines – Mariana Fracasso
Iluminador – Antonio Castro
Video – D-WOK
Director del coro – Andrés Máspero

    REPARTO
Pollione Gregory Kunde, tenor (Oct. 20, 23, 26, 29 • Nov. 1, 4)
    Roberto Aronica, tenor (Oct. 21, 24, 28, 31 • Nov. 2)
    Stefan Pop (Oct. 30)
Oroveso    Michele Pertusi, barítono (Oct. 20, 23, 26, 29)
    Simón Orfila, barítono (Oct. 21, 24, 28, 31 • Nov. 2, 4)
    Fernando Radó, barítono (Oct. 30 • Nov. 1)
Norma    Maria Agresta, soprano (Oct. 20, 23, 26, 29 , Nov. 1, 4)
    Angela Meade, soprano (Oct. 21, 24, 28, 31 • Nov. 2)
    Mariella Devia, soprano (Oct. 30)
Adalgisa Karine Deshayes, mezzoprano (Oct. 20, 23, 26, 29 ; Nov. 1, 4)
    Veronica Simeoni, mezzoprano (Oct. 21, 24, 28, 31 • Nov. 2)
    Ketevan Kemoklidze, mezzoprano (Oct. 30)
Clotilde Maria Miró, soprano
Flavio    Antonio Lozano, tenor

    Coro y Orquestra Titulares del Teatro Real

    Duración aproximada: 3 horas
     Acto I: 1 hora y 25 minutos
    Pausa de 25 minutos
    Acto II: 1 hora.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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