Famosos

¿Quién es la misteriosa mujer a la que Freddie Mercury dedicó esta canción?

Mary Austin fue el verdadero amor en la vida del líder de Queen. La historia de una relación que perdurará eternamente

Sin duda, uno de los himnos de la banda inglesa:

Love of My Life (1975)

Love of my life, you’ve hurt me
You’ve broken my heart
And now you leave me

Love of my life, can’t you see?
Bring it back, bring it back
Don’t take it away from me
Because you don’t know
What it means to me

Love of my life, don’t leave me
You’ve stolen my love
And now desert me

Love of my life, can’t you see?
Bring it back, bring it back
Don’t take it away from me
Because you don’t know
What it means to me

You will remember
When this is blown over
And everything’s all by the way
When I grow older
I will be there at your side
To remind you how I still love you
I still love you

Hurry back, hurry back
Don’t take it away from me
Because you don’t know
What it means to me
Love of my life
Love of my life
Yeah

Es uno de los máximos himnos compuestos por Freddie Mercury. Lo escribió en 1975 cuando casi nadie conocía la historia detrás de esa inmortal canción que 43 años después sigue conmoviendo. Mucho menos se sabía quién era Mary Austin, la mujer de su vida. El amor de su vida, de quien tan poco se sabe, según infobae.

La nueva película sobre la vida del genio del rock arroja algo de brillo sobre la existencia de esta mujer que vive en Londres y hoy tiene 67 años. Rodeada de muros, su día a día es inexpugnable. Como lo fueron los secretos que supo guardar sobre su gran amor y eterno amigo.

El film Bohemian Rhapsody es un éxito mundial y consiguió recrear este amor sin límites que el propio Mercury inmortalizó en Love of My Life. Austin nació en 1951 y conoció al artista con apenas 19 en la tienda Biba, situada en el corazón de Kensington, a metros del teatro Royal Albert Hall y el clásico Harrods. Era 1970 y él tenía entonces 24 años.

Biba era el centro donde se encontraban artistas, modelos y las mayores celebridades del espectáculo y la moda de Londres. Los excesos eran rutinarios. El «desayuno era el champagne», de acuerdo con las leyendas que rodeaban el lugar. Allí, las más lindas mujeres y los más conocidos músicos se daban cita. Allí nació el amor entre Freddie y Mary.

Mary Austin era hija de un matrimonio pobre. Su padre cortaba telas en una tienda; su madre era empleada doméstica en una pequeña compañía. Su destino cambiaría a partir de su trabajo en Biba. Y a partir de conocer al líder de una banda que ya era un éxito.

Pero antes, no fue el cantante de Queen quien quiso conquistarla. Fue su amigo y ladero Brian May quien primero quedó encandilado por la belleza de la mujer. Hasta que Mercury le preguntó en confianza: «¿Vas en serio con Mary? ¿Puedo invitarla a salir?». May le dio el visto bueno y así comenzaron a amarse casi en silencio. La revelación fue hecha por el guitarrista en una entrevista dada en 2017.

Fueron seis los años que ambos vivieron juntos. Los años mágicos que haría que para el resto de su vida Mercury la considerara su «esposa», aunque nunca hubieran contraído matrimonio bajo la ley. En una ocasión, en 1975, estuvieron cerca de concretarlo, algo que la madre del artista, Jer Bulsara, deseó por siempre. Él le obsequió una sortija de jade y le pidió que se casara con él. Pero no prosperó.

En esos años, Mary descubrió el verdadero talento musical y el carisma que derrochaba sobre el escenario su compañero. Su amor. Pese al acoso del que era «víctima» la súper estrella, nunca dejó que ella se sintiera apartada de esos momentos de gloria.

En una oportunidad, ella recordaría: «Cuando salió del escenario, todas las chicas y sus amigos se amontonaban a su alrededor. Estaba tan ocupado. Comencé a alejarme y él vino corriendo detrás de mí. Me dijo: ¿Adónde vas?». En ese momento ella se dio cuenta de que era importante en la vida de aquel hombre.

Pero todo llegaría a un fin (a medias, parcial) un año después de que le ofreciera casamiento. Ese sexto año de convivencia fue en el que él le manifestó que era gay. En parte resultó una liberación. Fue volver a ser sincero con él, pese a que amaba profundamente a Mary. Sin saber bien cómo enfrentar la situación, Mercury le dijo en un principio que era bisexual. Pero ella fue más directa y franca: «No, Freddie, no creo que seas bisexual. Creo que eres gay».

Se mudaron. Se separaron. Aunque no de forma definitiva. Es que seguían amándose.

Continuaron juntos, pero esta vez no como una pareja. Freddie la quería aún cerca. La necesitaba todo el tiempo. Y ella lo seguía adorando. ¿Cómo no amar a ese ser humano talentoso, compañero y genial con quien había vivido seis años y con quien había aprendido tanto de la vida? Pasó de ser su «esposa» a ser su asistente personal. Al fin de cuentas, ¿en quién podría confiar más?

Mercury ya era un cantante ultrafamoso y tenía muchísimo dinero. Su inclinación sexual era conocida y pública y sus relaciones eran abiertas. Sin embargo, sentía una atracción única por Austin, a quien continuaba llamando «mi esposa». Nadie nunca ocuparía ese lugar.

«Todos mis amantes me preguntaron por qué no podían reemplazar a Mary. Es porque es simplemente imposible», diría alguna vez el líder de Queen en una entrevista. El vínculo que Freddie sentía por ella era más fuerte que cualquier otro que él creía poder tener alguna vez: «Creemos el uno en el otro. Eso es suficiente para mí. No podría enamorarme de un hombre de la misma manera que lo he hecho con Mary».

Lo mismo le ocurrió a la joven Austin. Tuvo otras relaciones, intentó otras aventuras, pero ninguna tuvo la intensidad de la experimentada con el hombre nacido en 1946 en Zanzíbar. Convivió con el pintor Piers Cameron, tuvo dos hijos con él. Del primero de sus hijos -Richard- el líder de Queen sería el padrino. El segundo nacería cuando el cantante ya había muerto. Finalmente, Mary se separó. La omnipresencia de Mercury en su vida fue difícil de sobrellevar para su pareja.

Freddie Mercury, muy reservado, solo confiaba en un puñado reducido de personas. Entre ellas, Mary, aunque ya no vivían juntos y cada uno había rehecho en parte su vida. Así se convirtió también en su confesora y era una de las pocas que sabía que el vocalista había contraído HIV. Él no quería que nadie más lo supiera. Eran muy pocos los que sabían sobre su enfermedad.

Mary era quien le sostenía la mano en su lecho de muerte. Fue quien sintió cómo se apagaba su vida aquel 24 de noviembre de 1991 en la mansión Garden Lodge, en Londres. Freddie (su Freddie) tenía 45 años. Esa última compañía fue la que se llevó él al más allá. Cuando cerró sus ojos de forma definitiva allí estaba ella. Así lo quisieron ambos. La conmoción fue total. Causa de la muerte: una neumonía de la que no pudo escapar, como consecuencia de su debilitado cuerpo.

Los meses que siguieron fueron un torbellino inagotable para Austin. Sobre todo porque no sabía lo que aún le tenía guardado su máximo amor: había sido incluida en su testamento. Pero no como alguien más. Era la principal beneficiaria de la fortuna del líder de Queen. En mayo de 1992 se hizo público el documento. Freddie Mercury había dispuesto que ella se quedara con la mitad de sus bienes y dinero. Eso incluía Garden Lodge, la megamansión donde Mary aún vive.

La división fue así: para su pareja de aquel momento, Jim Hutton, unos 600 mil dólares. Para Peter Freestone y Joe Fanelli, su asistente y su cocinero, respectivamente, idéntica cifra. A sus padres, el 25 por ciento de su herencia, lo mismo que a su hermana. El resto, para el amor de su vida.

«Los meses posteriores a la muerte de Freddie fueron los más solitarios y difíciles de mi vida. Tuve muchos problemas para aceptar que se había ido y todo lo que me había dejado», diría años después en una entrevista.

Esas letras que había firmado Mercury además aseguraban de por vida a Mary, ya que también incluía los derechos por regalías de sus canciones. La banda siguió tocando y ella beneficiándose de la generosidad de su antiguo novio. En los últimos años, los ingresos por autoría de Queen superaron los 60 millones de dólares cada 365 días. Una parte le corresponde a ella.

La polémica por la herencia y los deseos de Freddie se multiplicaron. Sin embargo, los padres del genial artista no vieron con malos ojos que fuera ella quien más se beneficiara con la decisión de su hijo. «Mary era adorable y solía venir a comer a nuestra casa. Me hubiera encantado que se casasen y tuviesen una vida normal, con hijos. Pero incluso cuando rompieron, yo sabía que seguía queriendo a mi hijo y que fueron amigos hasta el final. No la he vuelto a ver desde que él murió», dijo Jer Bulsara, la madre de Mercury, en una entrevista concedida en 2012 al diario inglés The Telegraph.

El periodista, queriendo retrotraerse 20 años atrás y conocer qué le había provocado saber que la principal heredera era Austin le preguntó: «¿Le pareció bien que le dejase a Mary la mayoría de su herencia millonaria?». «¿Por qué no? Ella era como su familia y todavía lo es», le replicó, despejando toda duda.

Pero no fue lo único que le legó. En sus días finales, Freddie (su Freddie) también le encomendó una misión. Mary debía esparcir las cenizas del líder de Queen en un lugar secreto y no revelar nunca dónde lo había hecho.

Mary (su Mary) cumplió. Como siempre.

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