El secretario general de Escuelas Católicas analiza la importancia de la educación deportiva en la escuela
(Manuel de Castro, secretario general de Escuelas Católicas). La presencia de actividades deportivas en las escuelas católicas, fuera ya del horario propiamente escolar, es una realidad destacada y pujante en la casi totalidad de las mismas. No es algo casual que una buena parte de nuestros alumnos prolongue su estancia en los colegios para entrenarse y prepararse para los partidos que se jugarán el fin de semana, sino el fruto del convencimiento del valor educativo que tiene el deporte. Hay una opción clara por el deporte, alentada por Escuelas Católicas que ha creado una asociación de promoción deportiva (EMDE) para facilitar a los colegios la práctica del mismo.
Una opción que nace de nuestro proyecto de educación integral donde el deporte es, en primer lugar, una educación física que contribuye notablemente al mantenimiento y mejora de la salud. Pero es evidente que no cualquier práctica deportiva puede considerarse educativa, si atendemos a la mercantilización y profesionalización del deporte de élite en la sociedad actual. Por eso no es nuestro objetivo la promoción y formación de jugadores de élite, lo que nos lleva a primar la participación del mayor número de alumnos y a no reservarlo únicamente para los mejores. Nuestro deporte es popular y abierto a todos.
En segundo lugar, el deporte es una actividad en la que la infancia y la juventud se expresan con espontaneidad, en la que se favorece el encuentro entre adultos (educadores) y jóvenes en un marco mucho más libre y enriquecedor que el que se establece en las aulas. En este sentido se abren posibilidades educativas enormes, al crearse en las escuelas que promueven el deporte un ambiente de participación y alegría que colorea toda la vida del centro.
En tercer lugar el deporte posibilita la práctica del juego limpio, la cooperación y el respeto mutuo, sin que por ello sea necesario despreciar la competitividad en su justa medida. Ofrece, además, la posibilidad de tratar con equilibrio las situaciones de éxito y fracaso en relación a los buenos resultados, por los que se ha luchando con enorme esfuerzo. Prepara para el trabajo en equipo y la consecución de un objetivo común, realizando cada cual con verdadera entrega la misión que le corresponda.
No podemos olvidar, finalmente, que el deporte favorece la participación de las familias en la actividad colegial de sus hijos y permite integrarlas en el esfuerzo educativo que realizan los entrenadores. Se refuerza así el mensaje de que no es lo más importante «ganar por encima de todo», sino entregarse con esfuerzo al objetivo común, divertirse con la práctica deportiva y saber aceptar con buen ánimo tanto la victoria como la derrota.
¿Tiene algo que ver el deporte con la tarea evangelizadora de la escuela? Evidentemente que hay actividades catequéticas y pastorales que incorporan momentos lúdicos y deportivos. Pero también desde el deporte se puede favorecer una visión positiva de la fe cristiana con referencias explícitas a los valores del Evangelio contenidos en el deporte, facilitando y ofreciendo la práctica religiosa adecuada y, sobre todo, con el ejemplo del monitor deportivo que se pone de manifiesto en multitud de ocasiones.
Para que esto sea así, es necesario que el deporte esté suficientemente estructurado y organizado y que se incluya en el proyecto educativo a todos los miembros implicados en el mismo. Es preciso que los responsables locales del deporte programen y evalúen, se relacionen con otras entidades deportivas, cuiden del espacio físico donde se desarrolla esta actividad y garanticen la cobertura legal de cuantos intervienen en él, frente a posibles riesgos o accidentes inherentes a la misma.
Nuestro reconocimiento y nuestro apoyo a tantos y tantos profesores y monitores deportivos que realizan esta tarea la mayor parte de las veces desde una opción de voluntariado. Lo que nos lleva a recordar a los responsables de los centros que las personas que ponemos al frente del deporte deben poseer no sólo la competencia deportiva en cuestión, sino, además y por encima de ella, la competencia educativa.
Manuel de Castro
Secretario General de Escuelas Católicas