Pensemos en el futuro. En los cambios inesperados y en aquellos que ya se vislumbran. Con unas personas que viven con una mentalidad y unas actitudes semejantes a las nuestras en unos aspectos y en otros completamente insospechadas. En un mundo y en una sociedad más allá de globalizaciones, desarrollos sostenibles e innovaciones casi a la desesperada.
En este imaginario futuro, habrá tendencias que perviven y otras definitivamente olvidadas. ¿Qué papel es el que le corresponde a la Iglesia en ese tiempo del mañana? ¡Evangelizar!. Ésta es su tarea y la razón de su existencia: anunciar a Cristo y vivir según el Evangelio.
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