Santiago Agrelo.- Hay palabras que podremos pronunciar como nuevas y como nuestras, sólo si antes las hemos oído pronunciadas como suyas por Jesús de Nazaret: «Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba; por eso no quedaba confundido». Son palabras que hablan de un crucificado, pero no derrotado; de un vejado, pero no confundido ni humillado; de un muerto, pero no vencido. Son palabras que hablan de hombres, de muerte y de Dios.
Para leer el artículo completo, pinche aquí: