Para el amor de Cristo nunca hay puertas cerradas, ni espacios a los que no se pueda llegar
Cardenal Carlos Amigo.- La fiesta de nuestra Madre y Señora de la Merced me ofrece, un año más, la ocasión para dirigir unas palabras de gratitud y aliento a cuantos formáis esta gran comunidad en la que, directivos y funcionarios, capellanes y colaboradores os empeñáis en ayudar a quienes son el primero e incuestionable motivo de vuestro interés y preocupación: los hombres y mujeres privados de libertad y que cumplen una deuda de justicia con la sociedad.
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