Su delito fue dar refugio y protección a los amenazados en sus vidas y libertad
Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo.- La retirada de las tropas alemanas de territorio italiano al finalizar la segunda guerra mundial, estuvo signada por la barbarie y la locura. Los sueños de Hitler de dominar el mundo se vinieron abajo como un castillo de naipes. El repliegue de las tropas fue sembrando la muerte de manera atroz y absurda.
La resistencia italiana en la Toscana fue particularmente activa. Muchos morían o eran deportados a los campos de concentración. La Cartuja de Farnetta, cercana a la ciudad de Lucca, sirvió de refugio a centenares de hombres. El sentido humanitario y la defensa de la vida, fue norte para aquellos austeros monjes dedicados a la oración.
No obraban por odios ni nacionalismos, sino por convicción cristiana. El prior, suizo y uno de sus novicios, venezolano, estuvieron entre los condenados a muerte. Se trataba de Salvador Montes de Oca, el caroreño que había sido Obispo de Valencia, expulsado por el dictador Gómez.
El 7 de septiembre de 1944, en Montemagno, fueron ejecutados, entre otros, el prior y el novicio. El delito: dar refugio y protección a personas amenazadas en sus vidas y libertad. Si nos matan digan la verdad que ha sido por actuar en caridad. Y así fue. Los testimonios de los sobrevivientes recogidos en caliente, atestiguan que el ejemplo de serenidad y oración unido al coraje de no dejar solos y animar espiritualmente a sus compañeros, los llevó al holocausto. Un verdadero martirio, en el sentido religioso del término.
A los 65 años de aquel acontecimiento, oramos por el inicio de la causa de beatificación de Salvador Montes de Oca y compañeros. Modelo de entrega total por su vida y virtud. Sirvan, además, de espejo para desterrar del corazón y la mente, cualquier tentación de buscar soluciones a través de la guerra y del desprecio a los que no son correligionarios. Salvador Montes de Oca, ruega por nosotros