La libertad religiosa es un tema de agenda pública, independientemente de quien gobierne
La Fundación Pluralismo y Convivencia presentó ayer, en el palacio de la Aljecería de Zaragoza, el sexto volumen de una colección que está llevando a cabo por CC. AA. Sobre la diversidad religiosa «Construyendo redes. Minorías religiosas en Aragón». Una de las responsables del proyecto, Patricia Bezunartea, habló de este asunto en una entrevista con Religión Digital, donde también avanzó las claves de futuro de la libertad religiosa en España, así como el inminente Observatorio del Pluralismo Religioso, que convertirá a nuestro país en un referente en el debate interreligioso.
«El de Aragón es la sexta investigación en comunidades autónomas», cuenta Patricia. «Previamente se han publicado los libros de Cataluña, Madrid, Valencia, Canarias y Castilla La Mancha. En breve, se editarán los de Navarra y Andalucía, y el resto ya están en preparación. La idea sería completar el conjunto de España».
¿Qué objetivo sigue este proyecto?
Básicamente, conocer cuál es la realidad de la diversidad religiosa en nuestro país. Una de las primeras constataciones que se hicieron al arrancar el trabajo de la Fundación, era el gran desconocimiento que había y la falta de investigaciones y a veces el conocimiento e quiénes son y dónde están. A partir de aquí, hemos abierto otras líneas de trabajo, y algunas conclusiones o necesidades en todos los lugares, que han dado lugar a otras líneas de investigación.
¿A qué se debe este silencio respecto de las confesiones religiosas minoritarias?
Creo que la historia reciente, el último siglo, explica bastante esto. Las religiones minoritarias, durante los últimos años, han vivido momentos muy duros, donde les fue muy difícil incluso existir. Como durante el Franquismo, que de alguna manera vinculó directamente el poder del Estado con el poder religioso católico, y eso dificultó muchísimo la vida cotidiana del resto de confesiones. Que por otro lado siempre han estado, pero de forma oculta. En los años 80, cuando España comenzó a recibir inmigrantes, que buena parte de ellos traían otras creencias de sus lugares de origen, puso encima de la mesa que España es un país diverso, también en lo religioso. Que la mayor parte de la población se declara católica, pero hay un porcentaje, que va creciendo, que no lo es, y que tiene los mismos derechos para ejercer su libertad religiosa.
Desde esta visión de los informes, ¿cómo crees que las confesiones minoritarias afrontan su presencia? Cómo se ven, cómo les gustaría verse. Y del otro lado, cómo contemplan a las confesiones las distintas administraciones?
Las confesiones minoritarias en nuestro país tienen una situación de invisibilidad, de falta de recursos -las situaciones a veces son precarias- y viven de algún modo el rechazo, o el extrañamiento, de la sociedad ante algo que no se percibe como propio. La sociedad española no percibe como propio que alguien tenga una confesión religiosa distinta a la suya, a la tradicional. Y sobre todo, el hecho de que la inmigración viniera a dinamizar este tema, ha hecho que la identificación entre diversidad religiosa e inmigrantes sea cada vez más amplia. Desde esa perspectiva, ser católico es ser de aquí, y no serlo es ser de fuera. Cosa que en la práctica no es así. Y sobre todo, aunque ahora pueda ser así en cierta medida, por causa de la inmigración, los hijos de estos serán españoles, y tendrán las creencia que tengan, o ninguna. Esa es la realidad en que viven: invisibilidad, precariedad y rechazo. La sociedad lo percibe con cierta extrañeza y dificultad para comprender que la Constitución garantiza la libertad religiosa, y que ellos tienen el mismo derecho que ellos a manifestar en privado y en público su religiosidad, dentro del marco de la convivencia y la legalidad. Y las administraciones públicas, que serían la tercera pata de esta cuestión, que en muchos casos tienen las mismas ideas o la misma forma de afrontar la libertad religiosa que la sociedad: extrañeza, no saber, de presuponer sectarismo o delitos en sus actividades… El componente electoral es fundamental. Los responsables públicos a veces muestran un gran desconocimiento, a veces nos encontramos que no saben ni lo que hay ni cuáles son las comunidades. Nos preguntan y se sorprenden. Existe buena voluntad, porque los casos en los que ha habido un rechazo manifiesto son claramente minoritarios, pero también una falta de información y de estrategia para resolver algunas cuestiones, que son muy importantes para las administraciones públicas, pues hacen que una de las nuevas líneas de trabajo de la fundación sea ésta. Estamos haciendo una investigación junto a la Federación de Municipios y Provincias, una investigación cualitativa, en una serie de ciudades de seis comunidades, para hacer un estudio en profundidad de cada situación, para saber cuáles son las buenas prácticas en la gestión municipal. De ahí saldrá un manual de Buenas Prácticas, y nuestra voluntad es que los municipios puedan utilizarlo para gestionar de una manera más práctica y que garantice los derechos.
Ponme un ejemplo concreto.
Situaciones hay muchas, e incluso que se repiten. Por ejemplo, el tema de los cementerios es recurrente. El tema de la manifestación pública de los hechos religiosos, también. El del reconocimiento: el que un alcalde vaya a una Semana Santa, y le soliciten acudir a la ruptura del ayuno del ramadán, y no vaya… De alguna manera, son ciudadanos de su municipio. Muchas veces por desconocimiento que por una cuestión de mala voluntad. Casos hay muchos, como el tema de las licencias: qué tipo de licencias les dan, qué normativa les aplican… y a veces son unas condiciones leoninas que hacen imposible que se abra un lugar de culto.
Sí parece claro que esos problemas son vitales para construir la civilización del futuro, ahora que tanto se habla de la presencia de la religión. Las dificultades de algunas minorías sí pueden generar guetos o ámbitos de inclusión…
Estamos intentando identificar las experiencias de aquellos municipios que están trabajando en este sentido, y el resultado está siendo muy positivo. Nos hace ver el futuro con esperanza: hay actuaciones públicas que facilitan o dificultan que la convivencia se produzca. Trabajamos por ello: por una cuestión de reconocimiento de derechos de las personas. Todo el mundo tiene derecho a vivir su religiosidad como quiera creyendo en lo que quiera. Independientemente de la creencia o no creencia de los responsables públicos, siempre hay una cuestión práctica que es la gobernanza de las ciudades, que obviamente un responsable tiene que gestionar. Y por otra parte la convivencia y el derecho de las personas. A cualquier responsable público le interesa. Y estamos en un momento en que las confesiones religiosas están reivindicando sus derechos, quieren participar. Creo que la fase de invisibilidad casi promovida por las propias confesiones ha pasado, y se ha generado un deseo de compartir, participar... Las comunidades han hecho un esfuerzo importante, y toca a la sociedad facilitar esto. Sin una sociedad que garantice espacios de encuentro, es muy difícil que las comunidades puedan participar en el espacio público.
La Fundación Pluralismo y Convivencia nace en un momento determinado, con un Gobierno determinado… pero cada vez parece más claro que su trabajo va a seguir independientemente de una cuestión partidista. Estamos hablando de una cuestión de Estado que debería perdurar más allá de hipotéticos cambios de Gobierno… En ese sentido, tenéis un proyecto, que es el del Observatorio del Pluralismo Religioso en España…
Es cierto que la fundación nació en un momento determinado, pero en estos cinco años hemos visto que esto no es una cuestión de ideologías o mayorías parlamentarias. En la práctica, cuando encuentras un Ayuntamiento con un problema relacionado con esto, da igual la ideología: el responsable público lo que quiere es que aquello se resuelva de forma favorable, y promover o poner su grano de arena en que aquello sea beneficioso para la comunidad que tiene la responsabilidad de gobernar. Nuestros esfuerzos están en que esta cuestión sea un tema de agenda pública, independientemente de quién gobierne. El proyecto del Observatorio es algo necesario que trasciende de las personas que estamos trabajando en la Fundación. Es un proyecto que recoge todo el saber acumulado hasta ahora, que propone nuevas líneas de trabajo, que crea las condiciones para que se pueda ir analizando en el tiempo la evolución de las comunidades religiosas... Las personas que vienen de fuera, en la próxima generación serán de aquí. Nuestro interés es que se cree un espacio de gestión del conocimiento sobre la pluralidad religiosa, y que sirva a quien esté interesado, desde el mundo académico y la administración pública, en mejorar la situación y la acción social, la convivencia y la ciudadanía, que es un poco en lo que estamos trabajando.