Las precederá y las esperará, obstinado y fiel, el Amor que es Dios
Santiago Agrelo.-Recuerdo visitas entrañables, en la vieja cárcel de Santiago, del fraile apenas joven a aquella reclusa madura y maternal que, según pude entender, estaba allí porque a pobres mujeres las ‘ayudaba’ a malparir. Mi amiga era una paradoja, pues aunaba en su carne lo materno y el malparto.
Soy viejo lo suficiente para recordar las primeras ‘batallas’ sociales a favor del aborto. Entonces, los que promovían su despenalización, como si ellos fuesen también madres en apuros, la justificaban por los problemas que determinados embarazos podían acarrear a la mujer.
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