No me siento perseguida por nadie a causa de mi fe. Ni me siento maltratada por el gobierno, ni por la sociedad.
(Sintonía Cordial).- No sé si lo más acertado se decir que «vamos con la cruz a cuestas«, o que ha comenzado «una cruzada por la cruz«. Sea como sea, hoy me tomo la libertad de apelar al sentido común y a las causas urgentes y necesarias.
¿En qué piensan los políticos cuando en medio de una situación de crisis grave como la que estamos viviendo, se meten en luchas por leyes que saben generarán más crispación social?
¿Por qué quieren distraer la atención, cuando la gente se lo está pasando tan mal, y cuando hay tantas personas y familias que viven en una situación indigna?
¿Acaso los escándalos de corrupción tienen que ser disimulados tratando forma frívola temas tan importantes como los que se discuten estos días en el Congreso?
Creo que no es el momento oportuno para tratar un tema como el de la cruz en las aulas, y estoy convencida de que para conseguir una solución que sea sensata y que no ofenda los sentimientos de nadie, hace falta otro ambiente y no el que tenemos en este momento.
No podemos dejar que el calendario político marque el ritmo de nuestras vidas y que además contribuya a aumentar la ansiedad, que de por sí trae la hora actual; y mucho menos que se utilicen temas con los que un importante sector de la ciudadanía, es muy sensible, para hacer una cortina de humo y conseguir así distraer la atención de los ciudadanos.
No me siento perseguida por nadie a causa de mi fe. Ni me siento maltratada por el gobierno, ni por la sociedad. Me encuentro cómoda en esta hora en la que me toca vivir, y acepto con serenidad que estamos en una sociedad plural, en un País laico, y en un mundo en cambio. Y creo que todo esto no es un inconveniente para vivir desde las convicciones más profundas que animan mi vida como mujer y como creyente. Desde esta aceptación de la realidad, intento vivir con libertad, dejando que los otros hagan el mismo.
No siempre me siento cómoda con lo que dicen los obispos, ni tampoco con lo que predican los políticos. Me parece vergonzoso, por ejemplo que el Cardenal Javier Lozano Barragán haya dicho ayer que «los homosexuales, no entrarán en el Reino del cielo», y que públicamente señalen a algunos como «pecadores públicos».
Me preocupa que día tras día, vaya aumentando el nivel de desconfianza y lucha entre los diferentes sectores de la sociedad, y me inquieta y me hace daño como creyente y como ciudadana, que haya una fragmentación, una ruptura en la sociedad debido al tono que van tomando las relaciones entre la Iglesia Jerárquica de España -al menos una parte- y el Estado, por las desconfianzas que se van generando y la mutua incapacidad por escucharse y respetar el punto de vista del otro.
Sin darnos cuenta, hemos asistido a un triste espectáculo: amenazas de excomuniones por una parte -cuando ni el mismo Jesús condenó a nadie- y por la otra, la burla y la sorna hacia los que se esgrimían en jueces y censores de la salvación... Y parece que estamos entrando en una espiral de descalificaciones, y aquí todos perderemos.
Creo que la Iglesia en muchas ocasiones a lo largo de su historia ha vivido el Evangelio y ha sido una voz autorizada y escuchada en la sociedad, y esto, por la autoridad que le daba el saber estar a la altura de las circunstancias. Sería una auténtica lástima que en esta hora, en la que es necesaria su presencia pacificadora, facilitadora de comunión y de reconciliación no esté a la altura de lo que se le pide o debería ofrecer.
Más allá de las luchas de estos días, en las que hay sensibilidades heridas y actitudes de personas que están en pie de guerra, haría falta algo de cordura, mucho amor, y una buena dosis de buen humor y tolerancia para que todo esto no nos haga tanto mal.
Acabo diciendo que me parecen tan autoritarias y dictatoriales algunas posturas de los que se creen los amos de las llaves del Reino de los cielos, como las de quienes han asumido una postura de descalificación radical del hecho religioso y de las personas creyentes, queriendo introducirse incluso en su casa para por imponerles sus ideas, y aquí estoy hablando del Señor Tardà, que va de progre y abierto, y resulta que ahora quiere, que incluso las escuelas concertadas católicas, quiten la cruz de sus aulas: ¿Es que tenemos que asumir todos su impertinencia y prepotencia?
Diálogo: Sí. Debate: También. Respeto: Por encima de todo y a todos