La Iglesia está haciendo cuanto puede por medio de las Cáritas diocesana y parroquiales, y por medio de otras entidades sociales dedicadas a ayudara los colectivos más directamente afectados
Cáritas Diocesana es un buen observatorio de las necesidades de nuestra sociedad. Y si nos preguntamos qué detecta este observatorio la respuesta es muy clara: detecta que la crisis económica actual es causa de muchas víctimas. La crisis actual es muy profunda en sus repercusiones sobre los sectores económicamente más frágiles de nuestra sociedad.
Para demostrarlo, recurro a unas cifras que me parece hablan de forma muy clara. En lo ya transcurrido del año, nuestra Cáritas Diocesana ha atendido un total de 42.000 personas. Respecto al mismo período del año anterior supone un aumento del 20%.
Una parte de estas personas ya habían sido atendidas en años anteriores. Son personas que habían mejorado su situación, pero ahora vuelven a necesitar ayuda: son los pobres de ida y vuelta. Otros se han dirigido por vez primera a Cáritas. Son los nuevos pobres que comporta la crisis, personas que nunca habían imaginado que habrían de recurrir a una entidad social: pequeños empresarios, autónomos, gente que ha perdido el trabajo… La crisis comporta también un aumento de dificultades en la salud mental de las personas, con manifestaciones de angustia, depresión, ansiedad y conflictos familiares.
Las peticiones dirigidas a esta obra diocesana son en su mayoría de soporte en la formación y de búsqueda de trabajo, ante el número de parados en aumento, y sobre todo de ayuda económica. En concreto, las ayudas económicas y en especie -es decir, en alimentos- entregadas por Cáritas suman ya 1.900.000 euros y se dirigen principalmente a la vivienda (habitaciones realquiladas y alquileres), alimentación y gastos escolares de niños (guarderías, becas de comedor y de libros). Desde el año 2007 hasta el presente se ha duplicado el dinero destinado por nuestra Cáritas a ajustes económicos.
¿Qué significa esto? Significa que hay muchas personas con graves dificultades para cubrir sus necesidades más básicas.
Pero se constata también un hecho muy significativo: que la crisis está aumentando la solidaridad de las personas y las familias. La familia es sin duda un recurso en momentos de crisis como el actual, pero siempre y cuando la familia tenga recursos para poder aplicar esta solidaridad. Sin embargo, actualmente las personas con trabajo poco cualificado y precario son las más amenazadas por el paro, y las que han podido cobrar las prestaciones de paro las están acabando. Y cada vez hay más familias sin ingreso alguno.
Ante todo esto, he de afirmar que la Iglesia está haciendo cuanto puede por medio de las Cáritas diocesana y parroquiales, y por medio de otras entidades sociales dedicadas a ayudara los colectivos más directamente afectados, como los que acabo de indicar. Pero me parece que las diversas administraciones debieran hacer un esfuerzo mayor para garantizar las necesidades básicas a los colectivos más afectados por la crisis, dando prioridad a esta urgencia social y dedicándole unos recursos, fruto de un plan de austeridad en una situación que de hecho es para muchos de verdadera emergencia.
Entre estos colectivos más afectados sobresale el de las personas inmigradas. Las que ya disponían de permiso de residencia temporal tienen dificultad en renovarlo. Las que estaban en situación irregular hallan más dificultades para conseguir un permiso; y personas que sólo disponían de permiso de residencia no pueden cambiar a permiso de trabajo.
+ Lluís Martínez Sistach
Cardenal Arzobispo de Barcelona