La Conferencia Episcopal tendría que haber sido la primera en pedir la retirada de los crucifijos franquistas
En los últimos meses, hemos sido testigos de una falsa polémica en torno a los crucifijos en las escuelas. Ningún cristiano puede estar en contra de la cruz de Cristo, de hecho la cruz es el símbolo de nuestra redención, los cristianos al verla reconocemos el costo de nuestra salvación, y el amor de Dios por toda la humanidad, esto no tiene nada que ver con los crucifijos en las escuelas.
Para entender esta polémica tenemos que remontarnos una vez más, a la pos-guerra y a la profunda división creada por el general Franco, entre vencedores y vencidos.
La separación de la Iglesia y el Estado se verifico durante la Segunda Republica, suprimiéndose las clases de religión y la oración publica en las escuelas. El gobierno del Frente Popular promulgó una ley que, entre otras cosas, eliminaba los crucifijos de las aulas. Con el triunfo de los rebeldes fascistas, volvieron los crucifijos a las escuelas.
Desde mi punto de vista, aunque solo fuera por distanciarse de aquella Iglesia colaboracionista, incapaz de denunciar los atropellos del Régimen de Franco, la Conferencia Episcopal tendría que haber sido la primera en pedir la retirada de los crucifijos franquistas, una vez proclamada la Constitución que separa nuevamente a la Iglesia del Estado.
Los que hemos nacido durante la dictadura, recordamos perfectamente que en los colegios nacionales, la primera clase de la mañana, empezaba con la entrada del profesor que decía: «Todo el mundo en pie, mirando al Cristo«, a lo que seguía el Padre Nuestro. En las clases además había una imagen de la Virgen María junto a la de Cristo; los niños éramos obligados a rezar, fuéramos o no miembros de la Iglesia Romana, negarse suponía ser castigado permaneciendo en pie en la puerta del despacho del director durante una hora. La trilogía se completaba con los retratos de Franco y José Antonio, que junto al Crucifijo, constituían los símbolos de aquel régimen político.
La Europa cristiana no sólo es Católica Romana; en los países del Centro y Norte de Europa de tradición protestante, esta falsa polémica se superó hace mas de 80 años, cuando se elimino la oración publica en las escuelas, única razón para mantener el crucifijo en las aulas.
Retirar los crucifijos de las clases no significa ni mucho menos retirarlos de las torres de la Iglesias, de los escudos, o de cualquier otro sitio donde tengan una función específica. En las aulas su función fue durante el régimen franquista recordarnos que la Iglesia y el Estado eran una única entidad en la que la Iglesia respaldaba al Estado y el Estado fomentaba la devoción de la Iglesia mediante la plegaría publica al comienzo del día.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, ha declarado incompatible con la libertad religiosa la presencia de crucifijos en las escuelas públicas o aquellas financiadas con fondos públicos. El tribunal europeo ve en el crucifijo lo que todo el mundo: un símbolo asociado a una determinada religión, la Católica Romana. Según se señala en la sentencia, el alto tribunal de derechos humanos considera que la presencia de ese símbolo, «es una violación de la libertad de credo del alumno al imponerles la presencia de una determinada simbología religiosa en particular».
Los sectores más conservadores de la Iglesia Romana parecen confundir la libertad religiosa con la imposición de una determinada simbología religiosa y la neutralidad del Estado les parece un intento de eliminación de lo religioso en el ámbito público.
Pero lo sorprendente es que el Ministro de Educación haya afirmado que ve «razonable» la postura de la Junta de Castilla y León, origen de esta polémica, al remitir el asunto a los Consejos Escolares de cada centro, para que cada uno de ellos «resuelva sobre la permanencia o no de los símbolos ideológicos y religiosos». Aunque no es de extrañar esta postura en un ministro de un equipo de gobierno que sigue manteniendo el Concordato de 1953 con la Iglesia Romana, firmado por Franco.
+ Carlos López