El compositor y pianista argentino Ariel Ramírez, fallecido anoche a los 88 años tras una larga enfermedad, logró reconocimiento mundial gracias a la «Misa criolla», su más célebre creación y obra maestra del arte religioso del país suramericano.
Nacido el 4 de septiembre de 1921 en la ciudad de Santa Fe, en el centro de Argentina, Ramírez es dueño de un amplio repertorio de canciones que han sido interpretadas por afamados artistas como Montserrat Caballé, José Carreras, Plácido Domingo, Lucho Gatica, Benny Goodman, Raphael, Franco Simone y Mercedes Sosa.
Desde joven buscó acercarse a las manifestaciones de instrumentistas y cantores populares de Argentina, pero fue tras un encuentro revelador con el cantautor Atahualpa Yupanqui cuando se lanzó, en 1941, a un viaje por el noroeste del país para nutrirse de las expresiones artísticas de esa región.
Dos años más tarde, debutó como pianista en Buenos Aires, con repertorio de música folclórica suramericana.
En 1946 el sello RCA Víctor editó su primer disco, dando inicio a una relación de diez años con esta discográfica, con la que grabaría 21 álbumes dobles.
En 1950 realizó su primer viaje a Europa. Vivió primero en Roma y luego en Madrid durante cuatro años, interpretando folclore argentino y suramericano en salas de conciertos del viejo continente.
En 1951 fue becado en Madrid por el Instituto de Cultura Hispánica para realizar estudios sobre la música de tradición oral española.
Regresó a América y en 1954 se instaló en Lima. Un año más tarde se mudó a Argentina con el objetivo de crear la Compañía de Folclore Ariel Ramírez, con la que recorrería escenarios del interior del país y de todo el mundo durante más de dos décadas.
En 1961 la discográfica Philips lo contrató para una serie de obras cuyas innovaciones ampliarían la temática y las formas de la canción tradicional argentina.
En la Navidad de 1964 dio a conocer su «Misa Criolla». Ramírez tenía desde hacía años la intención de escribir una obra de carácter religioso, pero fue en 1963 cuando concibió la idea acabada de componer una «misa», gracias a un encuentro con Antonio Osvaldo Catena, amigo de la juventud.
Catena era presidente de la Comisión Episcopal para Sudamérica encargada de realizar la traducción del texto latino de la misa al español, según el Concilio Vaticano II, y le propuso componer una misa cantada rescatando los ritmos tradicionales argentinos.
En 1967 emprendió una gira europea para presentar la «Misa criolla» que incluyó una actuación en Radio Vaticano y una audiencia privada con el Papa Paulo VI.
Repitió en 1974 la gira por el viejo continente, ésta vez con Zamba Quipildor, reconocido cantor del noroeste argentino, como intérprete de la «Misa criolla».
En 1981 estrenó una nueva obra coral, la «Misa por la Paz y la Justicia».
Seis años después, el tenor español José Carreras grabó en la iglesia de La Bien Aparecida, en Santander, una nueva versión de la «Misa criolla» que fue presentada más tarde en el auditorio Manuel de Falla de Granada, en la Expo «92 de Sevilla y en el Teatro Colón de Buenos Aires.
Nuevamente, a comienzos de 2000, se unió a Carreras para actuar en el Palau de la Música Catalana.
Pionero en la defensa de los derechos de autor, fue presidente por cinco períodos de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores y en 1988 se convirtió en el primer latinoamericano elegido para presidir la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores. (RD/Efe)