La reconstrucción debe vincularse a un proceso de cambio y transformación que conduzca a un nuevo tipo de desarrollo
(Waldo Fernández,coordinador de proyectos de Manos Unidas en América Central y el Caribe).- Cuando el 13 de enero nos llegaron las primeras noticias sobre el terremoto en Haití, no fueron pocos los que se preguntaban dónde estaba ese país, cómo era de grande, qué producción tenía.
No sabíamos que es el país más pobre de América. No sabíamos que el 80% de los haitianos viven bajo el umbral de la pobreza. No sabíamos que el 1% de la gente está ciega, por falta de vitaminas o por padecer cataratas. Tampoco sabíamos que los maestros ganan unos 30 euros al mes, ni que únicamente la tercera parte de la población tiene un documento de identidad.
Cuando la tierra tiembla, no tiembla igual para todos. Los países empobrecidos son más vulnerables, y los desastres les hacen más indefensos ante la pobreza. Un círculo del que países como Haití tienen difícil escapatoria.
Las cifras de la tragedia no agotan la profundidad de la tragedia. Porque hablamos de una nueva tragedia en un país que lleva siglos viviendo en la tragedia, tejida de colonialismos, ocupaciones militares, saqueos de recursos, dictaduras, motines y golpes palaciegos, devastación forestal o huracanes, escuadrones de la muerte, narcotraficantes y bandas del crimen organizado.
EMERGENCIA Y SOLIDARIDAD
La reacción internacional en los días posteriores al 12 de enero fue sin duda excepcional. Han sido muy cuantiosos los envíos en especie, las contribuciones financieras y apoyo de personal. Las sociedades se han volcado literalmente en el socorro de los sobrevivientes. Hemos sido testigos de gestos heroicos en el rescate de víctimas y en el apoyo solidario de los más pobres, tanto dentro como fuera del país.
En lo que respecta a Manos Unidas, que ha apoyado proyectos de desarrollo en Haití durante más de 30 años, nos pusimos en contacto con nuestras contrapartes en Haití (socios locales) y, de acuerdo a sus demandas, logramos concretar, en las dos primeras semanas, 16 proyectos de atención humanitaria, por un monto total de 1.166.133 euros, canalizando recursos que pone en nuestras manos la sociedad española.
Con humildad y satisfacción podemos decir que en los tres años anteriores (2007-2009) Manos Unidas financió en Haití 68 proyectos, por un monto total de 2.373.890,83 euros. Además, en el año 2008, enviamos 429.960 euros. En ayuda de emergencia, con ocasión de los huracanes Gustave, Hanna e Ike.
LA COMUNIDAD INTERNACIONAL
La llamada Comunidad Internacional no ha sido muy amable con los haitianos. 25 años después de que Cristóbal Colón llegara a la Isla La Española, el Rey Carlos I autorizó la trata de negros y su introducción como esclavos en el continente americano (hasta 450.000 en Haití, según algunos cálculos). A finales del siglo XVII Francia y España se dividen la Isla. Haití fue la joya de la corona francesa, a la que proporcionaba a más ingresos que todas sus demás colonias juntas, en base al azúcar y el café.
Haití declaró su independencia en 1804, luego de un violento proceso que costó la vida a un tercio de la población. En ese momento empezó el bloqueo; nadie le compraba, nadie le vendía, nadie le reconocía. 22 años después, fue reconocida por Francia, a cambio de una indemnización de 150 millones de francos-oro.; fue la primera gran deuda externa de Haití, arrastrada durante 60 años.
Los norteamericanos invadieron Haití en 1915, para cobrar las deudas que el país tenía con el Citibank y para derogar el artículo constitucional que prohibía vender plantaciones a los extranjeros. Se quedaron hasta 1934.
Durante los 30 años de dictadura de los Duvalier (1957-1986), la comunidad internacional miraba para otro lado, mientras 30.000 haitianos eran asesinados, y unos 900 millones de dólares eran depositados en Suiza y Miami.
A inicios de los 90, Haití producía prácticamente el 90% de su demanda alimentaria. Entonces fue elegido presidente Jean-Bertrand Aristide, un sacerdote católico comprometido con los pobres. A los ocho meses le dieron un golpe de estado y fue llevado a los Estados Unidos. A finales de 1994, 20.000 marines estadounidenses desembarcaron en Haití, y unos días después fue restablecido el presidente Aristide, cuando faltaban pocos meses para acabar su período presidencial.
Dos semanas antes, la administración golpista haitiana había firmado una Carta de Intenciones con el Fondo Monetario Internacional. La forzada e incondicional apertura del mercado haitiano para recibir los excedentes agrícolas de Estados Unidos (arroz, azúcar y trigo), que ya se había iniciado en 1985, destruyó la economía campesina. Al poco tiempo, la producción local de arroz se había reducido a la mitad, y hoy Haití debe importar más del 55% de sus alimentos básicos. Miles de campesinos de las grandes llanuras arroceras del centro del país tuvieron que emigrar a Puerto Príncipe. ¿Cuántos de ellos sucumbirían bajo los escombros el 12 de enero?
La reconstrucción, desde la óptica de la equidad, pasa por la denuncia y abolición de aquellos tratados o acuerdos internacionales que privilegian los beneficios de expresas extranjeras por encima de los derechos y necesidades básicas de los haitianos. La asistencia financiera debe desligarse de instrumentos como los créditos FAD, fondos reembolsables y fondos atados a compromisos que beneficien a gobiernos o empresas extranjeras.
En otro orden, la respuesta internacional debe respetar la soberanía. La reconstrucción de Haití no será si no es con el pueblo de Haití.
Los medios de prensa, por su parte, tienen una responsabilidad grande en la difusión de las mejores acciones de la reconstrucción. Necesitamos la colaboración de los medios para mantener a Haití en la agenda política, social y familiar, donde ha tenido un lugar privilegiado desde el 12 de enero. Los medios pueden jugar también sobre el terreno una especie de auditoría social sobre la pertinencia, el destino y la eficacia de la ayuda internacional.
LA RECONSTRUCCIÓN, ¿HACIA DÓNDE?
¿Hacia dónde ha de ir la reconstrucción de Haití? ¿A reconstruir el país anterior al 12 de enero de 2010? ¿A reproducir aquella estructura económica en permanente estado crítico? ¿O la reconstrucción debe intentar transformar el país y construir algo nuevo?
Parece razonable que la reconstrucción debe vincularse a un proceso de cambio y transformación que conduzca a un nuevo tipo de desarrollo destinado a reducir la vulnerabilidad social, a promover la producción nacional, a eliminar la pobreza extrema y a mejorar la calidad de vida.
Enumeramos a continuación brevemente algunos componentes que, a nuestro juicio, son ineludibles al considerar la reconstrucción Haití.
Reconstrucción física de infraestructuras
Un primer componente, tal vez el más visible y evidente, es el de la reconstrucción física de infraestructuras públicas, comunitarias y familiares. Esa reconstrucción debe planificarse coordinadamente entre los habitantes, las autoridades, los expertos y los donantes.
Es exigible que en todas las infraestructuras que deban construirse estén presentes los criterios técnicos antisísmicos, y debe evitarse que empresas extranjeras aprovechen esta tragedia para lucrar en exceso con las obras de reconstrucción.
Reconstrucción/rehabilitación productiva
Una de las mayores carencias de la sociedad haitiana, que aumenta su vulnerabilidad, es el empleo. Aproximadamente el 75% de la gente no tiene empleo fijo y estable, y vive de la economía informal. Por ello, la inversión productiva es un factor indispensable en la reconstrucción, con prioridad en la producción alimentaria y la rehabilitación de la agricultura.
Rehabilitación de las personas
Millones de haitianos que han quedado heridos en lo más profundo de su ser, con traumas que durarán muchos meses y años. Debe prestarse mucha atención, por ello, a su rehabilitación psicosocial, como elemento ineludible para la reconstrucción del tejido social y el desarrollo comunitario.
Cancelación de la deuda externa
Un paso inexcusable para que país inicie un camino de desarrollo es la inmediata condonación de la deuda externa, de alrededor de 900 millones de dólares. Junto a la condonación, debe evitarse que los recursos destinados a la reconstrucción generen nuevo endeudamiento, y que se establezcan condicionalidades o cualquier otra forma de imposición externa que desvirtúe el objetivo de la reconstrucción.
Reconstrucción de la institucionalidad política
Con ocasión del terremoto, se ha evidenciado la gran debilidad y vulnerabilidad del propio Estado haitiano, el que ha sido calificado como «ausente» y hasta «inexistente».
La reconstrucción pasa por un necesario proceso de reforma a fondo del Estado y de todas las instituciones públicas, y de depuración y consenso entre las fuerzas políticas. No debe olvidarse, aunque sea obvio, que el protagonismo en este sentido debe tenerlo el pueblo haitiano y sus instituciones y organizaciones representativas. Son ellos quienes deben encontrar y construir su institucionalidad y su propio modelo de democracia.
Fortalecimiento de la sociedad civil
En un país donde prevalece la desarticulación social, es necesario, como base para cualquier posibilidad de desarrollo, el fortalecimiento del tejido social, y por lo tanto el fortalecimiento de las organizaciones populares de base (asociaciones de educadores, estudiantes, sindicalistas, obreros, artesanos, pequeños comerciantes, agricultores, etc.), con un aumento de sus capacidades institucionales, técnicas y organizativas, incluyendo a las Organizaciones No Gubernamentales de Desarrollo locales.
MANOS UNIDAS Y LA RECONSTRUCCIÓN
En Manos Unidas, de acuerdo a nuestras prioridades de trabajo, a nuestras posibilidades financieras y a las demandas que recibimos de nuestros socios locales, nos planteamos realizar un programa de trabajo en la reconstrucción dirigido a contribuir a restablecer y/o a crear condiciones de vida básicas para los colectivos afectados. Nuestros aportes de dirigirán a los siguientes aspectos concretos:
1. Apoyo a la reconstrucción de infraestructuras comunitarias y al restablecimiento de equipamientos (escuelas, centros de salud, centros sociales, etc.), en especial aquéllas que en su momento fueron financiadas por Manos Unidas
2. Apoyo para la construcción/rehabilitación de viviendas familiares, que deberán incluir mecanismos y materiales antisísmicos, así como su saneamiento (agua, letrinas, etc.).
3. Apoyo a la rehabilitación productiva/seguridad alimentaria de pequeños campesinos, incluyendo dotación de insumos (herramientas, semillas, etc.), reforestación-recuperación de tierras, diversificación de la producción, agroecología, producción de patio, etc., enfatizando en todos los casos la capacitación técnica, administrativa y organizativa de los actores locales.
4. Apoyo a programas de protección y recuperación medioambiental
Serán criterios de trabajo en nuestras actuaciones los siguientes:
1. La realización de diagnósticos participativos.
2. La transparencia y buena gestión demostrada en la selección de las contrapartes
3. El análisis en cada caso de las implicaciones ambientales, socioeconómicas y culturales.
En nuestro programa y en cada actuación concreta consideraremos los siguientes ejes transversales:
1. Promover en la práctica la «gestión del riesgo», con los elementos organizativos y técnicos necesarios para la prevención de las situaciones de catástrofe y para un mejor enfrentamiento de las mismas.
2. Promover el desarrollo comunitario, potenciando las capacidades locales y fortaleciendo el tejido social.
3. Promover enfoques integrales y transformadores, con la perspectiva de reducir las vulnerabilidades y generar una sociedad más justas y equitativa.
4. Estar atentos a las líneas por las que se decante el plan de reconstrucción nacional, y/o los diversos planes regionales y locales, tanto a nivel oficial como de la sociedad civil, para establecer los intercambios y las coordinaciones de trabajo que sean posibles.
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