Sólo quedan 4 niños en El Refugio de Mensajeros de la Paz

Padre Ángel, el hombre con alma de niño

La modelo Sandra Ibarra, embajadora en Haití de Mensajeros de la Paz

Los sentimientos, a flor de piel, se resbalan por algunos ojos al ver un vídeo de la primera visita del Padre Ángel a Haití, tan sólo 48 horas después del terremoto

(Irene López Alonso, enviada especial).-Sólo quedan 4 niños en El Refugio de Mensajeros de la Paz. Cuando llegamos, temprano, a nuestra visita, la responsable de Infancia sin Fronteras (asociación que coopera con Mensajeros) y el resto de trabajadores, nos explican que este hogar fue creado para acoger a los niños haitianos que habían sido trasladados a la República Dominicana para recibir tratamiento médico.

«Los hospitales estaban atestados, y necesitaban vaciar camas continuamente», explica la responsable, «así que los niños necesitaban un lugar donde culminar sus tratamientos, sus procesos de rehabilitación. Porque los hospitales, tras hacerles las primeras curas, tenían que dejar hueco para otra gente».

Los niños del Refugio también han preparado una canción para recibirnos. Se trata de Mi amigo, de Roberto Carlos, que cantan con un poco de vergüenza en un español recién adquirido. «Es tu corazón una casa de puertas abiertas
tu eres realmente el mas cierto en horas inciertas».

Tras los aplausos, se procede a la entrega de una prótesis para uno de los niños, que perdió la pierna izquierda en el terremoto de Haití.

Javier Vega Camargo, jefe de Mensajeros de la Paz en México, me comenta: «Esto le va a cambiar la vida». Pienso, un poco pesimista, que en realidad la vida le cambió en esos 39 segundos en que perdió una parte de su cuerpo y varios miembros de su familia.

Sin embargo, sólo quedan 4 niños en El Refugio de Mensajeros de la Paz. Buena señal. Lo están haciendo bien, como diría Wilson.

En el piso de arriba hay un taller de tiendas de campaña. Algunos trabajadores se dejan fotografiar mientras tejen esas telas que suponen el único hogar que tiene, hoy por hoy, la mayoría de los haitianos.

Otros, como estos 4 pequeños sonrientes, han tenido la suerte de tropezar con un verdadero refugio. Y es que el Hogar de Mensajeros parece un verdadero oasis (habitaciones pulcras, una pequeña piscina, juguetes, pizarras) en medio de las desorbitadas temperaturas del mediodía en Santo Domingo.

Tras la parada en El Refugio, continuamos viaje a la Escuela Doña Chucha, un hogar para niñas dominicanas que se encuentran en situación de riesgo social, que sirve a la vez de escuela para los niños de la zona.

Allí nos recibe Escolástica, la consagrada salesiana que dirige el centro, donde niñas como Diana, Susi o Melani bendicen la mesa para dar gracias a Dios por los alimentos que su familia no puede proporcionarles, y que, sin embargo, toman cada día, gracias a Mensajeros de la Paz y a la Providencia, como dice Escolástica.

Las niñas son felices, corren por el patio del hogar y nos enseñan sus aulas, equipadas con todo tipo de material, y sus habitaciones de literas. Nos preguntan los nombres, la edad y el color favorito, mientras mezclan el plátano con las judías y el arroz que sus cuidadoras les han preparado.

El Padre Ángel las mira satisfecho, paternalmente, como mira a todo el mundo. Oigo a uno de los visitantes tarareando la canción de Roberto Carlos que, momentos antes, escuchamos en El Refugio.

«Tu eres mi amigo del alma, realmente el amigo
que en todo camino y jornada esta siempre conmigo
aunque eres un hombre aun tienes el alma de un niño
aquel que me da su amistad su respeto y cariño».

Recuerdo la letra y acabo riéndome sola, segura de que el Padre Ángel, desde su humildad despistada, no habrá caído en la cuenta, ni por asomo, de que es él ese hombre con alma de niño al que tantas personas en el mundo quisieran llamar amigo.

Canción última

Última cena. Noche de emociones.
A la ceremonia de despedida asiste el embajador de México en la República Dominicana, que tuvo el honor de colocarle a la modelo Sandra Ibarra la medalla de embajadora en Haití de Mensajeros de la Paz.

Tras ser galardonada simbólicamente por el Padre Ángel, Sandra nos deleitó con un discurso sobre su fundación (que lleva su nombre), su propia experiencia y sus sentimientos respecto a lo vivido en estos días de viaje solidario. «Espero que siga creciendo el club de personas que, como el Padre Ángel y yo, hemos superado al cáncer».

A continuación, tomó la palabra Miguel Ángel Rodríguez que, ante los aplausos de los comensales, declamó unos versos del poeta Miguel Hernández, en alusión a la experiencia vivida en Haití por todos los presentes:

Pintada, no vacía:

pintada está mi casa

del color de las grandes

pasiones y desgracias.

Por último, el Padre Ángel, muy acostumbrado, como él dice, a los «funerales en vida», agradeció todos los halagos y leyó para concluir la velada, un fragmento de la carta enviada por Su Majestad la Reina Doña Sofía con motivo de nuestro viaje.

Los sentimientos, a flor de piel, se resbalan por algunos ojos al ver un vídeo de la primera visita del Padre Ángel a Haití, tan sólo 48 horas después del terremoto.

La decepción de comprobar que la mayoría de las casas siguen tal como quedaron aquel día, que Haití vive como en standby desde ese fatídico 12 de enero, que sus habitantes no tienen dónde habitar… se juntaba con la indescriptible emoción de haber visto el campamento ya construido, de haber visto cómo la vida volvía por esos caminos de tierra, en brazos de sus madres, en los vestidos de gala de los viejecitos risueños, en el pedaleo de la bicicleta de Fritz, haciéndonos de guía por los barrizales. En las voces de los niños que preguntaban ¿Demain, demain? Si íbamos a volver mañana.

«No os olvidéis de Haití», dice el Padre Ángel, con ese tono sencillo de quienes transmiten paz. De quienes llevan la paz de lado a lado, pasando controles, aduanas, y fronteras.
Miro a mi alrededor y pienso, como con la mosca, «Demasiado tarde». Esto se viene con nosotros a casa.

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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