Porque los obispos tampoco ascienden (habitualmente) por mor de sus méritos pastorales o espirituales, sino por formar parte de la cordada del gran cardenal. Ni méritos ni selección, puro y simple dedo púrpura.
(José Manuel Vidal).- A pesar de que la carne sea débil y el sexo ronde a los eclesiásticos, a veces de forma obsesiva, su principal tentación no es el sexto mandamiento, sino el primero. Muchos, en vez de amar a Dios sobre todas las cosas, se aman a sí mismos. La gran tentación es el poder. La búsqueda desenfrenada del poder, que se plasma en el ansia desaforada por hacer carrera. Por eso, el Papa sabio viene denunciando una y otra vez el carrerismo en la Iglesia.
El cura de pueblo quiere irse a la ciudad. El de ciudad quiere ser canónigo o delegado de algo. O profesor del seminario. Hay parroquias de entrada, de ascenso y de término. Y siguen funcionando con otra terminología. Pocos son los curas que creen que no valen para obispos. Estar en las ternas de episcopables es el sueño de muchos de ellos.
Para leer el artículo completo, pincha aquí: