Queremos que el fútbol pueda dar una valiosa aportación al entendimiento pacífico entre los pueblos
(Antonio Díaz Tortajada).-Señor:En el estadio todos juegan, aunque sólo uno gana. Los deportistas te damos gracias por nuestros triunfos, signo de una larga vida vivida con lucha, esfuerzo y trabajo. Con esta plegaria a los pies de tu Madre María Santísima nos unimos, como un grandioso coro, para expresarte un himno de alabanza y acción de gracias.
Queremos dar gracias a Dios por el don del deporte, con el que como hombres ejercitamos nuestro cuerpo, nuestra inteligencia y nuestra voluntad, reconociendo que estas capacidades son dones del Creador.
Queremos vivir una vida deportiva como afirmación de los valores más importantes de los hombres como la lealtad, la perseverancia, la amistad, la comunión y la solidaridad.
Queremos que el fútbol se difunda en todos los rincones del mundo, superando la diversidad de culturas y naciones.
Queremos convertir el fútbol en ocasión de encuentro y de diálogo, superando cualquier barrera de lengua, raza y cultura.
Queremos que el fútbol pueda dar una valiosa aportación al entendimiento pacífico entre los pueblos y contribuir de esta forma a que se consolide en el mundo la cultura de la vida, del servicio y del amor.
Que busquemos, Señor, día a día, la ocasión de encontrar un nuevo impulso creativo y estimulante, para que el fútbol responda, sin desnaturalizarse, a las exigencias de nuestro tiempo:
un deporte que tutele a los débiles y no excluya a nadie, libere a los jóvenes del riesgo de la apatía y de la indiferencia, y suscite en ellos un santo espíritu de competición; un deporte que contribuya a hacer que se ame la vida y que eduque para el sacrificio, el respeto y la responsabilidad, llevando a una plena revalorización de toda persona humana.
Señor Jesucristo, ayúdanos a ser tus amigos y testigos de tu amor.
Ayúdanos a poner en la ascesis personal el mismo empeño que ponemos en el estadio; ayúdanos a realizar una armoniosa y coherente unidad de cuerpo y espíritu, para alcanzar tu inestimable premio: Una corona que no se marchita y que dura para siempre.
Amén.