"No podemos tolerar ni la más mínima actitud de connivencia u ocultamiento"

Matar la inocencia

"Lo que nos hace daño es la mentira, los silencios cómplices motivados por la supuesta defensa de la iglesia"

Matar la inocencia
Abusos sexuales del clero

Y aunque consideramos que debemos dar pasos hacia un celibato opcional, en ningún caso podemos admitir la relación entre celibato y pederastia

(Editorial HOAC).-Cada creyente, sacerdote, religioso o laico, somos un símbolo de una vida nueva, de un nuevo modelo de ser humano que, viviéndose vinculado a Jesucristo por el bautismo, se vincula a todos los seres humanos para constituir la nueva familia de Dios, la que deja atrás la lucha por la existencia, para vivir el amor y el servicio al otro como camino de realización personal, modelo de organización social y de justicia, desde una opción profunda por los más pobres y débiles.

La expresión «no puedo ser para mí sin ser para ti» compendia este sentido de la existencia. Aunque todos participamos del sacerdocio de Jesucristo, los sacerdotes y religiosos han sido especialmente revestidos para este fin por el sacramento del orden, han renunciado a todo para, desde la libertad que da esa renuncia, no tener ninguna traba en esta tarea.

Los abusos sexuales a menores, cometidos por sacerdotes y religiosos, constituyen un verdadero desastre humano. Es imposible evaluar el daño cometido a estos menores, pues se echa sobre ellos una carga que les acompañará toda su vida. Su proyecto de humanización ha sido marcado doblemente: por la experiencia del abuso físico, y por la experiencia de que ese abuso ha sido cometido por una persona cuya misión es protegerle de todo mal y ayudarle a descubrir y vivir que el otro, el amor y la entrega al otro no es sólo una tarea, es la única forma de vivir humanamente y de ser feliz. El abuso mata al menor y mata su inocencia.

Ante tamaña tropelía, la Iglesia no podemos tolerar ni la más mínima actitud de connivencia u ocultamiento. Vivimos desde la experiencia de que «la verdad nos hace libres», por ello lo que nos hace daño es la mentira, las medias verdades, los silencios cómplices motivados por la supuesta defensa de la Iglesia. La Iglesia no podemos defendernos con la mentira, ni con la injusticia, ni con la maldad, sólo podemos hacerlo con la verdad.

Toda víctima debe ser resarcida. Todo pederasta, cómplice y encubridor deben ser puestos a disposición de la ley. La Iglesia debemos ser los más interesados en que se haga justicia, todos debemos celebrar los pasos y decisiones que se han tomado y se están tomando en esta dirección.

Lo que no podemos tolerar de ningún modo es que se trate de generalizar esta situación dando la idea de que todo sacerdote o religioso es un pederasta de hecho o en potencia, pues el celibato lleva inexorablemente a ello. La inmensa mayoría de sacerdotes y religiosos viven entregados y se dejan el pellejo en su tarea. Y aunque consideramos que debemos dar pasos hacia un celibato opcional, en ningún caso podemos admitir la relación entre celibato y pederastia.

Tampoco podemos admitir la imagen que se está dando de la Iglesia, en la que se magnifican las sombras y se silencian las luces. Ya hemos dicho en muchas ocasiones que la mayor parte de la vida de la Iglesia está unida a los pobres y a los que sufren. Pero tampoco podemos caer en el engaño de creer que todo es un complot contra nosotros.

La Iglesia tenemos problemas que debemos solucionar, problemas relacionados con el papel del laicado, con el papel de la mujer, la relación comunidad-ministerios, el diálogo con el mundo, el respeto a la laicidad y el anuncio del Evangelio en este tercer milenio, entre otros. Es necesario que nos planteemos responder a ellos desde la fidelidad a Jesucristo y a los pobres, que es una única fidelidad, a la que no podemos renunciar.

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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