"De Filipinas hay que hablar siempre de una manera cariñosa, viven el catolicismo con mucha devoción y estar allí es algo así como estar en casa"
Hablar de su vida es como recorrer un mapa lleno de países, experiencias y gentes de toda condición. Holanda, Estados Unidos, Filipinas y Corea han sido su hogar desde que, a los 14 años de edad, se marchara de Legazpi para emprender una vida entregada a la docencia y al misionado. Ahora, Javier Arrazola regresa a casa coincidiendo con el 50 aniversario de su ordenación como sacerdote. Sus Bodas de Oro serán celebradas hoy en la parroquia con una misa especial.
La ceremonia dará comienzo a las doce del mediodía y estará oficiada por el propio Arrazola. Le acompañarán en el altar prelados llegados de numerosos lugares como el obispo filipino y Nuncio del Papa en Haití, Bernardito Auza, una decena de dominicos (orden a la que pertenece) y el párroco de la localidad, Victoriano Etxabe. Lo entrevista Cristina Limia en Diario Vasco.
-¿Qué significado tiene para usted la jornada de hoy?
-La vivo con emoción. Tal día como hoy, hace 50 años, celebré mi primera misa oficial como sacerdote. Fue en la parroquia de Legazpi y se trataba de la boda de mi hermano, Victoriano, con Arantxa, así que la celebración es doble.
-¿Acaba de llegar de Corea?
-Sí, allí fue donde comenzaron las celebraciones de mi 50 aniversario como sacerdote. Fue el pasado domingo, con una misa y una gran fiesta para más de 350 personas.
-¿Cuánto tiempo lleva allí?
-Voy a cumplir 15 años como misionero en Corea. Nuestro trabajo en el país ha sido introducir la orden de los dominicos. Tenemos dos conventos de padres, uno en Seúl y otro en Ansan. Yo ando entre uno y otro, como el representante del Provincial de los dominicos.
-¿Es su intención quedarse allí?
-Me gustaría que al cumplir los 80 -ahora tengo 75- me enviaran de vuelta a España. Si no fuera de esa forma, me costaría enormemente pedir que me cambiaran de destino, porque no tengo ninguna razón para ello. Los coreanos católicos nos quieren muchísimo y la gente nos trata muy bien.
-De todos los países que ha conocido, ¿cuál le ha marcado más?
-Filipinas y Corea han sido muy especiales. De Filipinas hay que hablar siempre de una manera cariñosa, viven el catolicismo con mucha devoción y estar allí es algo así como estar en casa. Aunque la primera adaptación al país es dura, si en los primeros meses me hubieran preguntado si quería ir a Nigeria, Zambia o cualquier otro lugar del fin del mundo, hubiera dicho que sí, el clima se hace muy difícil.
-¿Qué vínculos mantiene con Legazpi?
-El más fuerte es el familiar. Somos cinco hermanos, el mayor de todos, Victoriano, falleció hace tres años. El resto viven aquí. Carmen y Jesús están en Legazpi y Josetxo en Zumarraga. Suelo venir cada dos años y a diferencia de otras personas que andan de aquí para allá, yo establezco mi campamento base en Legazpi y no me muevo de él. En esta ocasión estaré aquí hasta el 13 de octubre. La verdad es que guardo muy buenos recuerdos de mis años de estudiante en el Buen Pastor y de la gente de aquí.