"Existe una tentación continua a que el compromiso con los pobres sea algo que casi nos dispense de la fidelidad a la doctrina"
El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, ha recordado que «todos somos capaces de ser víctimas y verdugos al mismo tiempo», de manera que podemos tener «conciencia de la necesidad de misericordia, pero al mismo tiempo después nos endurecemos cuando nos vemos en nuestra pequeña cuota de poder ante los demás», y también que Dios «no tiene hijos legales o ilegales», en alusión a las personas inmigrantes, a las que la Iglesia quiere ofrecer «techo y cobijo».
En la homilía que ha oficiado en la Catedral del Buen Pastor de San Sebastián, con motivo del inicio del Curso Pastoral y de la presencia en la ciudad de la Cruz de los Jóvenes y del Icono de la Virgen María, que permanecerán en Guipúzcoa durante la próxima semana antes de emprender de nuevo su peregrinación por el mundo, Munilla ha indicado que muchas veces tenemos una concepción de nosotros «victimista» y por ello «quizás no somos justos», ya que «todos tenemos dentro de nosotros una lucha interna entre el pobre Lázaro y el rico Epulón, entre ser víctimas y verdugos».
Esta celebración ha empezado más tarde de lo previsto debido a que, previamente, el Obispo ha oficiado Misa en la cárcel donostiarra de Martutene hasta donde se ha desplazado también la Cruz y los controles requeridos en la salida de la prisión han provocado cierto retraso en el programa de actos previsto para este domingo, en el que además Cáritas celebra una campaña centrada en la ayuda a la comunidad inmigrante.
Tras hacer alusión a una viñeta de Mingote en la que aparecían dos pobres, uno de los cuales había comprado un boleto de Lotería de Navidad soñando en qué gastaría el dinero si le tocaba y en ningún caso pensando en compartirlo en aquellos pobres cómo él, el Obispo ha insistido en que «somos capaces de ser víctimas y verdugos al mismo tiempo», de manera que podemos tener «conciencia de la necesidad de misericordia, pero al mismo tiempo después nos endurecemos cuando nos vemos en nuestra pequeña cuota de poder ante los demás«.
«No se trata de una lucha de clases, pobres contra ricos, sino una lucha interior en cada uno de nosotros entre la misericordia, la caridad y la dureza de corazón», ha indicado. Además, ha trasladado el deseo de la Iglesia de ser «techo y cobijo» para las personas inmigrantes, ya que al igual que «Dios no tiene hijos legales o ilegales, sino una paternidad y una maternidad en la que entramos todos y eso quiere ser la Iglesia para ellos».
Munilla también ha anunciado que el nuevo Plan Pastoral de la Iglesia guipuzcoana tiene «como primera finalidad» el ejercicio de la caridad, y ha señalado que «caridad sin verdad no es caridad y verdad sin caridad no es la verdad de Cristo».
A su juicio, «tenemos que tener una manera de actuar en la que la adhesión a la fe de Cristo, al credo, al magisterio de la Iglesia, al Papa, sea incuestionable, que no nos atrevamos a ponerlo en duda» y que al mismo tiempo «la autentificación de la ortodoxia en la fe sea la caridad». «Existe una tentación continua a que el compromiso con los pobres sea algo que casi nos dispense de la fidelidad a la doctrina», ha indicado, lo cual ha calificado de «error».
Asimismo, ha opinado que existe la tendencia también a una «mera adhesión a la fe católica sin que de ella extraigamos todas las consecuencias en la entrega a los pobres y los necesitados». «Este tiene que ser el ‘leiv motiv’ de nuestro Plan Pastoral, caridad y verdad», ha aseverado, porque «no hay una sin la otra».
«ESPERANZA»
Munilla ha destacado por otro lado que el dolor y el sufrimiento deben «abrirnos el corazón a la esperanza, a la misericordia y al amor». «Esa es la libertad del hombre capaz de endurecerse en el mal o de sentir la llamada de Dios en la Cruz que le abre al amor y a la misericordia», ha apuntado.
El Obispo ha incidido en el «mensaje» y la «fuerza» de la Cruz, un signo que «toca las puertas de nuestro corazón» y nos dice que «hay esperanza, que el mundo está necesitando de Dios». Después de reiterar que «el verdadero opio del pueblo no es Dios, como decía el marxismo, sino el materialismo«, ha advertido que el hombre «jamás será feliz si le arrancamos su apertura a Dios». (RD/Ep)