Una Iglesia por la que vale la pena luchar. Una Iglesia a la que vale la pena ayudar. También económicamente. Para que pueda seguir siendo la samaritana de Dios.
(José Manuel Vidal).- Dia de la Iglesia diocesana. Un dia para recordar que la Iglesia se estructura en diócesis en torno a su obispo, garante de la comunión. Es el momento de dar gracias por esa Iglesia más cercana. Esa Iglesia provincial, local y parroquial, que, a veces, sufre por la mala imagen que otros le crean. Porque, vista de cerca, la Iglesia resplandece mucho más que vista a través de la Conferencia episcopal, de la cúpula del episcopado o de los escándalos que, a veces, también la sacuden. Humano-divina y divino-humana. Con algunas manchas, pero mucho brillo.
Es la Iglesia del cura de pueblo o de barrio, que se parte el alma por su gente. Es la Iglesia del obispo-amigo-compañero y padre, que quiere a sus curas y a su gente. Y no sólo en teoría, sino en la práctica. Obispos de pequeñas y medianas diócesis que conocen a sus fieles. Casi por su nombre y por sus problemas. Que se patean los pueblos, que están cerca de su gente, que se fajan a pié de obra. Y hay muchos. La mayoría. Son cada vez menos los obispos señores, los del ordeno y mando, los que quierens er servidos. Especie en extinción, aunque todavía quedan algunos.
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