Jesús, el ungido de Dios, curó en sábado y tocó con sus manos cuanto lo podía hacer impuro -mujeres, leprosos, cadáveres-, hasta entrar en el reino mismo de la impureza, el reino de la muerte, para que sus moradores tuviésemos vida
(Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger).-Se supone que de profilácticos han de tratar quienes los fabrican, y será normal que discutan calidad y precio, técnicas de mercado y procesos de distribución.
Se supone que de ellos se ocuparán también los médicos, y que, olvidados intereses y beneficios de fabricantes y comerciantes, evaluarán si el producto es eficaz para evitar un contagio o prevenir una enfermedad.
Se supone que el profiláctico, género de por sí ni bueno ni malo, adquiere la dimensión moral que a las cosas sobreviene cuando, para bien o para mal, se sirve de ellas el sujeto humano. En ese contexto, el cristiano tiene un discernimiento que hacer y palabras que decir también a propósito de profilácticos.
Él sabe por fe que ha sido incorporado a Cristo, y que ha sido ungido por el Espíritu de Cristo, y que recibe en comunión el Cuerpo de Cristo para ser transformado en lo que ha recibido; él sabe que no puede alcanzar ahora lo que está llamado a ser; él sabe que será siempre y sólo un creyente que camina en humildad hacia la plenitud de su ser en Cristo. Por eso, un cristiano no podría discernir sus opciones morales ni juzgar su vida desde un código externo, fuese el suyo el más perfecto de los códigos, sino que ha de discernir y juzgar desde el hombre nuevo que está llamado a ser: desde Cristo Jesús.
Jesús, el ungido de Dios, curó en sábado y tocó con sus manos cuanto lo podía hacer impuro -mujeres, leprosos, cadáveres-, hasta entrar en el reino mismo de la impureza, el reino de la muerte, para que sus moradores tuviésemos vida. En Cristo Jesús, Dios ha revelado su compromiso con el hombre, se ha acercado al hombre, se ha hecho hombre.
Y así, el cristiano, miembro del Cuerpo de Cristo, hombre nuevo en Cristo, para discernir bondades y malicias, lo ha de poner todo bajo la luz del bien del hombre, de la vida del hombre, del amor de Dios al hombre. ¡Todo!: sábados y purezas, sol y lluvia, la propia vida y la condición misma de Dios. Sí, todo, también el profiláctico.
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger