Chiara, sencilla maestra de escuela en Trento, que en tiempos difíciles tuvo la inspiración de crear un movimiento, que se inspira en el amor a todos
(F. Carmona, en La Ciudad de Dios).- Estamos ante un libro, Chiara Lubich, bellamente presentado por la colección Semblanzas de la editorial San Pablo. Encuadernado en tela con sobrecubierta a todo color y una fotografía de Chiara Lubich, invita a tomarlo en las manos y leerlo. A su buena impresión une un cuadernillo de fotografías de la vida e historia de la fundadora del movimiento focolar, donde puede verse su relación con los personajes más diversos en cultura y religión para llevar adelante su ideal de paz y amor universal.
Debo confesar que no conocía de cerca y con toda objetividad la persona y obra de esta gran mujer y gran creyente. Sentía simpatía teórica por el hecho de ser un movimiento, el focolar, profundamente cristiano, acogido en la Iglesia y bien recibido en otros sectores por su encomiable labor.
En la introducción destaca la vida de Chiara, sencilla maestra de escuela en Trento, que en tiempos difíciles tuvo la inspiración de crear un movimiento, que se inspira en el amor a todos. En tiempos de odios causados por enfrentamientos humanos. «Era en tiempo de la guerra…», decía ella cuando hablaba de los orígenes de la Obra de María o de los Focolares, en la cual promueve la fraternidad universal. Tiene una vida espiritual sólida, basada en la humildad, pero consciente de que «la luz hay que ponerla encima del celemín no debajo, y la ciudad encima del monte», como enseñó Jesús.
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