Yo creo que nuestra jerarquía, por defensa propia, se ha juntado con todos los movimientos que son partidarios de seguir al obispo, o al Papa, al pie de la letra
(José Manuel Vidal).- Jairo del Agua es una rara avis. No es ni obispo ni cura, pero predica. Y predica a diario, desde su blog en Religión Digital, con una audiencia de miles de personas. Y llega. Porque su predicación es la de un laico, casado, con hijos, directivo de un importante banco, que ahora se dedica a otro ministerio. De una forma clara, libre, abierta, y con mucho amor a la Iglesia. Hoy nos va a presentar su libro Meditaciones desde la calle (Khaf).
P- Buenos días Jairo, bienvenido.
R- Buenos días, José Manuel.
P- El título de tu libro me recuerda al clásico de Michel Quoist: oraciones para rezar por la calle.
R- El título me vino solo, de dentro, como casi todo lo que escribo. Pensé que podía componer un libro con todos los artículos que había publicado, y el título se me impuso desde dentro. Y a la editorial le pareció estupendo.
P- ¿La ilustración intenta también reflejar esa doble vertiente? La meditación desde la calle, la contemplación desde la actualidad.
R- Sí, aunque la ilustración no es mía.
P- Lo primero que se aborda en el libro es un precioso prólogo de tu mujer, Rosa María, que te conoce perfectamente y te retrata muy bien. Te atribuye estas cualidades: «es un misionero virtual», «un perfeccionista», «uno de sus objetivos es des-cargar las conciencias».
R- Así es. Ella me conoce muy bien. Es mi correctora de pruebas, la primera que lee mis artículos. Dice que no ha conocido otra persona que se autocorrija tanto como yo. Y la verdad es que me gusta encontrar la palabra adecuada para lo que quiero expresar. Me siento identificado con la manera en que me dibuja.
P- Sois un matrimonio normal, de laicos. ¿Colaboráis en alguna parroquia?
R- Sí, en distintas tareas pastorales. Estamos en la formación de novios, en el asesoramiento de parejas. Tenemos un grupo en el que animamos a inmigrantes, les enseñamos a orar y les damos cariño. Porque es lo que más necesitan, como todo ser humano.
P- ¿Es una parroquia de Madrid?
R- Sí, parroquia de San Antonio de Cuatro Caminos. De los franciscanos capuchinos.
P- Si alguien quiere entrar en contacto más directo contigo, ¿te puede buscar ahí?
R- Sí, ya hay quien lo ha hecho. Alguna persona casada que me conocía por el blog me ha buscado para asesoramiento de parejas. Yo presto consejo a todo el que lo quiera.
P- O sea que tienes una parroquia virtual, en la que ejerces, y también una física donde la gente te puede encontrar.
R- Eso es.
P- Uno de los temas de tu libro es el del lenguaje trasnochado. ¿A qué te refieres?
R- A que la religión no puede expresarse como se expresaba hace años, o hace siglos. La religión es algo vivo que pertenece al ser humano. Es connatural. La religión no es ningún sombrero. Y hay gente que dice «soy católico» y acude a su cofradía como si fuera un capuchón de los de semana santa, de determinado color. La religión nace de la persona. Pero lo que no podemos hacer es manifestarla como hace cientos de años, porque es algo vivo.
P- ¿Así que lo que preconizas es que la Iglesia, que somos todos, pero también la jerarquía, tendría que adecuar su lenguaje al de hoy para conectar con la gente?
R-Sí, pero no sólo el lenguaje: los signos, las formas de orar, los métodos para interpretar la Escritura. Todo eso afecta profundamente a la religión. Se trata de actualizarse. La vida es corriente, no se puede parar.
P- Me imagino que ya hay gente que está en esa dinámica de actualización.
R- Por supuesto. Pero esa no es la línea jerárquica. La actualización de la jerarquía es lenta, lentísima. Por no decir que son inamovibles. Yo no sé si temen perder algo… pero es todo lo contrario. Lo que se pierde es lo que se paraliza.
P- ¿O sea que la actualización se está intentando a pie de obra, en la base, y falta en las cúpulas?
R- Yo creo que sí. Están surgiendo infinidad de grupos, de movimientos, de clérigos y predicadores que están purificando la religión, volviendo al origen real. Y eso lo está haciendo el Espíritu.
P- ¿Hay sed de Dios?
R- Sin la menor duda. Yo no tendría el éxito que tengo en mi blog si no fuera por eso. Yo no escribo de cabeza, ni desde lo que he aprendido. Yo escribo desde mi vitalidad, desde lo que he experimentado y he visto. Lo que realmente me convence y me empuja a buscar a Dios.
P- ¿Y desde la experiencia vital de un laico que pisa la calle, que pisa la vida?
R- Claro. Casi todos los artículos que yo escribo responden a necesidades que he visto en mis hermanos. Gente que me pide que hable del divorcio, o de los homosexuales, de la oración, de la doctrina de la Iglesia… La gente me lo pide, quizás porque soy muy claro, o muy rotundo, o porque pongo el corazón en lo que escribo. Y parece ser que llega, aunque luego la gente hará lo que quiera con su conciencia y su libertad.
P- ¿Es eso lo que se echa en falta en los predicadores «con título»? ¿Mucha gente se va aburrida de las homilías?
R- Por supuesto. Normalmente la religión la imponemos, o la predicamos, o la enseñamos desde la cabeza: los principios, las normas, el pensamiento, las opiniones. Y, claro, eso es frío, abstracto. Y los curas, tal como están formados hoy en día, hablan de Dios de una forma muy intelectual.
Yo a mi gente le hablo de Dios como alguien que está aquí metido, entre nosotros. Dentro de cada uno. «Donde haya dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Yo estoy convencidísimo.
Pero en general los curas hablan de teorías. Y cuando les oyes, se te quedan los pies fríos y la cabeza caliente. Y eso sin entrar en cómo están ordenada la liturgia en la iglesia. ¿Qué es eso de adoptar la postura que te digan? Yo soy un rebelde total para eso. Porque tú vas a la iglesia para relajarte. Hay que conectar con la interioridad.
Yo a la Iglesia Católica la quiero mucho, y por eso la critico. Porque creo que tiene que mejorar. Tiene que llegar a las personas. Y sin embargo, en cuanto llegas a la iglesia, lo primero que te dicen es cómo te tienes que poner. Y dan ganas de decir: «¡Pero, por favor, que yo vengo a orar, no a un ballet!».
P- ¿Pero no hará falta regular el culto cuando es masivo?
R- Bueno, lo que es el culto principal, la actuación del sacerdote, es lógico que tenga un orden. Pero las personas van a orar, y la postura más cómoda, y más lógica, es estar sentados. Para estar atentos hay que estar relajados, como en el teatro. Tengo en mente un artículo que se titularía algo así como «la gimnasia litúrgica».
P- Otra de tus afirmaciones rotundas es «los laicos no hemos llegado a la mayoría de edad en la Iglesia».
R- Así es, porque no nos han enseñado a ser mayores, sino a ser niños. A cogernos de la mano de los clérigos, de los obispos, y a hacer todo lo que ellos digan. Es muy difícil progresar de esa manera. Primero, estás alienado. No desarrollas tu propia conciencia. No encauzas tu libertad.
P- ¿A pesar de las proclamas del Vaticano II de la corresponsabilidad de los laicos, etc.?
R- Eso es, en gran medida, letra muerta. No soy un experto en el Vaticano II, pero sé que mucho de lo que esa gente de buena voluntad hizo, es pura letra.
P- ¿Cómo desclericalizar?
R- Primero, dando responsabilidades concretas a los laicos. ¿Qué es eso de que las homilías sólo las pueda hacer un sacerdote? ¿Es que tienen miedo a los laicos? Yo me he ofrecido más de una vez para hacer una homilía, incluso presentándola antes, para que vieran que no me iba a salir del dogma o de la moral. Pero no quieren, no pueden. Está prohibido. No quieren dar cancha a los laicos. Los curas se siguen creyendo los amos del cotarro. Si a ellos no les cuadra, no te dejan presentar propuestas.
P- ¿O sea que los órganos consultivos, el consejo pastoral, el consejo económico… no funcionan?
R- Tampoco. Yo he pertenecido al consejo pastoral durante mucho tiempo, y al final me he tenido que retirar, porque veo que allí solo se habla de cositas, de rutinas. No llegamos al fondo, a lo importante: en qué Dios pensamos, cómo oramos…
P- ¿A tu juicio, entonces, lo que hace falta es una evangelización desde la base? ¿Una catequización desde los cimientos?
R- Por supuesto. Para mí es básica la doctrina de los carismas de San Pablo. Que cada uno ejercite sus carismas, da igual que sea laico, clérigo, obispo o barrendero.
P- ¿No todos valemos para todo ni siquiera en la Iglesia?
R- No, es de cajón. En la vida social, normalmente cada uno elige la profesión que quiere ejercitar, aquella para la que está más preparado, para la que tienes más dones. (Cuando se puede, claro). Pero en la Iglesia eso no lo tenemos en cuenta. La Iglesia es la dominancia del clero sobre los laicos.
P- ¿Todavía en estos momentos, en que cada vez hay menos sacerdotes?
R- Me temo que esa va a ser la causa forzada para que vayan dando más cancha a los laicos. Por ahí irán entrando. Yo es posible que me muera sin llegar a verlo. Ahora que tengo tiempo, y que escribo y amo a la Iglesia, sin embargo, tengo muy vetada la predicación pública y masiva. Salvo por el blog, que lo leen muchos miles de personas, que ya quisiera tener alguna parroquia.
P- Otra de tus críticas es: «los que sólo somos católicos, sin siglas, estamos por la cuneta».
R- Yo creo que nuestra jerarquía, por defensa propia, se ha juntado con todos los movimientos que son partidarios de seguir al obispo, o al Papa, al pie de la letra. Se siguen apoyando en los llamados nuevos movimientos, fidelísimos, que tienen el 4º voto de obediencia al Papa, o que lo siguen a pies juntillas, sin plantearse nada, sin cuestionarse, sin ser críticos. Pero yo creo que la mayoría de los católicos, si somos humanos, nos cuestionamos, porque está en nuestra naturaleza y en nuestra libertad. Si no, ¿Qué tipo de seguimiento hacemos a nuestro Señor? ¿Qué es lo que vemos en Jesús de Nazaret?
P- ¿Eso quiere decir que la mayoría de los católicos no está encuadrada en esos movimientos?
R- Claro que no. Y al ver que los obispos se apoyan en ellos, los demás sentimos que somos una masa amorfa en quien nadie confía, y a quien nadie mira, pide o solicita.
P- Pero, cuando a los obispos se les dice algo así, suelen contestar que los movimientos les dan fieles, vocaciones, presencia, e incluso dinero para sostener las obras eclesiásticas.
R- Puede ser. Pero la Iglesia Católica es universal, no se puede ceñir a sectores. No puede imponer un sectarismo. Lo dice clarísimamente Santiago en su carta.
P- ¿Lo que reclamas, entonces, es igualdad de trato? ¿Que no haya tanta predilección? ¿Qué no se echen solo en brazos de los movimientos?
R- No me opongo a que tengan sus predilectos, pero, a la hora de organizar algo público, tienen que convocar a todos los católicos y no deben hacer figurar solo a los movimientos. Hay ejemplos muy claros.
P- ¿La convocatoria de las familias?
R- Sí. La vuelven a hacer los de siempre, la van a dirigir los de siempre. Los obispos se apoyan en ellos porque saben que les van a llevar gente. Pero, en el momento en que una cosa la circunscribes a un movimiento, los que nos consideramos católicos de a pie, o, como dice una amiga mía, «cristianos sin papeles«, que no estamos adscritos a nada, nos quedamos sin presencia. Por muy devotos que seamos y muy entregados que estemos a nuestra Iglesia, no contamos para nada.
P- Reclamas, en ese sentido, «una religión mas humanizadora, positiva, luminosa y alegre».
R- Es esencial. Deberíamos tener en el frontispicio de todas las iglesias algo así como «esto es la Buena Noticia». Porque hemos perdido esa noción y, desde ese momento, le hemos dado a la religión un carácter negativo, de prohibiciones, caminos restringidos, falta de libertad, seguimiento estricto de lo que te digan. ¿Dónde está ahí el cauce de mis aspiraciones profundas, lo que a mí me libera? ¿Dónde está el Dios al que yo busco?
P- ¿Sería algo así como volver a los primeros cristianos? ¿Al «mira cómo se aman»?
R- Por supuesto. Y darle a la religión el puesto que tiene. Es imposible concebir la religión como un mapa que tienes detrás. ¿Cómo se expresó Jesús? ¿Tú has visto algún Cristo riéndose?
P- Alguno hay, pero pocos.
R- Yo tengo uno en mi casa, encima de la estantería bajo la que escribo. Riéndose a carcajada limpia. Creo que es el fotograma de una película.
Yo conecté con esa imagen de Jesús contagiando alegría, como dice el Evangelio: «He venido para que tengan vida, y la tengan abundante«. Eso se nos ha olvidado en la práctica. En la teoría lo saben todos los curas, y hasta algún católico ignorante como yo, pero de verdad eso no es cierto.
P- Abogas por desmitificar el pecado, con la imagen de la gaviota que saca la lengua.
R- Me parece que hay muchas cosas que reformar en la Iglesia. No es lo más importante lo del celibato de los curas o lo del sacerdocio de las mujeres, que llegará. Pero eso no está maduro, no es realista. Hay otras cosas más urgentes que no cuesta nada cambiar: vivir desde lo positivo. No podemos seguir anclados en el pecado. Porque todo ser humano, en el fondo de sí, es positivo. Hay que aprender a descubrirlo. Todos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Hablamos de pecado, de pena, de castigo. Eso es una religión negativista, que se viene construyendo desde hace mucho tiempo.
P- ¿Sigue habiendo gente con una losa moral negativa encima?
R- Sí, totalmente. Sobre todo las persona mayores. ¿Quiénes van ahora a las iglesias? Gente mayor, viejitas y viejitos que se escandalizan cuando les hablo de mis ideas. Porque están acostumbrados y no les puedes sacar de sus rutinas, de sus esquemas.
P- ¿Quizás lo peor es que esos esquemas se sigan manteniendo?
R- Claro, naturalmente. Por eso hay que romperlos.
P- ¿Entonces Dios no castiga, y menos con el infierno, y menos con un infierno eterno?
R- El tema fundamental de todo lo que yo escribo es la búsqueda del rostro de Dios. No podemos entrar en una religión si no sabemos a quién seguimos. Oficialmente estamos anclados en la forma de interpretar la Escritura de hace siglos.
P- ¿Quieres decir que sigue vigente el Dios castigador que mete miedo?
R- Por supuesto. Y la oración que hacemos es la oración a un Dios desconocido. «el Dios de la manga», como le llamo yo. Porque parece que hay que tirarle de la manga para que despierte y nos atienda.
Algunos integristas, supercatólicos, de los que son más papistas que el Papa, me han criticado por decir que la intercesión es un error. Pero es que es ridículo. ¿Cómo vas a tener que decirle a un santo que interceda por ti antes Dios, cuando ese Dios es amor que se está derramando para toda las criaturas?
P- ¿Y que es tu padre?
R- Más que mi padre. Porque mi padre natural, mi padre humano, puede estar distraído, dormido, y que sea mi madre la que tenga que decirle: «Oye, que tu hijo te necesita, te está buscando«. Pero con Dios no tiene sentido. No hace falta que vaya la Santísima Virgen, o el santo tal o el santo cual a tirarle de la manga.
P- ¿No se debe eso, quizás, a que hemos mitificado demasiado a Dios, de forma que a la gente le da miedo ir directamente él?
R- Efectivamente. Seguimos hablando del Dios de los ejércitos, del juicio, que es un concepto erróneo.
P- ¿Por eso la gente se agarra a San Pancracio?
R- Claro, al santo de su devoción, que lo tiene más cercano. Para que acuda a Dios a ver si le consigue no sé qué prebenda.
Yo en mis artículos hablo del Dios torrente. ¿Qué le vas a pedir a un Dios que se está derramando sobre ti? Lo que tienes que hacer es abrirte para recibirlo.
P- ¿Cómo ves la confesión? Abogas por replantearla, pero, ¿en qué sentido?
R- Primero, suprimiendo todo lo que tiene de rutina. Y sabiendo que lo más importante no es la confesión vocal, sino la conversión. El sacramento de la penitencia no vale para nada si yo no voy con un ánimo de convertirme, de arrepentirme de lo que he hecho mal y cambiar mi vida. Constricción de corazón y propósito de enmienda. Hoy en día se hace todo lo contrario: se pone el acento en la confesión vocal y en el cumplimiento de la penitencia.
Eso no sirve para nada, y por eso la gente la ha abandonado. No se muestra el sentido positivo del sacramento de la alegría, como yo lo llamo. La alegría de la vuelta al Padre.
P- ¿La imagen del hijo pródigo?
R- Claro. Sentir que has errado pero que puedes volver. El muchachito de aquella historia no tuvo penitencia al volver a casa, ni siquiera fue reprochado. Le organizó una fiesta.
Aquel muchacho tuvo que quedar desarmado para toda su vida. Ese es para mí el sacramento de la mal llamada penitencia.
P- Hablas de los curas, a veces como «queridos curas», y otras como «curas del demonio».
R- No recuerdo dónde he podido decir esa frase, pero sí que tengo dos sensaciones respecto a los curas. La primera es de profunda admiración, de necesidad de apoyarles y ayudarles, porque creo que su vida es muy sacrificada, que necesitan una vocación muy intensa. Eso es lo primero que siento hacia los curas: volcarme hacia ellos. Lo que ocurre es que no todos admiten que te pongas a su nivel, y te miran por encima del hombro.
P- ¿No se dejan querer?
R- No. Es como si los laicos fuéramos de otra categoría. La «tropa». Estamos ahí, a ellos les gusta tener sus admiradores, quien les haga caso, les de dinero o les haga tal favor material.
Yo considero que los curas deberían ir todavía vestidos de cura, aunque no esté ya de moda. Para que se les distinga. A mí me molesta mucho verles vestidos igual que yo. Me da mucha grima. Sé que voy contracorriente, que es políticamente incorrecto, pero lo sigo pensando.
P- ¿Qué te ha parecido el viaje del Papa, que acaba de estar con nosotros? ¿Qué análisis haces del actual pontificado?
R- Yo a este Papa lo considero un Papa humilde. No tiene una personalidad carismática como Juan Pablo II. Es callado, un tanto introvertido, un poco tímido. Pero creo que es amable, que se le puede querer.
De todas formas, yo nunca he considerado que el Papa sea una divinidad a la que haya que adorar y ante la que tengamos que arrodillarnos. No hay que llamarle Santo Padre, porque santo sólo es Dios.
Yo quiero al Papa, le respeto, le escucho. Pero no le adoro.
P- No caes en la papolatría.
R- Claro, bajo ningún aspecto. Porque me da la sensación de que nos pasamos, que le damos a la jerarquía más importancia de la que tiene.
P- ¿Hay animadversión hacia la Iglesia en España?
R- En parte, sí.
P- ¿Por qué?
R- Quizás por la limitación de la libertad. Por lo de fijarse siempre en lo que va mal.
P- ¿Pero por qué ha pasado a ser una de las instituciones más antipáticas, junto a los políticos, cuando hace unos años, en la época de la Transición y el post-concilio, era la institución más valorada? ¿Qué nos ha pasado en estos últimos años para perder todo ese capital simbólico de credibilidad y autoridad moral?
R- Yo creo que lo que venía de atrás venía con mucha inercia. De la España católica de siempre. Entonces, cuando eso se ha ido perdiendo, cuando los laicos han ido abandonando las iglesias, cuando la gente ha dejado de plantearse tanto el problema religioso (al hilo del progreso social y económico), y al no haber referencias, lo religioso ha perdido significado. Ésa es una de las causas por las que se ha perdido opinión, además de lo que decía antes de que hemos perdido la noción de religión humanizadora. Si todo el mundo captase que la Iglesia es positiva y alegre, estoy seguro de que, crean o no crean en el catolicismo, la admirarían igualmente.
Yo coordino un grupo de oración de emigrantes. Para apoyarles, oír sus problemas, llorar y reír con ellos, quererles. Y a ese grupo van personas que no son católicas.
P- ¿Musulmanes, judíos, protestantes…?
R- Evangélicos, episcopalianos… Mi blog lo leen en otras Iglesias. Me han invitado a México y me han ofrecido su micro para que yo predique a sus fieles. Lo cual me llena de satisfacción, porque quiere decir que mi cristianismo es universal. Pero es que yo creo que cuando tu partes de lo esencial de la religión, de una imagen auténtica, eso llega a todo el mundo.
P- Hay algo que te preocupa mucho, y que defines con una frase muy lapidaria: «Mirad cómo se apedrean».
R- Ésa es una de las lacras actuales más dolorosas para mí. No puedo entender que personas católicas o ultracatólicas entren en un blog para insultar al que da una opinión, sea del signo que sea. La libertad de prensa existe, y a cada uno escribe lo que lleva en su cabeza, en su corazón o en sus genes. Lo que no entiendo es que haya católicos que se dediquen a tirar piedras a otros porque dicen algo que a ellos les parece que es ofensivo contra la Iglesia. Porque cada uno expone sus opiniones lo mejor que puede. Es contradictorio, siendo la religión del amor. Mientras antes se nos reconocía porque nos amábamos, ahora se nos reconoce porque tiramos piedras al que no viste nuestro propio hábito.
P- Y escondiendo la mano, además, bajo el seudónimo.
R- Efectivamente. No dan la cara. Yo, gracias a Dios, tengo muchísima suerte con mis comentaristas. En mi blog no hay una sola crítica, y cuando la hay, rápidamente sale un comentarista a decir: «Mire usted, este es un blog serio, donde se puede aportar con libertad pero con respeto».
Hay una frase que deberíamos tener en cuenta los católicos: «El mal suele defenderse y justificarse acusando de malo a quien lo desenmascara y denuncia«. No sé cómo se me ocurrió. Fue una inspiración que me llegó. Y es así: el mal de un católico que se cree muy bueno y no hace más que fariseísmo, el mal de los integristas, de los movimientos ultra… existe como negación del bien. Y cuando se quiere justificar, se defiende acusando de malo al otro.
A raíz de ver, en los blogs, tanto desprecio, odio, insultos, trapos sucios… escribí ese artículo que se llamaba Mirad cómo se apedrean. Porque es indigno que un cristiano caiga en eso.
P- Para terminar, ¿puedes lanzar un mensaje de esperanza?
R- Nunca he sido más feliz que ahora mismo, cuando me dedico a ayudar a los demás y a orar con ellos. Tengo una amiga, religiosa, que me preguntaba, en mis tiempos densos de trabajo: «¿Estás contento contento?». Y yo decía: «Bueno…». Ahora, cuando me hace la misma pregunta, digo: «Estoy contento, contento, contento». Gracias a Dios. Porque me estoy dedicando a dar lo mejor de mí, y porque creo que a Dios Padre no hace falta más que encontrárselo de frente.
Repito las palabras de Juan: «He venido para que tengan vida, y la tengan abundante«.
P- Gracias, Jairo. Ésta es tu casa, ya sabes.
R- Gracias, gracias a vosotros.
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