El que es insensible ante el sufrimiento ajeno, aunque los muertos se levanten de sus tumbas y le echen en cara su insensibilidad frente a los males que soportan los desgraciados, seguirá tan insensible como antes
(José María Castillo).- 12 de enero de 2011, hace un año que el pequeño y paupérrimo país de Haití quedó prácticamente destrozado por un brutal terremoto. Y destrozado sigue después de un año entero esperando remedio a tanta desgracia y tanto sufrimiento.
No voy a repetir aquí los datos de pavor, destrucción y muerte que, a lo largo de este año, los medios de comunicación nos han dicho que en Haití se vienen produciendo. Todo eso ya se sabe. Y el que no lo sepa, que entre en internet y busque. Que encontrará lo que no se imagina. Y eso que, a fin de cuentas, ni en internet es posible encontrar toda la verdad de lo que allí está ocurriendo.
Mi idea tampoco es ponerme ahora a ponderar lo malos que somos por causa de nuestro desinterés ante el dolor ajeno, concretamente ante la inmensa miseria de los pobres de esta tierra.
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