El sacerdote y teólogo falleció el pasado domingo

«Abaitua fue el constructor social de Vitoria»

Fue una figura «clave» en la evolución de la ciudad desde mediados de los años cincuenta

«Abaitua fue el constructor social de Vitoria»
Carlos Abaitua

Jose Ignacio Calleja: «Sobrio en la amabilidad, era de fondo afectuoso, honrado, honesto y cabal, muy equilibrado»

«Era un realizador, un constructor social, hubiera sido un empresario vasco extraordinario». La definición la aporta José Ignacio Calleja, el que fuera discípulo de Carlos Abaitua, el sacerdote y doctor en Teología fallecido el pasado domingo en la capital alavesa a los 89 años. Es el mejor panegírico para un hombre al que Vitoria le debe buena parte de su presente y que, no obstante, se caracterizó por una discreción extrema. Lo cuenta Beatriz Corral en El Correo.

Abaitua nació en la localidad vizcaína de Bérriz en 1921 y en 1946 ya era sacerdote de la diócesis vitoriana. En 1964 obtuvo su título de doctor en Teología, en cuya facultad enseñó hasta su jubilación. Toda su vida huyó del reconocimiento público para volcarse activamente con los problemas sociales y los colectivos con más dificultades.

Una implicación que le convertiría en la figura «clave» de la evolución de la ciudad desde mediados de los años cincuenta del pasado siglo. A él se debe la edificación de las primeras viviendas sociales en los barrios de Adurza y Errekaleor, ambos por entonces sin construir, cuando la industrialización atrajo a multitud de obreros de todas partes del país.

Llegaban «sin equipaje ni un cubículo donde dormir», rememora el exaparejador Luis María Sánchez Íñigo, para quien Abaitua representa «el maestro de mi vida», tanto que se convirtió en «tío mío», el cual bautizó a los 22 nietos del que fuera director del departamento municipal de Centro Histórico.

Una estrecha relación personal forjada durante 56 años, cuando ambos se conocieron en plena calle a través de un amigo en común. Su conexión se plasmó en la puesta en marcha de un comedor social en Adurza, de un centro social (embrión de los actuales centros cívicos) y de dos residencias -primero de obreros y luego de estudiantes- en el mismo barrio. Una de las cuales, la masculina, se reconvertiría años más tarde en un equipamiento para personas con discapacidades psíquicas, que durante diez años presidió Sánchez Íñigo antes de dar relevo al teólogo vizcaíno.

Cultivado, honesto y cabal

«Nunca abandonó el voluntariado y hasta el final celebraba la eucaristía», recuerda Calleja, profesor en la facultad de Teología del campus alavés, y que durante dos décadas se relacionara intensamente con su maestro, al que admiraba por su carácter e inteligencia, y junto al cual desarrollara durante la Transición las catequesis y las escuelas sociales.

«Sobrio en la amabilidad, era de fondo afectuoso, honrado, honesto y cabal, muy equilibrado», juzga. «Era muy cultivado y educado, de trato exquisito. Pensaba mucho sus opiniones hasta tener una postura firme y ética, pero nunca mantenía un conflicto a muerte con el que no opinara igual», pondera. Pero su mejor rasgo era su capacidad para «hacer equipos, reunir a su alrededor a gente de responsabilidad y con capacidad para resolver por sí mismos», elogia.

Sánchez Íñigo va un paso más allá y alude a su capacidad para detectar «los problemas en la vida de las personas» y su carácter pertinaz. «Insistía e insistía hasta lograr las cosas, en las viviendas de Adurza y Errekaleor consiguió implicar a las entidades financieras», ejemplifica, emocionado al recordar su última charla con él. Fue en Nochevieja «y quedamos en que me llamaría». Pero su salud empeoró al manifestarse de nuevo una enfermedad recurrente y falleció dejando «un gran vacío», concluye.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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