¿Quieres que acabe bien? ¡Hazlo acabar bien con tu modo real de actuar!
(Hilari Raguer).- Se la suele llamar «parábola del hijo pródigo«, pero debiera llamarse más bien del «padre pródigo», porque de los tres personajes (padre, hijo menor, hijo mayor), el primer protagonista es el padre, tal como en las dos parábolas precedentes el protagonista no es la oveja perdida sino el pastor, ni la moneda perdida sino la mujer que la busca. Y es ciertamente un padre pródigo, que da todo lo que tiene (sus bienes y más aún su amor) con generosidad ilimitada, sin esperar nada a cambio.
En la predicación, misiones tradicionales y ciertas representaciones populares de la Pasión o el Nacimiento, y también en la liturgia cuaresmal, se utiliza esta parábola tan sentida para exhortar a la conversión. Pero, si bien nos fijamos, no es un modelo de conversión
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