Adquiere mucho peso en el cónclave Javier Oñate, considerado por algunos como «albacea de Uriarte», al que sus compañeros han elegido vicepresidente de la Permanente del Consejo
La iglesia vizcaína ha completado en las últimas semanas el proceso de renovación institucional que arrancó con el nombramiento de Mario Iceta como obispo de Bilbao. Tras la toma de posesión de los nuevos vicarios generales, se han constituido ya los principales órganos de gobierno que asistirán al prelado en su labor pastoral. Tras unas elecciones en las que ha ganado posiciones el sector crítico con Iceta, el Consejo de Presbiterio refleja la pluralidad de la diócesis. Lo cuenta Guillermo Elejabeitia en El Correo.
Su nombramiento desató una tormenta en algunos sectores, que lo situaron en una operación del Vaticano para reconducir una Iglesia demasiado progresista y escorada hacia el nacionalismo. Seis meses después de su toma de posesión, el camino pastoral que seguirá Iceta todavía es una incógnita.
Su trayectoria parece indicar que llevará a la Iglesia vizcaína por la línea trazada por el episcopado español, con Rouco Varela a la cabeza, tras una etapa que algunos consideran «demasiado autárquica» y cuya eficacia ponen en duda.
Quienes conocen a Iceta le definen como un hombre «conservador» en lo doctrinal, pero con un talante humano «brillante y cercano» que puede jugar en su favor a la hora de emprender una tarea que ya inició su antecesor, Ricardo Blázquez.
Lo cierto es que buena parte del clero de Vizcaya no responde a la mentalidad de su obispo, y esa disonancia -más marcada durante el mandato de Blázquez- ha quedado patente en la composición de los órganos de gobierno de la diócesis.
El primero en reconocer las dos tendencias claras de la grey vizcaína ha sido el propio obispo al optar por una vicaría general bicéfala, en la que Ángel María Unzueta representa la continuidad y la lealtad, mientras que Félix Alonso es un hombre de mayor confianza de Iceta. Los dos forman parte del Consejo Episcopal, un comité de seis miembros con el que el obispo despacha en primera instancia los asuntos de la diócesis.
El Consejo de Presbiterio es un órgano puramente consultivo, pero que tradicionalmente ha tenido mucho peso en la iglesia vizcaína como instrumento para alcanzar consensos. El sector más crítico lamenta que en los últimos años hubiera perdido peso en la toma de decisiones, pero el nuevo obispo se ha comprometido a que el consejo «no sea algo cosmético» y a impulsar su carácter participativo.
Está formado por una docena de miembros natos -vicarios generales y territoriales y deán de la catedral, entre otros- seis nombrados directamente por el obispo y una veintena de miembros elegidos mediante votación por los sacerdotes. La participación en estas elecciones ha sido muy alta y ha quedado reflejado el amplio abanico de sensibilidades que conviven en la diócesis.
Adquiere mucho peso en el cónclave Javier Oñate, considerado por algunos como «albacea de Uriarte», al que sus compañeros han elegido vicepresidente de la Permanente del Consejo. Miembro del Foro de Curas de Vizcaya, algunos creen que el responsable del Instituto de Teología y Pastoral puede jugar un papel casi de «líder de la oposición». Gaspar Martínez Fernández de Larrinoa, de talante nacionalista y «muy hábil para moverse en el ámbito eclesiástico», podría ser otro de los contrapesos con el obispo en la asamblea.
Junto a ellos emerge una hornada de sacerdotes relativamente jóvenes entre los que están José Alberto Güemes, Luis María Vega, Txema Kortazar o Agustín García Moreno, de tendencias muy diversas pero que comienzan a adquirir peso en la diócesis. Para algunos observadores, son «más plurales» de lo que lo había sido la generación anterior y pueden insuflar ciertos aires de renovación en la cúpula del clero vizcaíno.
El obispo podría haber tratado de compensar una cámara no demasiado afín con el nombramiento de seis consejeros de su confianza. Iceta ha optado por representar a las diferentes familias de la diócesis designando a un grupo bastante heterogéneo que incluye a un representante del Opus Dei, Gonzalo Landaburu, al jesuita José Javier Pardo o al sacerdote Jesús Sánchez Maus, que llegó a presentarse en las listas electorales del PSE en solidaridad con los cargos amenazados por ETA.
El relevo institucional culminará con la formación en abril del Consejo de Pastoral, formado por religiosos y laicos. Precisamente los grupos eclesiales de laicos pueden ser, junto con la nueva generación de sacerdotes, el mayor vivero de apoyos para Iceta. Al fin y al cabo, su labor pastoral «no ha hecho más que empezar» y aún tiene mucho margen de maniobra para ganar espacios de poder.