La Iglesia tiene que plantearse seriamente sus dos asignaturas pendientes: los laicos y las mujeres
(Jesús Bastante).- «La gran renovación de la Iglesia católica no vendrá de Europa, sino del Tercer Mundo«, proclamó ayer el teólogo Juan Antonio Estrada, durante la presentación de un novedoso proyecto de renovación del ministrerio ordenado, patrocinada por Proconcil y editada en España por Herder. Se trata de una propuesta formulada por el obispo sudafricano Fritz Lobinger, reformulada en dos libros: «Equipos de ministros ordenados» y «El altar vacío«, este último prologado por Estrada.
Durante una comida con periodistas, el teólogo reconoció que la propuesta «me sorprendió», por su novedad y por encontrar lazos de unión con otros proyectos llevados a cabo en Chiapas (México). Cada uno con su peculiaridad, todos coinciden en el objetivo de «potenciar los ministerios laicales contra la excesiva clericalización en la Iglesia«. O, en otras palabras, llevar a cabo la «globalización en la Iglesia», que ya tuvo su origen en el Vaticano II.
En esta ocasión, se trata de un planteamiento «que parte de la comunidad, no de la estructura», y que es posibel. Tomando una frase de Rahner, Estrada afirmó que «no se puede destruir nada sin hacer una propuesta de construcción. Y esta no es una proposición contra la tradición». Únicamente plantea, como sucedía en el primer milenio, que el sacerdote «no sea el ministro del culto, sino el que preside la comunidad».
«Es una propuesta válida, para inciiar un debate en la Igelsai», añadió Estrada, quien observó que «la Iglesia tiene que plantearse seriamente sus dos asignaturas pendientes: los laicos y las mujeres».
Por su parte, Raymund Herder, editor de las publicaciones, subrayó que «el fenómeno del altar vacío es preocupante, y la propuesta de Lobinger, muy interesante». Así también opina Emi Robles, de Proconcil, quien sostiene que las ideas del obispo «abren caminos para dialogar en la Iglesia, potenciando la participación de las comunidades para resolver la falta de vocaciones para el actual ministerio sacerdotal».
Porque, y esto quiso dejarlo claro, «no hay falta de vocaciones en la Iglesia, sólo de vocaciones concretas al sacerdocio entendido como de varón célibe». Aunque la propuesta de Lobinger no da el paso de hablar directamente de mujeres ordenadas, sino de equipos de varones, Robles insistió en que se trata de un paso «para que no olvidemos nuestro compromiso en la gobernabilidad de la Iglesia. Lo principal es la comunidad».