Por ella desfilaron los mejores constructores del Románico hasta llegar al Maestro Mateo
Antiguamente, los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela hacían un alto en Triacastela, un pequeño pueblo de la provincia de Lugo que contaba con varias canteras. Allí cogían una piedra caliza y la cargaban hasta Santa María de Castañeda, donde estaban los hornos que hacían la cal empleada en la construcción de la catedral de la que hoy es la capital de Galicia.
«Con toda razón puede decirse que en la argamasa empleada en la fábrica del templo está el sudor de muchos peregrinos», recordaba estos días el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, rememorando una fecha muy especial: el jueves se cumplieron 800 años de la consagración de la catedral que según la leyenda alberga la tumba del apóstol Santiago.
Fue el arzobispo Pedro Muñiz, en presencia del rey Alfonso IX, quien el 21 de abril de 1211 bendijo una obra que hoy por hoy es el ejemplo más sobresaliente del arte románico en España, si bien la reforma barroca acometida en el siglo XVIII destruyó u ocultó buena parte de su arquitectura original.
El templo, ubicado en el lugar donde en el año 813 se descubrió la tumba del apóstol, comenzó a ser construido en su forma actual alrededor de 1075, bajo el patrocinio del obispo Diego Peláez, y quedó terminada 136 años después.
Concebida como una gran catedral de peregrinaciones y no como un simple santuario que conservara las reliquias del apóstol, por ella desfilaron los mejores constructores del Románico hasta llegar al Maestro Mateo.
Este arquitecto fue el autor de los últimos tramos de las naves, las torres defensivas del oeste, la cripta y, sobre todo, del Pórtico de la Gloria, un conjunto escultórico sin igual en Europa que aun hoy preside la entrada oeste y que exhibe cerca de 200 figuras de personajes bíblicos.
Entre las diversas obras de restauración que actualmente se llevan a cabo en la catedral destaca precisamente la del Pórtico de la Gloria, que durante siglos constituyó la parte baja de la fachada principal y cuyo policromado sufre ahora una avanzada erosión. De hecho, hoy apenas quedan restos de las capas de color de las figuras de piedra que conforman esta joya románica, una de las piezas de mayor valor de la catedral compostelana.
Cuando fue consagrado en el año 1211, el templo ya gozaba del privilegio de la absolución plenaria, otorgado en 1181 por el Papa Alejandro III a todo el que visitase la basílica en un Año Santo, como el que se celebró en 2010, cuando el papa Benedicto XVI estuvo en Santiago.
Los años santos se conmemoran cuando el 25 de julio, Día de Santiago, cae en domingo. Esto sucede con una cadencia de 6, 5, 6 y 11 años, de modo que en cada siglo se celebran 14 de estos llamados «Xacobeos». El próximo tendrá lugar en 2021.
Con el tiempo, se fueron añadiendo a la planta románica del templo elementos góticos, renacentistas y especialmente barrocos, gracias al flujo de dinero del arzobispado y de los mecenas, que encontraban en las capillas lugar de oración y eterno descanso.
De hecho, la mayor revolución estética se produjo en tiempos del Barroco, que comenzó en 1660 por transformar el altar mayor y la cúpula para luego dar forma a los órganos y a la Puerta Santa, embellecer la Torre del Reloj y culminar, en 1750, la estampa más emblemática de la catedral: la fachada del Obradoiro, en el lado occidental, con sus dos torres de campanas de entre 75 y 80 metros de altura.
Uno de los elementos más populares de la catedral, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1985, es el botafumeiro («esparcidor de humo», en gallego), un enorme incensario de metal blanco que unos hombres llamados tiboleiros hacen oscilar por las alturas del crucero de la iglesia con un sistema de poleas como si de un péndulo se tratase.
El botafumeiro, que mide un metro y medio y pesa unos 50 kilogramos, sólo se utiliza en ocasiones solemnes, como por ejemplo la visita del Papa, y los domingos del Año Santo. Su origen se sitúa en 1554 y su uso no era meramente litúrgico: debido a los malos olores que en la antigüedad desprendían los numerosos peregrinos que pernoctaban en la catedral, el incensario servía para purificar el aire en el interior del templo.
Al coincidir el 800 aniversario de la consagración con la celebración del Jueves Santo, el arzobispado de Santiago trasladó los actos conmemorativos al 7 de mayo. Aún así, la catedral tendrá su canción de cumpleaños, ya que la Cofradía de Estudiantes y la Real Banda de Gaitas de Ourense le dedicarán un concierto en la plaza de Platerías.(RD/Agencias)