Juan Pablo II sigue siendo un papa cercano porque a través de la pequeña pantalla llegó a hacerse cotidiano, comunicativo incluso en su debilidad, y sobre todo, testigo de Jesucristo.
(Peio Sánchez).- La figura del Papa Juan Pablo II ha inundado las pantallas televisivas durante muchos años. No cabe duda que ha sido el papa más filmado y representado de toda la historia de la Iglesia. Varios factores han contribuido a este fenómeno: el indudable carisma hacia los medios de su persona, lo prolongado en el tiempo y la trascendental significatividad de su pontificado, la dimensión universal de su ministerio a través de los viajes, la creciente conciencia de la Iglesia de la importancia de las imágenes para la evangelización y la proximidad de los medios que sabían que allí donde él estaba la audiencia quedaba garantizada, como quedó especialmente claro en la hora de su muerte.
El director polaco Krzysztof Zanussi, amigo personal del papa realizó tempranamente, en 1981, «De un lejano país«. La película comienza el de 1926 cuando el pequeño Karol Wojtyla acompaña a su padre en un via crucis durante su visita al santuario de Kalwaria Zebrzydowska. Más adelante ya joven asiste a la invasión nazi de Polonia lo que además de marcar a su patria cambiará sus planes iniciales de ser actor por los de entrar en el seminario. Con la llegada del comunismo le vemos ejercer el ministerio con coraje y determinación en tiempos difíciles. Aquí la película comienza a intercalar imágenes documentales muy interesantes. Luego seguimos su trayectoria como obispo (1958) y como cardenal (1967) hasta llegar nombramiento como Papa. Así este film es un híbrido entre la ficción y el documental. Como ficción se queda corto en interpretaciones y puesta en escena aunque como documental ofrece una visión muy sugerente de la trayectoria más desconocida de Juan Pablo II.
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