"La felicidad de Dios es la felicidad del hombre", ddecía

Fallece José Luis Martínez, «el cura buenu», a los 82 años

Fue párroco en Gijón desde 1959 y recibió la medalla de plata de la villa en 2005

Fallece José Luis Martínez, «el cura buenu», a los 82 años
José Luis Martínez, sacerdote

"La Iglesia es el pueblo de Dios, no la sociedad perfecta de antes del concilio; todos somos sacerdotes, profetas y reyes. El peligro del cura es el aburguesamiento"

Desde 2003, año de su jubilación como párroco de San José, en el interior del templo gijonés reza una placa: «A José Luis Martínez González, el cura buenu». El «cura buenu», natural de Laviana, pero párroco desde 1959 en Gijón -Santa Bárbara, Fátima (La Calzada) y San José-, falleció ayer por la tarde, a los 82 años de edad, en el sanatorio Covadonga, después de un proceso terminal.Lo cuenta Javier Morán en La Nueva España.

Hace tan sólo tres semanas, el 24 de abril, Domingo de Resurrección, José Luis Martínez publicó en LA NUEVA ESPAÑA su último comentario semanal al Evangelio. En el artículo, titulado «Resucitó. Yo le vi en las arenas del desierto», el sacerdote, consciente de su dolencia, se despedía de los lectores y evocaba que hacía sesenta años había escrito en este mismo periódico un artículo con idéntico título.

En 2005 el Ayuntamiento de Gijón le otorgó la medalla de plata de la villa, en reconocimiento a su prolongado trabajo y compromiso con la ciudad, especialmente en los barrios obreros del Oeste.

José Luis Martínez había nacido en Laviana, el 7 de septiembre de 1928, hijo de Nieves y Faustino, jefe de estación en el Ferrocarril de Langreo. En 1939 ingresó en el Seminario Menor de Covadonga, del que pasó a los de Donlebún (Castropol) y Valdediós (Villaviciosa), para recalar finalmente en el Seminario de Oviedo, donde cursó Filosofía y cuatro años de Teología. Finalizó sus estudios en 1951, año de su ordenación sacerdotal.

A continuación, el arzobispo Lauzurica lo destinó a parroquias de Candamo y Grado, en las que trabajó durante siete años. Después, gracias a una beca del Ferrocarril de Langreo, José Luis Martínez acudió a Roma, para cursar en uno los dos años de licenciatura en Teología. Estudió en el Angelicum, la Universidad de Santo Tomás, de los dominicos. Su estancia en Roma coincide con el fallecimiento de Pío XII y la elección de Juan XXIII, que al poco tiempo convocaría el concilio Vaticano II, un período de la historia de la Iglesia con el que José Luis Martínez se sintió plenamente identificado.

«La Iglesia es el pueblo de Dios, no la sociedad perfecta de antes del concilio; todos somos sacerdotes, profetas y reyes. El peligro del cura es el aburguesamiento: creerte al margen de todo bien y de todo mal», reflexionaba en septiembre de 2008, en unas «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA. Tras su regreso de Roma, el obispo Segundo García Sierra lo destina a Santa Bárbara, en Gijón, donde trabaja durante cinco años. Antes de llegar a esta parroquia estudia en la Escuela Social de la Iglesia, en Oviedo, donde se preparaban los colaboradores de la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) y de la JOC (Juventud Obrera Católica), en barrios y pastoral obrera.

Además de ser cura de Santa Bárbara, es capellán de la Fábrica de Moreda, con 1.800 trabajadores, y también profesor de Religión y de Doctrina Social de la Iglesia en la Escuela de Peritos de Gijón, donde, entre otros alumnos, tendrá a Vicente Álvarez Areces, presidente del Principado. En 1962 llega como párroco a La Calzada. «Bendito sea el día que acepté ir allí, porque fue lo que culminó la conciencia social y obrera, el abrirme los ojos, porque allí había un plantel de militantes obreros extraordinario», manifestó en las referidas «Memorias».

En 1970 es uno de los fundadores del «Grupo de El Bibio», un encuentro de sacerdotes que han venido reuniéndose hasta el presente. «Quizá sea el grupo más constante de España en el que unos clérigos se reúnen todos los lunes, para cenar y compartir», comentaba. En 1982 es destinado como párroco de San José, templo en el que alcanza la jubilación.

En sus «Memorias» de 2008, José Luis Martínez hacía balance de su vida: «He llegado a una etapa de serenidad, a una dulce y tranquila ancianidad. No tengo grandes dudas, sólo las justas, las normales, las que tiene todo el mundo. Soy un hombre de fe profunda y la fe es el mayor don que puede recibir el hombre. La felicidad de Dios es la felicidad del hombre. Dios y el mundo se llevan bien. Aprendí a vivir las angustias y las alegrías de la gente, a querer a las personas, a ser una persona normal entre ellas. Todo eso se lo debo a Santa Bárbara, a Fátima y a San José». Descanse en paz.

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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