Me sorprende tanta falta de libertad que necesita esconderse tras el ANÓNIMO para decir lo que no se diría identificándose
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(María Victoria Gómez).- Me sorprende tanta falta de libertad que necesita esconderse tras el ANÓNIMO para decir lo que no se diría identificándose. Y el tono despectivo, burlón y casi insultante que expresan la mayoría de los comentaristas.
– Nadie ha influido sonre mí y menos, todavía, me han «manipulado», ni hay un grupo que me apoya y se esconde tras de mí. No me rabajaría a tales procedimientos. Soy libre como debemos ser los hijos de Dios.
– Considero improcedente que, para rebatir mi actitud o ideas vertidas en la carta Abierta a Mons. Munilla, tengan que aludir a mi pasado y menos hacer juicios sobre él, porque se nota bien que no están informados.
– Fui muy profundamente feliz en mi Monasterio y me sentí muy querida de mis Hermanas a las que siempre llevo en mi corazón. Para nada salí resentida sino con profunda paz, sabiendo los motivos por los cuales salía de aquella amada, muy amada Comunidad, en la que recibí casi todo lo que soy y vivo en el presente. Años de gracia y de gozo interior que me han configurado.
– No puedo creer que ellas hayan informado a quien escribe: «ha exigido a las monjas hasta que le paguen la Residencia donde vive». Ellas son incapaces de decir una mentira, porque saben muy bien que la Priora, que estaba en funciones, consultó a las Hnas. sobre qué podrían darme o ayudarme para los tres primeros meses de «ausencia» que iba a vivir fuera del Monasterio. Aquellos tres meses me pasaron 100€ y a mitad del tercero les llamé y les dije que no ingresaran ni un euro más para mí, que ya me ayudaría el Señor a salir por mí misma.
– Desciendo a estos detalles porque me parece que Vds., propagándolo, dejan mal también a las hermanas, como si ellas me lo hubieran negado o yo lo hubiera exigido. Jamás les pedí nada de nada, incluso les devolví la tarjeta de ASISA que, pasado el tiempo, ellas, en su bondad, me devolvieron. No pedí ni siquiera cosas del Archivo mías, documentación, algún título oficial, etc. Nada de nada. Y ellas me conocen muy bien en esto y lo saben. Disculpen la aclaración larga pero el dinero no ha sido precisamente mi pasión dominante y hubiera sido injusto que yo les pidiera nada saliéndome del Monasterio.
– Y por último, para los que me reprochan que ¿por qué no le envié a Mons. Munilla primero la carta?, les contesto que esa carta primeramente fue a sus manos por correo postal. Queden tranquilos.
– Siento haber causado tanto malestar, pero no voy a entrar en polémica de lo que escribí ni de lo que Vds. me contestan. Aprovecharé, en lo que pueda, sus saludables consejos, pero ¡por favor! seamos valientes y no nos reprochemos cosas tan bajas escudados en el anonimato. Pero Vds. son libres también para esto.