Rouco: "Son de lo mejor de la juventud de la Iglesia y de la sociedad y, por supuesto, de España"
(Jesús Bastante).- Nuevo baño de multitudes de Benedicto XVI. En esta ocasión, en El Escorial, rodeado de 1664 religiosas, todas con hábito -las órdenes que no lo llevan no han sido invitadas al acto-, ante quienes ha reclamado «radicalidad» frente al «relativismo y la mediocridad». En un lugar especialmente señalado, las monjas de «Iesu Communio», junto a su fundadora, Verónica Berzosa. El día acompañaba en la sierra de Madrid, adonde llegó el Pontífice tras visitar a la Familia Real. Siempre acompañado por un felicísimo cardenal Rouco, y tras recibir las llaves de la ciudad, el Papa penetró en el Patio de los Reyes del monasterio de El Escorial, que ya había visitado en dos ocasiones siendo cardenal. «La Iglesia necesita de vuestra fidelidad joven arraigada y edificada en Cristo«, afirmó el Pontífice.
En su discurso, el Papa ha hablado del «eclipse de Dios» y de la belleza de «cada carisma» de la vida religiosa y contemplativa, que «es una palabra evangélica que el Espíritu Santo recuerda a su Iglesia». «El vivir siguiendo a Cristo casto, pobre y obediente, se convierte en «exégesis» viva de la Palabra de Dios», subrayó el Papa.
El grueso de su intervención ha girado en torno a la «radicalidad evangélica» que demuestran estas mujeres que abandonan el mundo para entregarse a Cristo y a su Iglesia. Parafraseando el lema de estas JMJ, el Papa insistió en que dicha radicalidad supone «estar arraigados y edificados en Cristo, y firmes en la fe«, lo que supone «un encuentro personal con Cristo que nutre vuestra consagración» y que «debe testimoniarse con toda su fuerza transformadora en vuestras vidas».
Un encuentro que «cobra una especial relevancia hoy, cuando «se constata una especie de «eclipse de Dios», una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza».
«Frente al relativismo y la mediocridad, surge la necesidad de esta radicalidad que testimonia la consagración como una pertenencia a Dios sumamente amado», subrayó con fuerza Ratzinger, quien reivindicó «la comunión filial con la Iglesia» y con los pastores, así como «la comunión con otros miembros de la Iglesia como los laicos, llamados a testimoniar desde su vocación específica el mismo evangelio del Señor».
Finalmente, el Pontífice añadió que «desde la vida contemplativa que acoge en sus claustros la Palabra de Dios en silencio elocuente y adora su belleza en la soledad por Él habitada, hasta los diversos caminos de vida apostólica, en cuyos surcos germina la semilla evangélica en la educación de niños y jóvenes, el cuidado de los enfermos y ancianos, el acompañamiento de las familias, el compromiso a favor de la vida, el testimonio de la verdad, el anuncio de la paz y la caridad, la labor misionera y la nueva evangelización, y tantos otros campos del apostolado eclesial».
En nombre de las 1664 religiosas, habló Belén, sierva de María, quien dio «la más cordial y gozosa bienvenida» al papa al Escorial. «Sabemos, Santidad, lo mucho que estima a la vida consagrada como expresión visible de la santidad de la Iglesia», dijo la religiosa, quien calificó la vida consagrada como «un maravilloso jardín de diferentes flores. Cuantas estamos aquí queremos ser santas y, aunque sabemos que el camino no es fácil, confiamos en la gracia de Cristo, en la comunión de la Iglesia y en el magisterio de Su Santidad, que nos estimula constantemente a ello».
«Sabemos, Santidad, que la cruz que Dios ha puesto sobre sus hombros es muy pesada. Queremos decirle que no la lleva solo, cuente con nosotras, que, en el silencio del claustro o en la actividad con que servimos a la Iglesia, le ayudamos con nuestra sencillez y pobreza, y con la fuerza que recibimos de Cristo», concluyó la hermana Belén, muy emocionada al encontrarse con el Papa, como las otras cuatro religiosas que le esperaban a la entrada del monasterio, por el Patio de los Reyes.
Por su parte, el cardenal Rouco agradeció la «espléndida generosidad» que las religiosas han demostrado en la preparación de la JMJ.
«Querido Santo Padre, sin su aportación, sobre todo, la espiritual, la Jornada Mundial de la Juventud no sería posible. Son de lo mejor de la juventud de la Iglesia y de la sociedad y, por supuesto, de España«, añadió el cardenal de Madrid, quien anunció que el Papa «¡puede contar con ellas para el gran e ilusionante empeño de la nueva evangelización de los jóvenes del mundo!». Interrumpido en distintas ocasiones, y muy sonriente, Rouco concluyó asegurando que «nadie defiende más y mejor» a la vida religiosa que el Papa.