Seguirás vivo, ahora ya en ese Reino al que entregaste tu vida por entero, sin ahorrarte nada, privándote de todo.
Se ha ido Julio Lois, el teólogo, el maestro, el amigo. Sin hacer ruido, de puntillas, como ha vivido. Siempre se van los mejores. Se ha ido Julio en gran teólogo, un cura íntegro, una excelente persona. Era capaz de amar incluso a sus enemigos o a los que decían que eran sus enemigos. Tan bueno y tan humilde que escapaba de los focos de la actualidad. Lo tenía todo para triunfar en el mundillo eclesiástico, pero siempre renunció a lucir, a brillar y a hacer carrera. Vivía lo que decía, lo que escribía y lo que predicaba. He conocido a pocos curas tan íntegros, tan honrados y tan militantes como él.
Le conocí militante y siempre militante. De los pocos a los que la militancia no se le subió a la cabeza. De los pocos a los que la militancia no escupió después de tanto tiempo. De los pocos que ni siquiera hablaba mal de los compañeros que, por convicción o por hacer carrera, cambiaron de bando. El se mantuvo siempre en el mismo sitio. El de los fieles seguidores de Cristo. El de los que ponen el seguimiento y la conciencia por encima de carreras, laureles y reconocimiento.
Te vamos a echar de menos, Julio. Ya no quedan referencias. Se acaban los profetas.
Aunque no morirás en la memoria y en el corazón de todos tus alumnos, de todos los que te apreciamos y te quisimos. Seguirás vivo, ahora ya en ese Reino al que entregaste tu vida por entero, sin ahorrarte nada, privándote de todo. Fiel, pobre, austero, consecuente, honrado a carta cabal, amigo de sus amigos, humilde…Un encanto de persona.