El Sínodo quiere convertirse en un Atrio de los Gentiles
Más información
La Iglesia asturiana ha colocado su punto de mira sobre ateos y agnósticos. Se llama «el Atrio de los Gentiles» y es una de las diez propuestas lanzadas ayer en la apertura del Sínodo Diocesano por el vicario general de la Archidiócesis, Jorge Juan Fernández Sangrador, con el objetivo de revitalizar una fe para la que no soplan vientos demasiado favorables. Lo cuenta A. Villacorta en El Comercio.
La idea no es nueva, sino que «los objetivos del Atrio de los Gentiles fueron definidos por el Papa Benedicto XVI: ha de ser un espacio en el que las personas que se declaran ateas o agnósticas puedan entrar en contacto con Dios, al que todavía no conocen», explicó Sangrador cinco años después de que Carlos Osoro pusiese en marcha el proceso sinodal.
La Iglesia asturiana se metía así por fin en harina en la Capilla Mayor del Seminario Metropolitano de Oviedo, donde, poco después de las diez de la mañana, arrancaba la fase final del Sínodo, destinada a trazar la hoja de ruta a seguir durante los próximos años, un periodo que culminará el 10 de diciembre y con el que la Iglesia comenzará su ofensiva evangelizadora.
El primer paso fue la entrega de credenciales a los 193 sinodales asistentes de los 219 que integran la asamblea (104 seglares, 97 sacerdotes, 14 religiosas y 7 religiosos con voz y voto), que rezaron la oración de laudes y recibieron la bienvenida del arzobispo, Jesús Sanz Montes, antes de realizar la profesión de fe.
Fue entonces el turno de la primera de las tres ponencias que conforman el proceso. La titulada ‘Siglo XXI: luces y sombras de la cultura emergente’, en la que el vicario general de la Archidiócesis ofreció esas diez propuestas provisionales para su posterior debate. Ideas que, una vez enmendadas, serán votadas en la sesión que se celebrará el 29 de octubre.
Todas ellas están encaminadas a luchar contra una crisis «innegable», defendió Jorge Juan Fernández Sangrador, que llamó a los sinodales a la acción: «La Iglesia ha de preguntarse por el modo de hacerle frente y por cuáles son los recursos de que dispone para ser fiel a su misión de anunciar el Evangelio en medio de cambios culturales tan profundos».
Los grupos de trabajo ya lo han hecho durante las sesiones preparatorias y el resultado es ese decálogo, entre el que se pueden distinguir aquellas propuestas dirigidas a preservar las esencias y las destinadas a combatir nuevas amenazas.
Entre las primeras están «estudiar la Sagrada Escritura y el Catecismo de la Iglesia Católica, promover el conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia, crear centros culturales católicos, revitalizar y fortalecer la celebración del domingo, proteger y valorar las expresiones de piedad popular y llevar a cabo una acción evangelizadora planificada en la que participen todas las parroquias, comunidades cristianas y asociaciones de fieles».
Pero, además de la recuperación de la Escuela Social de la Iglesia como lugar de estudio «de los problemas sociales emergentes», quizá las más llamativas sean las vinculadas al signo de los tiempos, entre las que destaca «el Atrio de los Gentiles», llamado a ser «no sólo un espacio para el diálogo, sino también para la oración, en el que se pueda estar en relación con Dios aun entre oscuridades de diversa índole», una iniciativa que ha de ser promovida, precisa el decálogo, por «las parroquias, los institutos de vida consagrada, las sociedades de vida apostólica y las escuelas católicas».
Otras de esas líneas de acción, estrechamente vinculadas a la anterior, pasa por «dar vitalidad a la iniciación cristiana de adultos» y por «colaborar con la familia, la escuela y la sociedad» ante lo que Jorge Juan Fernández Sangrador denomina «la actual situación de emergencia educativa».
Finalmente, el vicario general defendió que es necesario «formar comunicadores sociales católicos que sepan llevar el anuncio del Evangelio a las nuevas generaciones» ante los peligros de «un universo tecnológico y mediático», otra amenaza también advertida ya por Benedicto XVI.