Es un libro-panorama de la Iglesia actual, en línea afirmativa, plural, respetuosa, con aportaciones de varias tendencias, aunque quizá falta la de algunos obispos y también contemplativos...
Carmen Sara Soriano ha recogido en un bellísimo libro (Yo digo Iglesia, tú dices…) un haz de experiencias y visiones de iglesia, escritas por medio centenar artistas y teólogos, militantes cristianos y grupos eclesiales (cristianos de a pie, madres de familia, niños, formadores, religiosos y sacerdotes, misioneras y misioneras, artistas y trabajadores). Ha resultado así un valioso «florilegio de Iglesia», para leer, para gozar, para meditar, para pensar.
El libro ha sido editado con inmenso cuidado por Ediciones Khaf, y contiene ilustraciones que enmarcan y embellecen el sentido de los textos. Es un texto para tomar el punto del cristianismo español, desde la palabra sentida, cantada, reflexionada y compartida, un manual de vida para disfrutar de la iglesia de Jesús y de la experiencia cristiana, a solas o con amigos.
Es un libro-panorama de la Iglesia actual, en línea afirmativa, plural, respetuosa, con aportaciones de varias tendencias, aunque quizá falta la de algunos obispos y también contemplativos… Todo no puede estar, pero está casi todo, bien dicho y, sobre todo, bien presentado, dosificado, introducido, contextualizado, con una escueta pero importante reseña de todos sus autores. Quiero felicitar por ello a Carmen Sara y a Ediciones Khaf. ¡Buen trabajo, Antonio y Juan Pedro, buena obra has hecho, amiga Sara!
Entre los textos publicados hay uno mío, cuyas dos primeras páginas reproduzco en este post… No es quizá de los mejores, hay otros más originales, más bellos, más impactantes, pero como mío lo ofrezco parcialmente a los lectores del blog (cuyo contenido, por otro lado, ya conocen, pues contiene ideas que vengo diciendo hace algún tiempo)… Los que quieran leer mi texto entero (y las restantes aportaciones, empezando por la de Sara Floriano) pueden acudir al libro.
X. PIkaza, El camino de Jesús, en Yo digo Iglesia, tú dices (págas 75 ss)
El impulso que hizo que nacieran los cristianos no fue una idea, ni un proyecto político, sino la vida y muerte de Jesús, a quien sus discípulos vieron como signo y presencia de Dios. Evidentemente, no todos los que le habían conocido aceptaron el origen y alcance divino de su obra, pero algunos lo hicieron y así comenzaron a ser los primeros cristianos, siguiendo el camino de Jesús.
No conocían de antemano los detalles del Reino al que aspiraban (con Jesús), ni tampoco la forma en que podrían alcanzarlo, pero estaban seguros de que el mismo Jesús les impulsaba y esperaba (¡vendría a su encuentro!) y con esa certeza se pu¬sieron en camino, por diversas sendas, movidos por un mismo recuerdo y esperanza de ese Jesús, a quien los sacerdotes y el gobernador habían condenado a muerte en Jerusalén, como a un maldito.
Muchos habían pensado que Jesús triunfaría en la tierra, implantan¬do directamente el Reino de Dios, sin morir ni sufrir, pero él sufrió y murió y el Reino que esperaban no solo parecía retrasarse, sino que iba tomando formas diferentes. A pesar de eso (o por eso), tras un tiempo de dura decepción y fracaso, animados por una intensísima presencia (¡él estaba con ellos!), crearon en su nombre un movimiento mesiánico, con varias ramas y tendencias, que creció desde el mismo judaísmo, hasta convertirse así en el «cristianismo», la religión de Jesús, el Cristo, un ca¬mino de evangelio.
Jesús no les había dejado un programa definido de conducta, un testamento escrito (un tipo de constitución o derecho normativo), pero les dejó el impulso de su vida, un proyecto de Reino, una esperanza inacabada que ellos, precisamente ellos, debían acabar y extender, como testigos e impulsores de su obra. Eso les dejó Jesús, y ellos lo acogieron y expandieron, a través de una historia azarosa, sorprendente y riquísima, que les fue llevando, por varios caminos, hacia una misma metade Reino, es decir, de plenitud mesiánica.
No tenían la lección aprendida de antemano, tuvieron que aprenderla, mientras iban caminando, con tanteos y equivocaciones, con diálogo, rectificaciones. De esa forma, fueron sorprendentemente fieles al únir camino de Jesús, recorriendo trayectorias que a veces parecían opuestas o incluso contrarias, pero que se fueron vinculando entre sí. Formaban grupos pequeños, rechazados a veces por su entorno pero ellos siguieron caminando, con la certeza de que el mismo Espíritu de Dios (¡don o regalo de Jesús!) les impulsaba y animaba en el camino.
Por eso, cuando digo Iglesia, digo historia del Pueblo de Dios, con diversas etapas…., entres las cuales podemos recordar cinco:
– El Círculo y camino de Jesús
– El primer movimiento de los seguidores de Jesús
– La Iglesia establecida del siglo III
– La Gran Iglesia del Imperio romano y bizantino
– La iglesia caminantes de la actualidad, siglo XXI