El cardenal de Madrid concedió indulgencia plenaria a aquellos que siguieran, en vivo o por los medios, la misa
(Jesús Bastante).- Hacía frío en Madrid, pero no llovía en la plaza Mayor. Miles de fieles hacían rebosar el centro de la capital para acompañar a su patrona, la Virgen de la Almudena, en la Misa Mayor de su festividad. Un día declarado como de indulgencia plenaria, que podrían alcanzar los que siguieran la ceremonia, tanto en directo como a través de los medios de comunicación. Entre las autoridades, el alcalde y la presidenta de la Comunidad. Varias decenas de sacerdotes, además de los obispos de Getafe, Alcalá y auxiliares, el arzobispo castrense, el Nuncio Fratini y el que fuera Nuncio en Reino Unido.
«En los momentos más cruciales de nuestra historia, allí estaba ella«, señaló el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, durante su homilía, recordando las inundaciones del siglo XVII en la capital, haciendo el solemne voto de la villa, que hoy también renovó el alcalde Ruiz-Gallardón. En su homilía, el cardenal de Madrid recordó la cantidad de santos y beatos que ha dado la Iglesia madrileña en los últimos siglos, y trasladó esa gracia al éxito de la JMJ, celebrada en la capital de España del 16 al 21 de agosto. Un evento que fue «un testimonio excelente de la verdad de Jesucristo y con una fuerza de conversión extraordinaria, única».
«Las crisis pueden ser vencidas, como puede ser vencido el pecado«, proclamó el cardenal de Madrid, que recordó cómo incluso Israel, el pueblo elegido, logró salir de su destierro. «Es preciso que nos ayude a abrir las puertas a Dios». La decadencia del hombre, de la que habló el Papa en Asís, «es consecuencia de la ausencia de Dios«, denunció el purpurado. «Qué se puede esperar de un futuro en que sólo se espere el éxito personal. Nada bueno».
Rouco agradeció el espíritu y el testimonio de los jóvenes en agosto en Madrid, y reclamó que ese ejemplo se haga vivo en el día a día. «La victoria sobre el mal moral y físico ya se ha iniciado«, exclamó el cardenal. «Los jóvenes de la JMJ han demostrado que vencer el mal con la fuerza del bien que es una realidad verificable, incluso en la tensa coyuntura de la edad actual». «Bienaventurados los mansos porque ellos heredarán la Tierra. La verdadera esperanza ha vuelto a madurar en nuestra sociedad».
«La esperanza se vive y se afianza en la cruz, junto a la madre de Jesús», insistió Rouco, quien pidió a todos estar con María al pie de la cruz. «Ahí tienes a tu madre». Vivir en la gracia, dijo el cardenal, debe ser nuestro papel. «El triunfo sobre el pecado y por la nueva vida».
Antes de la homilía, el alcalde Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, renovó el Voto de la Villa a la Almudena. En sus palabras, el primer edil agradeció la celebración de la JMJ y «el eco mundial» que tuvo este acontecimiento. «El nombre de Madrid ha llegado a todos los rincones del planeta asociado al compromiso de la juventud por el ser humano», afirmó Gallardón, quien agradeció a la Iglesia, las administraciones públicas y los voluntarios el trabajo llevado a cabo. Especial agradecimiento al cardenal Rouco, «constante mediador de Madrid ante el Santo Padre«. El alcalde hizo suyas las palabras de Benedicto XVI en Madrid para la construcción de un clima «de respetuosa convivencia con todas las legítimas opciones«.
«En medio de la incertidumbre, que seamos capaces de seguir creyendo en nosotros mismos, y no cejar en nuestro empeño de superación», apuntó el alcalde, quien pidió a la Virgen fuerza para acompañar a los más débiles y sentar las bases de una sociedad más justa y útil. «También te damos las gracias porque nuestra democracia haya empezado a doblegar al terrorismo«, señaló el alcalde, que recordó a «las numerosas víctimas» que ETA ha causado.
Sobre la crisis, Gallardón expresó su compromiso y un ruego: «Ayúdanos señora a mantenernos unidos como miembros de una sola sociedad, donde el sufrimiento de uno solo comprende a todos«. «Reconocer en el otro aquello que nos falta y nos complementa, y que celebremos la pluralidad como un don de la vida. Danos la fortaleza y tolerancia necesarias para afrontar los problemas renunciando a la tentación de la discordia».