¡¡Por favor, señores sembradores de demonios, no me hagan daño a la Iglesia y, sobre todo, no me asusten a los niños!!
(Jairo del Agua).- No deja de sorprenderme que todavía haya católicos y clérigos de distinto rango que insistan en hablar del demonio (el enemigo) y nos alerten sobre su peligrosa y oculta actividad.
Me incomoda enormemente la falta de actualización de esas personas y me duele que se sigan contando «cuentos» al Pueblo de Dios para amedrentarlo con una imaginación tenebrista, «la loca de la casa» según nuestra santa Teresa.
¡¡Por favor, señores sembradores de demonios, no me hagan daño a la Iglesia y, sobre todo, no me asusten a los niños!! ¿Les parecen pocos los peligros y daños de esta vida terrena para que tengan que importar cornudos e invisibles extraterrestres que nos acosen?
No niego que puedan existir una o varias «especies superiores» que hayan pervertido su libertad y se hayan rebelado contra su Creador. ¡Puede! Muchas criaturas humanas -consciente o inconscientemente- lo hacen. Lo que no creo de ninguna manera es que esos «diablos» circulen ocultamente por nuestro mundo tentando a los humanos. Es ilógico, irracional y -una vez más insisto en este argumento- contrario al rostro de Dios revelado por Cristo.
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