Los corazones sensibles nunca sucumben del todo, sino que se apresuran a reencontrar su propia infancia perdida por las estrechas veredas del amor
(Feliciano Mayorga).- «Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos» Mateo 18, 1-5.
–Coralie, no puedo concentrarme -le dijo el pequeño Alex con voz apurada y tristona- como si a sus solo once años hubiera sido perseguido en la noche por una criatura siniestra y feroz.
Ella lo recibió en su despacho, como al resto de los niños, con sonrisa cálida, hospitalaria y un vivo interés. A esa edad son reticentes a abrir el corazón a los adultos, por lo que un orientador sabe mejor que nadie que en las escasas ocasiones en que se atreven a dar el paso, han de sentir que son objeto de la mayor atención.
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