Me uno a las voces de todos aquellos que ven que no es justo que los últimos carguen más las consecuencias de la crisis
El obispo de Lleida, Joan Piris, denuncia, en su carta dominical, el alarmante crecimiento de la pobreza en Cataluña, especialmente la juvenil, y cita el caso de una niña que, en una fiesta en la que participaba, pidió poder llevarse un trozo de pollo a su casa porque su madre no tenía nada que comer.
En su carta pastoral, titulada «Pobreza juvenil«, el obispo recuerda que «la pobreza crece y se diversifica» en Cataluña, donde la tasa de riesgo de pobreza ya alcanza a un 19,9% de la población y a un 23,7% de los menores de 16 años, según los últimos datos del Instituto de Estadística de Cataluña.
El obispo señala que «uno de los colectivos más afectado es la población infantil y juvenil» y para ilustrar la gravedad de la situación explica el caso de «una niña que, en una fiesta, pide permiso para llevarse el pollo a casa porque ella ya ha comido los macarrones y la madre, que no ha venido, no comerá nada».
También recuerda el caso de jóvenes de 18 años expulsados de casa «porque ya se tienen que espabilar -la familia es muy numerosa y los padres no se pueden cuidar de todos-» o el de un chico «en situación normalizada después de haber conseguido salir de la droga que vuelve a las entidades sociales a pedir alimentos porque no tiene acceso ni a trabajo ni a ninguna prestación«.
«Es doloroso constatar que las situaciones de pobreza, de riesgo, de no respeto de los derechos de los jóvenes, van creciendo», denuncia el obispo, que señala que el paro juvenil alcanza el 40% y muchos jóvenes están «sin futuro, sin horizontes».
Tras recordar que uno de cada cuatro menores en Cataluña es pobre, que 4 de cada 10 jóvenes entre 16 y 24 años está en paro y que en Cataluña el fracaso escolar es del 30%, el obispo Piris dice que entre las causas de todas estas situaciones «hay injusticias evidentes».
Asimismo, agradece el trabajo de las personas que ayudan a los jóvenes con problemas y constata «que hay en muchos de ellos ganas de aprender, de estudiar, de salir de las situaciones de pobreza, de asumir su propio futuro, aún viendo la imposibilidad, porque demasiado a menudo la sociedad y el mundo adulto se lo impiden».
«Y me uno a las voces de todos aquellos que ven que no es justo que los últimos carguen más las consecuencias de la crisis; que se reduzcan los presupuestos sociales; que se limiten los recursos para las personas que más lo necesitan; que, incluso, haya discursos inaceptables para los sectores ya más castigados», clama el obispo. (RD/Efe)