"El profeta Amós, boyero"

Un intelectual sin carrera

"Le tocó vivir una sociedad con las lacras de la nuestra"

Un intelectual sin carrera
El profeta Amós

Eso mismo hacen hoy los que en el pueblo de Dios reciben el empujón del Espíritu. Pero los suyos no les llaman profetas, sino herejes

(Ramón Baltar).- La idea vulgar del profeta bíblico es la de un adivino de cosas que sucederán en un futuro, incluso alejado. En realidad, hacían para la teocracia judía lo que los pensadores comprometidos hacen en las democracias modernas: analizar el presente y denunciar las fallas éticas del poder.

Decíanlos también videntes, nombre bien sacado: lo que pasa está a la vista de todos, pero pocos penetran en sus causas. Un don natural que no precisa muchas letras, sino entrañas de compasión, hondo sentido de la justicia y mucho arrojo. Lo tenía el profeta Amós, boyero y descortezador de sicomoros del lugar de Técoa cabe Jerusalén, cuya soltura de lengua amargó las siestas de los satisfechos en tiempos del rey Jeroboán (primera mitad del s.VIII a. C.). Aun hoy, su poética rudeza y arrebatada pasión conmueven al lector.

Le tocó vivir una sociedad con las lacras de la nuestra: lujo ofensivo en los de arriba y devastadora miseria para los de abajo: » Por tres crímenes de Israel/ y por cuatro/ no le perdonaré; porque ha vendido al inocente por dinero/ y al pobre por un par de sandalias;/ porque aplastan contra el polvo/ de la tierra la cabeza /de los necesitados y no hacen justicia a los pobres ….» (Amós 2, 6-7). Un profeta no escalafonado que anda por los santuarios oficiales largando estos cañonazos, no podía esperar acogida amistosa entre los destinatarios.

Fue el caso que Amasías, sacerdote de Betel, lo acusó ante el rey de conspirador y probó la integridad de Amós con este insidioso consejo: «Vidente, vete, retírate a la tierra de Judá; come allí el pan y allí profetiza». Tuvo la respuesta que merecía: «Yo no soy profeta ni hijo de profeta (…). El Señor me tomó por detrás del rebaño, diciéndome: Vete, profetiza a mi pueblo Israel» (7, 10-15).

Y siguió debelando la injusticia estructural y poniéndoles tizones en la cabeza al establecimiento. Eso mismo hacen hoy los que en el pueblo de Dios reciben el empujón del Espíritu. Pero los suyos no les llaman profetas, sino herejes.

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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